La intranquilidad y angustia que experimentáis respecto a los procedimientos de evaluación es comprensible dada la falta de certezas que padecemos en estos días. Me gustaría subrayar que la zozobra no se sufre sólo por vuestro lado sino también por el lado del profesorado. No obstante, en vez de alentar las emociones negativas, es mucho más sano ver la situación como una oportunidad y planificarse el aprendizaje de la manera más cómoda y eficiente posible. Dado que disponemos de más tiempo, ya que nos estamos ahorrando los desplazamientos, vamos a dedicar ese tiempo adicional a preparar las asignaturas haciéndonos unos buenos apuntes y resolviendo los ejercicios propuestos. Si tenéis preparadas las asignaturas, ¿qué más da cómo se evalúen? Pensemos en aprender, no en aprobar.
Planteáis un panorama dantesco: gran variedad y cantidad de dificultades, falta de claridad ante los temas, imposibilidad de seguir la asignatura con los recursos disponibles en Internet, dudas imposibles de resolver por correo electrónico... Y proponéis una solución que viene a ser el Bálsamo de Fierabrás (léase el Quijote), que disolverá todas las dificultades como por ensalmo, a saber, los vídeos.
Los vídeos educativos se han convertido en la punta de lanza de la neopedagogía y se nos presentan como lo más próximo a la ciencia infusa. Esa ciencia que se adquiere sin esfuerzo, de ahí lo de infusa, concedida por arte de magia. Como en Matrix, ¿recordáis? Si hace falta, me puedo bajar al cerebro el manual de pilotaje del último ingenio volador. Se nos vende la idea con diferentes nombres: píldoras educativas, vídeo cápsulas, e-learning, etc. Y ha cundido la fe en ellos como puede cundir en la eficacia de un crecepelos revolucionario. La idea es evocadora pero nada más.
Siento desilusionaros, pero el conocimiento se formaliza y se transmite a través de la lectura y el trabajo intelectual. En la vida real, el gobierno es por escrito, los contratos son por escrito, las especificaciones de un proyecto son por escrito, los pliegos de condiciones son por escrito, los manuales son por escrito... y así todo. Hay que aprender a escribir bien y hay que adquirir la destreza de leer bien. El uso de vídeos para transmitir conocimiento, como ya os expliqué un día, es una vuelta a la Edad Media, una época en la que la gente normal no sabía ni leer ni escribir y tenía que aprender a través de las imágenes de los templos y las actuaciones de los trovadores. ¡Por favor! No vayamos para atrás.
Tenéis material abundante para preparar cada uno de los temas de la asignatura: una colección de diapositivas que representan el equivalente a la clase presencial, una documentación complementaria que equivale a la bibliografía, una colección de problemas y sus correspondientes soluciones. Además, las prácticas de laboratorio para las que contáis con las herramientas de desarrollo, las colecciones de dispositivas, las prácticas a realizar y las soluciones a las mismas.
No entiendo qué aporta la "clase telemática" o los "vídeos pregrabados". Tenéis las presentaciones para que las estudiéis cuando consideréis oportuno y os hagáis unos apuntes con ellas y la bibliografía complementaria. Y para las dudas, me tenéis a vuestra disposición en el correo electrónico, que en el presente estado de confinamiento es como estar de guardia las 24 horas del día.
Solamente en problemas resueltos creo que hay más de medio centenar. Editados de una manera clara, detallada y con ilustraciones. Una “currada” como diríais vosotros. Todo un arsenal de medios online con los que trabajar la materia. Y ahí está el secreto: en la palabra TRABAJAR. Hay que organizarse, leer las presentaciones y la documentación, confeccionar unos apuntes, intentar resolver los problemas, contrastar las soluciones... Es decir, ser sujetos activos del aprendizaje, porque sin esa disposición nada se puede conseguir, ni con clases presenciales ni sin ellas.
Vivimos unos días en los que es muy fácil caer en el temible "déficit de atención". Un síndrome derivado de la incertidumbre y del compulsivo deseo de consumir noticias. Os aconsejo esconder el móvil durante varias horas cada día porque este cacharro nos roba el tiempo y la vida: no podemos atender a todos los vídeos que nos mandan, ni ver todos los memes que recibimos. Las noticias son reiterativas y no aportan nada más que creciente incertidumbre. Poned un poco de orden y a ESTUDIAR. Y seguro que ese panorama dantesco que describís se transforma.
Convenceos, la ciencia infusa no existe. Es un concepto religioso que el propio libro del Génesis presenta como un don malogrado, que no se va a hacer realidad por muchos vídeos que veáis. Que nadie os engañe. No pongáis en los demás la responsabilidad que solamente a cada uno atañe.
Espero haber contribuido con mis reflexiones a que no perdamos de vista lo importante. Tranquilidad, calma, estudio, trabajo.
Saludos cordiales.
Por supuesto que los vídeos y videoconferencias no son la panacea, pero, dadas las circunstancias, es lo más parecido a una clase presencial, principalmente las videoconferencias, donde el profesor puede seguir impartiendo sus clases (aunque sea limitadamente) y los alumnos pueden preguntar dudas en el momento.
ResponderEliminarUsted mismo dijo en otro post que las clases presenciales son irremplazables, y ahora dice que "...una colección de diapositivas que representan el equivalente a la clase presencial". Pues, sinceramente, una videoconferencia sí que se acerca como equivalente a la clase presencial, no unas diapositivas. Además, si con diapositivas y libros nos es suficiente aprender, ¿para qué existen las clases presenciales? Si estamos en una universidad como esta, es porque queremos tener clases presenciales. Ahora mismo no las podemos tener, a causa de la cuarentena, pero existen recursos para reemplazarlas de un modo muy similar y, porque usted considera que los videos y videoconferencias son invenciones posmodernas insuficientes para el aprendizaje, no quiere recurrir a ellos. ¿Cuánta diferencia puede haber entre una clase presencial y una videoconferencia? Dada la situación, las diferencias, creo yo, no son suficientemente amplias como para descartar el uso de videoconferencias, dado que no podemos salir de nuestros hogares.
Le doy la razón en que debemos alejarnos del teléfono móvil y trabajar sin distracciones, y le aseguro también que lo hacemos y que intentamos concentrarnos todo lo que podemos. Se lo digo porque en su argumento parece que da por sentado que la mayoría de nosotros intentamos no trabajar, o hacer el mínimo, lo cual resulta falso y, a la par, un tanto insultante. Quizá no es lo que pretende transmitir, pero es lo que yo siento al leerle, al menos.
En definitiva, estoy de acuerdo con que debemos trabajar, debemos organizarnos mejor, aprovechar el tiempo y que debemos evitar distracciones. También concuerdo con que los vídeos no son la clave, pero, a falta de clases presenciales, las videoconferencias son una buena manera de reemplazarlas, aunque sea mínimamente.
En primer lugar, muchas gracias por tu comentario. No me lo esperaba y ha sido una grata sorpresa. Es enriquecedor que alguien me haga partícipe de la opinión que le merecen mis reflexiones ya que no todos percibimos la realidad desde el mismo punto de vista y no es tan sencillo ponerse en el lugar de otro.
EliminarAfirmas que "la vídeoconferencia es lo más parecido a una clase presencial" y lo voy a dar por bueno poniéndolo en paralelo con una vídeollamada entre dos novios confinados en sus respectivos domicilios. Podríamos decir que la vídeollamada es lo más parecido a pasar un rato juntos. Tanto en la vídeoconferencia como en la vídeollamada falta la interacción personal, humana, material. Algo de interacción hay pero es evidente que no es satisfactoria. En el caso de la vídeoconferencia la carestía de interacción es mucho más dramática para el profesor que en el equivalente entre los novios.
En el caso de los novios, no sólo se hacen vídeollamadas sino que chatean, se llaman, comparten documentos, etc. En su caso, la vídeollamada se enmarca de lleno en el terreno afectivo y, aunque limitada, aporta algo a la relación. Digamos que merece la pena a pesar de sus claros inconvenientes.
La vídeoconferencia, por el contrario, no está en el plano afectivo sino en el racional (al menos de entrada) y por eso pretender soslayar los inconvenientes para alcanzar su objetivo no compensa en absoluto. Este es mi punto de vista, claro. Repito que en la clase presencial, la parte que más necesita la interacción es el profesor y sin esa interacción no hay nada. El profesor es al actor activo y el alumnado es el actor pasivo.
Estando, pues, en un entorno racional y sin interacción eficaz, ver la cara al profesor es baladí y puestos a exponer una presentación es mejor colgar la presentación y punto.
Respecto a la posibilidad de hacer preguntas en el momento, no lo voy a discutir, ya que en el plano teórico es así, pero todos sabemos que la realidad es mucho menos halagüeña.
Dirás que se hacen vídeos educativos y es cierto, pero a grandes rasgos te los voy a clasificar en dos categorías: los que cuentan una chorrada y consumen un tiempo enorme (pésimo "ancho de banda") o los producidos por profesionales de la comunicación que indefectiblemente basan su eficacia en apelar a lo emocional (gracias a un guión y montaje estudiadísimos). En este segundo caso, hemos movido el vídeo de lo racional a lo emocional.
Habría que responder a tu pregunta: "¿para qué existen las clases presenciales?" pero eso me da para una parrafada que dejo para otro momento.
No puedo terminar sin pedir disculpas por si alguien se ha podido sentir insultado. Cuando me refiero a los problemas de déficit de atención, estoy señalando un problema causado por la situación. Un problema como otros que se han descrito: por ejemplo, levantarse tarde porque falta el estímulo natural de terminar tareas en un tiempo limitado o las molestias físicas y cansancios que no tienen que ver con patologías sino con la situación de incertidumbre. Está claro que esos problemas están ahí pero hay que procurar superarlos.
Si fuera como usted dice, que los alumnos deberían ser capaces de aprender por su cuenta disponiendo únicamente de una serie de diapositivas y la documentación aportada, ¿cuál es la finalidad del profesor? Según la RAE un profesor es: “Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte” y usted define un paradigma de clases en las que la figura del profesor no aporta nada ya que todo puede ser obtenido por otros medios ajenos a la universidad. De esta forma la única función que ejerce un profesor es la de redactar y corregir las pruebas, estando despreocupado el resto de los días.
ResponderEliminarTal y como he respondido al comentario anterior, te agradezco mucho tu intervención ya que me ayuda a descubrir vuestros puntos de vista que no siempre son tan evidentes. Está claro que cada uno somos hijos de nuestro tiempo y que los conceptos cambian en función de las experiencias personales. En este sentido, vuestra opiniones educativas están mediatizadas por lo vivido en vuestra educación secundaria, no hay más,lógicamente. Pero la educación no siempre ha sido como la habéis vivido vosotros.
EliminarLa respuesta a tu intervención va en el mismo sentido que la que le debo al comentario anterior y que haré en otro momento.
No obstante, te adelanto que no estoy de acuerdo con eso de que "la figura del profesor no aporta nada". Quizá sería mejor afirmar que no aporta lo que algunos creen...
Una de las funciones del profesor, efectivamente, es la de redactar y corregir exámenes. Es la función de certificación. Una tarea de una importancia tan relevante como la de un juez y que hoy en día está siendo atacada, cada vez más abiertamente, por ciertas visiones totalitarias del modelo social. Esto también merece una entrada en este blog.
La RAE siempre certera: “Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte”. Hacer honor a esa definición es incompatible con estar "despreocupado el resto de los días", te lo aseguro.