Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a promocionar desde esta tribuna el feliz alumbramiento de un libro escrito por un compañero. Vaya por delante, que no es un compañero cualquiera. Es el catedrático de Ingeniería de Sistemas y Automática más influyente a este lado del río Misisipi. Al menos eso es lo que él dice de sí mismo.
Muchos estarán elucubrando acerca del contenido y la editorial, y algún malicioso ya habrá torcido el gesto imaginando páginas llenas de fórmulas y alambicados planteamientos sobre control de procesos. Pero no. Se han equivocado de medio a medio. Nuestro ínclito catedrático ha publicado un libro de viajes, emulando a Marco Polo, John Steinbeck, Vicente Blasco Ibáñez, Rudyard Kipling o Jack London.
Iluso de mí, pensaba que alguien que ha alcanzado tales cotas del saber, que posee tantas patentes y que ha dirigido tantas tesis y trabajos de investigación, tendría a bien desasnarnos y procurar que nuestras romas mentes pudieran rozarse, siquiera levemente, con los principios de los sistemas de control. Me equivoqué una vez más. ¿Ciencia? ¿Para qué?
La gente malévola se pregunta si esa pasión por los viajes y la vida internacional que "lo ha llevado a visitar más de 100 países en todos los continentes y a volar una cantidad de kilómetros equivalente a más de 50 vueltas al mundo" no habrá sido pagada con dinero público. No en vano ha sido subdirector de centro, vicerrector de relaciones internacionales y gerente en la Universidad de Alcalá, entre otros momios.
Pensemos que, a día de hoy, los proyectos de investigación y los artículos, con los que se adornan muchos profesores en la universidad, son pagados con dinero público. Dinero público con muy escaso retorno social, pues poco se enseña, y que casi sólo sirve para que medre una casta casposilla de gente mediocre. Si, al menos, publicaran sus conocimientos científicos... aunque para eso hay que tenerlos.
Miguel Ángel Sotelo es el típico "catedrático del siglo XXI", concepto acuñado hace algunos años en un Consejo de Departamento en el que denuncié la proliferación de cátedras de promoción interna y a los llamados "catedráticos de optativas". Allí se me aclaró que un catedrático moderno no tiene que dominar la materia de su especialidad, ni responsabilizarse de la dirección académica de la misma, sino que es, sencillamente, un gestor que "trae dinero".
Visto lo visto, yo diría que DETRAE dinero público en beneficio personal, que es muy diferente.