viernes, 18 de enero de 2019

La foto

Retomo el blog. Entre la entrada anterior y esta ha pasado todo un cuatrimestre. Hoy he terminado de corregir los últimos exámenes. Me encuentro agotado. O me estoy haciendo “mayor” muy rápido o he trabajado mucho más... o ambas cosas a la vez. Me siento cansado, sí, y decepcionado. Los resultados de los exámenes de enero son deprimentes. Las pruebas de mitad de curso no eran malas pero la debacle final es lamentable.
Es verdad que aún no he metido todos los datos (pruebas de teoría, laboratorio, etc.) en la “sábana” de la hoja de cálculo que determina la calificación aplicando pesos y porcentajes a cada “instrumento de evaluación” (véase el pomposo lenguaje que utilizamos en clave neopedagógica) pero sea cual sea la tasa final de aprobados lo evidente es que los chicos ni estudian ni aprenden. No hace falta utilizar sofisticados “instrumentos de evaluación” para darse cuenta de que algo va mal.
Me viene a la cabeza un titular, “La estafa de Bolonia”, que quizá debería ser el tema a desarrollar en un libro que describiera la universidad de hoy en día. No sé si me animaré a escribirlo o lo dejaré para otra entrada pero hoy quería regresar al blog con algo más sencillo.


* * *

Se han cumplido 25 años de funcionamiento en el CEIP por el que han pasado mis hijos y en el que está a punto de terminar 6º de primaria la pequeña después de haber pasado por todos los niveles. Tengo que felicitar a la dirección y al claustro de profesores por su trabajo ya que en mi opinión lo hacen bastante bien. Al menos, yo estoy muy satisfecho.
Con motivo del aniversario se programaron algunos actos con asistencia de autoridades y miembros de la comunidad educativa y se publicó un número especial de la revista. Pues bien, en ese número aparece una fotografía del claustro de profesores que me llamó poderosamente la atención porque solamente hay profesoras. ¡Bueno! Al fondo se reconocen cuatro hombres si te fijas y los buscas con cuidado. Lo cierto es que menos de un 10% del claustro son varones.
Evidentemente esto es un hecho objetivo y no es ni bueno ni malo por sí mismo. Ya he dicho que estoy contento como padre del centro. Pero sí que es llamativo, ¿no?
En los últimos años he visto jubilarse a varios profesores y siempre han sido reemplazados por profesoras. Si alejamos el foco y miramos a otros centros creo que podríamos llegar a la conclusión de que existe una cierta “feminización” (¡vaya palabreja!) de la profesión. O desde otro punto de vista, podríamos afirmar que los varones están siendo expulsados (metafóricamente) de la profesión por razones que quizá merece la pena estudiar aunque solamente sea como caso sociológico.
Lo que parece cierto es que los varones no encuentran motivo o estímulos suficientes como para dedicarse a la carrera profesional de maestro. Como no he hecho ninguna encuesta sobre el particular no puedo aventurar si es que los emolumentos no son atrayentes o si el motivo está en el reconocimiento social o vaya usted a saber qué...
En cualquier caso, en mi opinión, es empobrecedor que la profesión de maestro se “feminice” (¿se dice así?). Al igual que en casa es importante para un desarrollo armónico de los hijos la referencia masculina y femenina considero que es bueno que los chicos se eduquen conviviendo con maestros y maestras.
Otro tema que me llama la atención es que esta “feminización” del cuerpo docente no sea objeto de denuncia por parte de los movimientos feministas mientras que sí lo sea en el caso de la enfermería o el personal de limpieza.

claustro_CEIP



4 comentarios:

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    1. Totalmente de acuerdo contigo salvo en lo de "formar a buenos profesionales" como fin del sistema educativo. Creo que el fin debe ser formar, educar, dar a conocer, fomentar el deseo de aprender... En general, sin reducirlo al ámbito profesional. Porque si solamente pensamos en educación para trabajar, para producir, caeremos en el utilitarismo. El conocimiento nos hace mejores personas en un sentido integral. Y si somos mejores personas también seremos mejores profesionales.

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