Lamentablemente se han hecho habituales las invitaciones a participar en sondeos relacionados con proyectos de investigación de sesgo tecnológico. Dudo mucho de que tengan un verdadero interés técnico, pero comprendo que es más sencillo guisar un artículo “científico” en la cocina estadística de rutinas de uso y opiniones, que ponerse a hacer ingeniería de verdad.
Con todo, lo que más me llama la atención es la veneración que algunos profesan a estos datos. Dicen, sin rubor, que son objetivos, cuando su naturaleza es absolutamente subjetiva: son, sin duda, opiniones o hábitos de sujetos individuales.
Otra cosa es que la presentación que se nos ofrece sea cuantificable y, normalmente, muy sugerente en impactantes gráficas. Estos devotos de la demoscopia llaman objetivo a lo numérico, pero su razonamiento es falaz, puesto que la “objetividad” de las cifras sólo sirve para compilar lo subjetivo, no para convertirlo en verdad. ¡Seamos cautos!
Pondré un ejemplo que me parece absolutamente elocuente. En época de Galileo, muchos opinaban que la Tierra era el centro del Universo, pero eso no era cierto. La verdad era y es que la Tierra gira alrededor del Sol. Así, ya hubieran podido defender el geocentrismo el CIS, Kantar y el sursum corda, todos juntos, que no por eso hubieran tenido razón ni hubieran sido objetivos. Sus conclusiones serían cuantificables, pero no verdaderas.
Lo mismo podríamos decir respecto al terraplanismo o respecto a alguna apresurada deducción alumbrada observando el gusto de las moscas por posarse en los excrementos. No en vano, las conclusiones sociológicas son muy volátiles: hoy la gente opina esto y mañana opina lo contrario.
Creo que queda definitivamente demostrado que la sociología no es fuente de verdad ni de objetividad, por mucho que sus corolarios se cuantifiquen numéricamente. Para colmo, las conclusiones dependen mucho de qué se pregunte y cómo se pregunte, de cómo se cocine y de qué manera se dibujen las gráficas. Demasiadas variables como para fiarse.
Nuestros líderes, gestores y administradores deberían tener claro a dónde nos quieren llevar en lugar de quedarse rezagados observando encuestas. Líder es el que va delante, abriendo camino en pos de un fin animado de verdad, y no el que se queda detrás, mirando qué hace el grupo para decirle lo que desea oír.
En cada universidad, la preceptiva evaluación de la calidad de la actividad docente, se enmarca en los respectivos programas DOCENTIA. Pues bien, en el caso de mi universidad, la medida de la calidad viene dada por lo que digan las encuestas de satisfacción que rellenan los alumnos, unos pocos, por cierto.
Evidentemente, por mucha estadística que le pongamos, las opiniones de los estudiantes son subjetivas y, naturalmente, sujetas a cómo le haya ido la fiesta a cada cual. No son fuente de verdad.
Un verdadero profesional de la enseñanza no debería verse supeditado a tales opiniones, porque el que conoce la asignatura y lo que necesitan sus alumnos es él y no la suma de opiniones subjetivas. En la enseñanza, el cliente no siempre tiene razón. Flaco favor le hacemos a la universidad si relegamos la calidad a la opinión de quien viene a ser formado. El líder va delante tirando del conjunto, no sigue el volátil deseo del alumnado.