jueves, 6 de noviembre de 2025

Del "funeral laico" a la "infrafinanciación": como usar el diccionario del mentiroso

Vivimos en la era de la publicidad, de las consignas, de los eslóganes. La verdad no importa. Lo que interesa es evocar ideas atrayentes, aunque sean falsas, para que permeen las almas y las entontezcan.

En mi bachillerato se estudiaba lógica filosófica y nos enseñaban los diferentes tipos de silogismos. Así aprendíamos a detectar falsedades veladas. Todavía hoy me sale analizar los spots publicitarios bajo ese prisma y me parto de risa. Hoy BARBARA, CELARENT, DARII, FERIO quizá suenen a estrellas de Spotify, pero no más.

Nos timan sin esfuerzo. Usan las palabras para engañarnos y ni nos enteramos. Ahí está el "funeral laico" del otro día, que, en realidad, fue un holocausto expiatorio en el que se sacrificó un zote terco, entregado dócilmente a su propia inmolación.

Lo del "funeral laico" suena a oximoron. Un funeral es una ceremonia abierta a la trascendencia, es decir, al más allá, sea este de la naturaleza que sea: el estado de Visión Beatífica para los cristianos o el Valle de los Juncos para los antiguos egipcios. Sin embargo, al adjetivarlo con la palabra "laico" pierde su sentido original y evoca otro tipo de celebración: un memorial. Pero, ¿por qué no llamamos a cada cosa por su nombre? Muy sencillo. Un memorial tiene menos presencia que un funeral y lo que buscaban los organizadores del acto era un decorado ostentoso para escenificar la oblación política con empaque. Esto es, la pompa de la liturgia católica, pero sin el molesto más allá, que siempre reclama paciencia, compresión, misericordia, veracidad, generosidad, etc.

Dicho sea de paso, me llama la atención que no haya salido ningún obispo de la Conferencia Episcopal a señalar la trampa. Creo que si no defienden su negociado, dentro de poco sobrarán por completo. Parece que se han autoexcluido de la vida pública. Deberían tomar nota de lo que le hicieron al faraón Akenatón cuando se le ocurrió postergar el culto al dios Amón. Se la liaron parda y tuvo que venir su hijo Tutankamón a poner orden. En fin, ellos sabrán.

Existen otros ejemplos de ilusionismo semántico: "justicia social", "clase invertida", "relación abierta" y muchos más. No obstante, estos días han puesto de moda una palabreja nueva: "infrafinanciación". Con este neologismo se pretende fabricar la sensación y difundir la falsa idea de que la universidad no dispone de fondos suficientes para poder llevar a cabo sus fines, evidentemente por culpa de la derecha en general y de Ayuso en particular. No seré yo quien defienda en mi blog ni a la una ni a la otra, pero sí que voy a demostrar que la universidad pública dispone de los recursos necesarios para cumplir su misión.

La LOSU eliminó el requisito de que el 51% del personal docente fuera funcionario, lo cual ha conducido a la precarización del profesorado, disminuyendo la tasa de funcionarios a una horquilla que va del 28% al 38%, aumentando el porcentaje de ayudantes doctores y abusando de la figura del sustituto, introducida por la nueva ley para cubrir temporalmente las ausencias del personal docente e investigador. La consecuencia ha sido la disminución de la masa salarial de los docentes. Además, lo que observamos desde dentro es que un porcentaje enorme de funcionarios disfrutan de descargas docentes, cargos con derecho a complemento retributivo y licencias varias, evidenciando una política irresponsable, incompatible con el fingido escenario de penuria económica.

Y, ¿en qué se gasta la parte del presupuesto que no son nóminas? En edificios vacíos, campañas publicitarias —recordemos a Hormona y Neurona—, proyectos fallidos, la reforma de la cafetería del rector, licencias de streaming, el viaje de "fin de mandato" a Harvard, etc.

Los fines de la universidad son la búsqueda de la verdad y la docencia, y para alcanzarlos hay dinero suficiente. Lo que falta es estudio —no investigación, que se reduce a publicar papers sin relevancia— y ponerse a dar clase. Ahora bien, para las ocurrencias, las sinecuras, los viajes, los premios y las chorradas, sí que hace falta dinero, a espuertas, ya que son un pozo sin fondo.

Por otra parte, estoy de conmemoración porque esta es la centésima entrada de mi disruptiva bitácora. No se me ocurrió pensar, hace ya nueve años —aquel noviembre de 2016 en el que empecé con mi murga— que llegaría a escribir 100 entradas y menos aún que pudiera alcanzar alguna vez las 100.000 visitas (quedan muy pocas). No creo que conquiste el título de "influencer" y menos aún que viva de ello, pero me daré con un canto en los dientes si un nuevo Guy Montag abre los ojos.

Es de justicia reconocer aquí y ahora a dos de mis grandes seguidores: Clara y Javier. Tengo para mí que disfrutan de algún poder extrasensorial que les permite presagiar el momento en el que pulso el botón "publicar", pues me da la sensación de que leen cada nueva entrega nada más aparecer. ¡Gracias! ¡Esta faena va por ustedes!

sábado, 25 de octubre de 2025

Una idea genial: cargar las deudas a los jóvenes

Como digo en la entrada precedente, mi generación ha tenido la genial idea de cargar una deuda pública inasumible a los que vendrán. Esto significa que los jóvenes que están formándose y aún no han entrado al mercado laboral, los niños y todos los que lleguen a este mundo en los próximos años están en números rojos, predeterminadamente condenados a trabajar para devolver un dinero que no usaron y sobre el que nadie les pidió opinión.

La cuantía de nuestra deuda se puede ver en esta página web y asciende ahora mismo a unos 1,75 billones de euros, lo cual representa 1,28 veces el PIB (Producto Interior Bruto) de España en un año, es decir, toda la riqueza en bienes y servicios que producimos durante 12 meses.

Deuda pública española

Evidentemente, dicha riqueza no se puede usar para devolver lo prestado de un plumazo, pues es necesaria para vivir. Lo digo por si alguien propone emplear íntegramente el esfuerzo de 16 meses para amortizar las deudas y poner el contador a cero. Lo razonable es ir devolviendo poco a poco lo que se debe, pero lo que realmente hacemos es todo lo contrario: pedir más y más cada año. ¡Qué locura!

Este disparate le está absolutamente vetado a particulares, familias y empresas —ya cuidan los bancos de ello—, pero nos parece natural que lo perpetren los gobiernos, pues nos han embaucado con la patraña del estado del bienestar, como si este fuera exclusivamente material. Hace sólo unos días, el diario EL PAÍS publicaba la noticia de que en breve se alcanzará un endeudamiento global del 100% del PIB mundial. Fijémonos que nosotros vamos ya muy por delante con un 1,28%. Somos alumnos aventajados en la escuela del despropósito.

Alguien podría argüir que es natural endeudarse para invertir en un negocio o para adquirir una vivienda. En estos casos, se cumple a la letra la clásica definición de préstamo, cambiar dinero por plazos, que se materializa como un contrato por el que recibe dinero en el presente a cambio de devolverlo en el futuro, pagando intereses. Así, se consigue liquidez hoy, para cubrir una necesidad o una inversión, bajo la obligación de cancelarlo a plazos mediante los rendimientos del trabajo o de la inversión.

Sin embargo, si observamos el gráfico correspondiente al presupuesto de gastos del ejercicio 2022, veremos que el 42% corresponde a pensiones, no a inversiones productivas o necesidades vitales, lo que sumado al 7% de amortización de deuda atrasada, da un total cercano al 50%. Es evidente que esta losa presupuestaria nos impide disponer de unos servicios adecuados, que contribuyan de manera efectiva al cacareado estado del bienestar —listas de espera, trenes parados, etc.—y a generar valor.

Presupuesto de gastos 2022

Miremos a la cajita etiquetada con la palabra "sanidad". Si la medimos, obtendremos que equivale al 1.5% del total. ¿Y la cajita "educación"? Esa ni aparece. Es sorprendente, ya que cada vez que nos suben los impuestos lo justifican con la sanidad y la educación. Para no hacer trampas, hay que decir que los gastos en sanidad y educación son mayores de los que refleja este gráfico de los PGE (presupuestos generales del estado) pues las comunidades autónomas contribuyen en su sostenimiento cobrando los correspondientes impuestos, ¡otros!, no se nos olvide.

¿Es justo comprometer a las generaciones venideras en el disfrute de las pensiones actuales? Yo creo que no. Los pensionistas dirán que se han ganado el derecho, pero hay que recordarles que no se han dotado de un sistema honesto: España es uno de los pocos países del mundo que usa un sistema de reparto frente a la alternativa basada en capitalización. Es como si yo decidiera hacerme con una villa de lujo en Mallorca, a costa de hipotecar a mis hijos de por vida —sus vidas, no la mía—, con la excusa de que me lo merezco.

Es cierto que nuestros políticos saben perfectamente que la Seguridad Social está quebrada y ninguno, sea de la ideología que sea, hace nada para mejorar las cosas, pero no es menos cierto que les dejamos hacer lo que les da la real gana, mientras despistan nuestra atención de lo importante con chorradas. Líder es el que va delante abriendo camino, pero los nuestros van detrás leyendo encuestas, que es lo único que saben leer, dado su ínfimo nivel cultural.

Engañamos a nuestros jóvenes con la educación, les imputamos una deuda sobre la que no han decidido... ¡Es para hacérselo mirar!

*    *    *

NOTA: Como me leerá algún expertillo indignadete, voy a salir al paso de sofismas. Esa deuda de 1,28 veces el PIB es una tasa que, evidentemente, puede disminuir si crece el denominador, esto es, el PIB. Ahora bien, para conseguir eso hay que aumentar la productividad haciendo alguna de estas cosas:

  • disminuir los costes de la mano de obra
  • disminuir el precio de la energía
  • bajar los impuestos y reducir la burocracia
  • adelgazar el sector público
  • mejorar la formación de los jóvenes
  • modernizar las infraestructuras
  • multiplicar la población

¿Sobre cuál de estos aspectos se está actuando decididamente? Parece que sobre ninguno. Pues nada, que siga la fiesta de la democracia.


martes, 14 de octubre de 2025

¡Qué afición le hemos cogido a engañar a los jóvenes!

"Todos los que estáis en la universidad habéis entrado por méritos propios, y con una capacidad contrastada para poder, no solo iniciar unos estudios universitarios, sino para finalizarlos." Esto afirma tajante Jorge Pérez Serrano, vicerrector de Estudios de Grado y Acceso de la UAH, en la newsletter Sigillum Nostrum, un boletín, recopilación de insulsas noticias, que se distribuye semanalmente a mayor gloria del necio postureo institucional impulsado por el actual rector, cuyo mandato agoniza con más pena que gloria, tan flaco en logros como ayuno de ideas.

Si Jorge Pérez quiere decir que todos los alumnos de nuevo ingreso han superado los requisitos que establece la ley para acceder a la universidad, entonces le doy la razón. ¡Faltaría más! Estaría bueno que hubiera enchufes, recomendaciones y privilegios en la universidad pública... tanto entre alumnos como entre profesores y gestores...

Ahora bien, lo de la "capacidad contrastada" ya no está tan claro. Las evidencias nos muestran que los estudiantes vienen con serias carencias, que sus conocimientos no son los esperados y que sus capacidades dejan mucho que desear. Recientemente hemos podido leer en la prensa el caso de Álex Torío, profesor de enseñanzas medias, que denuncia que se fuerce a aprobar a todo el mundo. La cosa no es de ahora: ya en el 2018 escribí sobre el particular.

La percepción del profesorado universitario es que los chicos vienen cada vez peor preparados y que cuesta un esfuerzo titánico conseguir que alcancen el nivel adecuado. Entonces, ¿es que Jorge Pérez no habla con los profesores? ¿Es que vive aislado en la burbuja de su despacho?

Y lo de poseer la capacidad necesaria para finalizar los estudios universitarios también tiene su miga. Entre los profesores se da por verosímil una leyenda según el cual lo difícil es matricular a una vaca, pero una vez conseguido, la vaca titulará.

Cabe preguntarse qué pretende el vicerrector con su cursi mensaje. Este tipo de consignas lo único que consiguen es distraer, desactivar, adormecer y engañar. Para los jóvenes, los estudios universitarios deberían ser un reto estimulante, no un paseo cansino. Recuerdo mi primer día de clase en la asignatura de Física General, en el que el profesor nos animó a estudiar duro y pronosticó que no todos terminaríamos la carrera, como efectivamente sucedió. No era adivino, sólo tenía sentido común... y un grandísimo conocimiento de su materia, que ya quisieran para sí muchos catedráticos de hoy en día. Conocimiento que desplegaba tiza en mano, sin papeles, notas, diapositivas ni zarandajas innovadoras.

Que le hemos cogido gusto a engañar a los jóvenes es una evidencia. Va para tres años que Daniel Arias Aranda, catedrático de la Universidad de Granada, publicó su ya famosa carta "Querido alumno universitario: Te estamos engañando", a la que siguió un libro que profundiza en el tema.

El halago desactiva, lo fácil desincentiva. En el fondo, se trata de la trampa del "do ut des" que denuncio en la entrada previa: "te apruebo, te lo pongo facilito y tú, querido alumno, dejas que me dedique a lo mío", parecen estar diciendo todos estos mentirosos.

Citaré un fragmento de Los gozos y las sombras I. El señor llega, de Gonzalo Torrente Ballester

“Carlos se acercó y leyó:
    »¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
    »E, inmediatamente, el recuerdo de los versos restantes le vino a la memoria, y, con él, la clase de Literatura en el colegio de jesuitas de Vigo. Apartó el libro y siguió recitando:
    »¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
    »que a mi puerta, cubierto de rocío,
    »pasas las noches del invierno, oscuras?
    »—¿Lo sabe?
    »—Claro. Soy bachiller.”

Un bachiller de no hace mucho se sabía este soneto de memoria. Hoy, difícilmente, encontraremos uno que sepa que es de Lope de Vega.

Estafamos a los jóvenes en la enseñanza, un fraude que les resta oportunidades y, por tanto, les condena a la mediocridad. Pero no sólo en eso: les hemos escondido los valores, para que vivan de sentimientos y opiniones; y les hemos colocado una deuda pública inasumible, para que paguen la fiesta que nos estamos dando a su costa... Una traición es moral y la otra material, pero hablaremos de ellas otro día. 


martes, 16 de septiembre de 2025

Comienza el curso: ¡todos aprobados!

La semana pasada empezó el curso después de un largo verano para los estudiantes. Todavía estamos en periodo de adaptación, que hoy en día es bastante largo, para prevenir un eventual derrame cerebral a causa del esfuerzo intelectual. En el instituto se entra más tarde y se sale antes, por lo que las calles aledañas están repletas de chicos peripatéticos, por lo de deambular, no por la orientación filosófica. En la universidad algo similar: las clases son algo más cortas, se rellenan con algún test u otra actividad prescindible mientras, poco a poco, sin agobios, se va afianzando el conociendo mutuo. Por eso, muchos alumnos no acuden a la(s) primera(s) clase(s), pues no sirve(n) de nada, y así estiran el merecido descanso estival. Aunque he puesto los paréntesis para no ser excesivo, lo cierto es que habría que quitarlos.

Pues bien, me cuentan de no sé qué carrera, de no sé qué universidad, que varios profesores se han presentado anunciando el aprobado general: sus asignaturas ya están superadas. "Tranquilos, chicos. Nada de estrés ni malos rollos", parecen clamar. Habrá que hacer algún examen de test sencillo, un trabajito colaborativo o participar en alguna experiencia de aprendizaje invertido o gamificado, y ya. La cacareada innovación pedagógica, envoltorio de métodos de aprendizaje indoloros y milagrosos, que esconde la falacia de la ciencia infusa.

¿Qué clase de aliciente tiene algo facilón? ¿Cómo vamos a cultivar en nuestros jóvenes la virtud de la constancia si les garantizamos un título sin trabajo? ¿Por qué van a valorar su disciplina académica si no requiere esfuerzo? ¿Para qué van a asistir a las clases si no hay tensión intelectual? ¿Es que se puede alcanzar la excelencia en cualquier trabajo sin luchar por ello? 

Todos conocemos las respuestas a las preguntas precedentes. Entonces, ¿por qué actúan así estos profesores? Evidentemente, no tengo una respuesta sencilla; cada uno es cada uno, (y tiene sus cadaunadas, que diría Unamuno) y desconozco las intenciones de los demás. Sin embargo, el "¡Todos aprobados!" es un magnífico salvoconducto para el que no se sabe la lección, para el que elude sus obligaciones docentes o para el pusilánime, que prefiere no enfrentarse a los comisarios que velan por el correcto porcentaje de aprobados. Es un "do ut des", "te apruebo y déjame en paz", "no me exijas, que yo no te pido nada", "vive y deja vivir"...

Hay algunos que defienden que el profesor es un mero acompañante, que cada estudiante es un ser talentoso per se y que sólo es necesario que ese talento encuentre su cauce y se manifieste, cosa que será sí o sí antes o después. Podríamos rebatir esta idea fácilmente, pero creo que basta con leer a Álex Torío en la prensa estos días ("Tenemos alumnos de 18 años que no saben las tablas de multiplicar") o echarle un vistazo a los informes PISA para volver a la cruda realidad.

 

lunes, 14 de julio de 2025

Pluriempleo en la universidad pública

En los últimos tiempos se ha desatado una polvareda mediática a cuenta de la avalancha de universidades privadas que han sido aprobadas. Sólo en Madrid, y a modo de ejemplo, contamos con 6 universidades públicas y 13 privadas, pero el fenómeno se replica en otras comunidades y viene amparado por una ley propuesta por Manuel Castells, exministro de universidades del PSOE.

La polémica es alimentada por los rectores de las públicas, que ven en la competencia un peligro en vez de una oportunidad. No descubro nada nuevo si afirmo que la pública se ha aburguesado y que, en algunos casos, se he convertido en un expendedor de títulos sin valor, precisamente el pecado que achacan (no siempre con verdad) a la privada. Por su parte, la privada ofrece mejores servicios, bolsas de empleo y planes de estudios interesantes y adaptados a los nuevos tiempos, lo cual es tan valorado que, a pesar de su elevado coste, se percibe como una provechosa inversión.

La gandulería institucional de la pública, monopolio de facto en muchos ámbitos de la enseñanza superior, ha provocado una esclerosis administrativa absolutamente paralizante, que amenaza de muerte al paraninfo. Para colmo, la falta de compromiso de gestores y docentes, más ocupados en la impostura que en el trabajo bien hecho, ha favorecido la formación de cortijos y reinos de taifas que, en su pugna por el poder, debilitan y descapitalizan el ente, mientras reclaman el aumento de la financiación a los políticos, con la infundada esperanza de que con más dinero se corregirá el rumbo.

Pues bien, con este escenario de fondo, observamos estupefactos como un número nada desdeñable de docentes de la pública se pluriemplean, sin que sus administradores hagan nada por remediarlo. Podríamos ordenar el fenómeno en las siguientes categorías:

a) Los gestores

Este grupo lo conforman mayoritariamente los desertores de la tiza, que se quitan horas de clase para dedicarse a la gestión en una panoplia de cargos de lo más variopinta. No han acreditado su competencia para esas tareas, pero no importa porque nadie les pide cuentas. Esta categoría es promovida por los más altos cargos para garantizarse el control de la institución. Son sinecuras típicas del personal funcionario, que implican la contratación de otro personal de mayor precariedad laboral para cubrir las clases que ellos dejan de dar. El personal precario, en su anhelo por lograr la estabilización, suele hacerle la investigación a los gestores. Negocio redondo.

b) Los asociados

Los profesores asociados han de ser pluriempleados por naturaleza, ya que se supone que son personal de reconocido prestigio que presta sus servicios fuera de la universidad. Hasta ahí todo bien. De hecho, algunos son realmente valiosos, solventes y comprometidos. No obstante, este grupo, cada vez más numeroso, puede servir para encubrir golosas desviaciones. Copio del curriculum vitae de uno de ellos:

"[Fulanito] es profesor en [universidad privada] y [universidad pública], así como en otras muchas universidades en Perú, Argentina, Nicaragua... Es codirector de varias Cátedras de [área de conocimiento] y [otra área de conocimiento], investigador principal del grupo de [tema], y también formador de [ristra de instituciones y empresas]."

He alterado varios elementos del texto, pero no he añadido nada. Este profesor (doblemente) asociado, que trabaja en su empresa, es capaz, además, de desarrollar toda esta actividad sin despeinarse. Puede que esto sea legal, pero no tengo tan claro que sea ético.

El chollo es inmejorable para el docente y un win-win, que dicen ahora los cursis, para la universidad pública y la privada, que abaratan sus costes mientras los funcionarios se rascan la nariz con cargo al erario público. Además, la privada se beneficia de la investigación que dirigen estos esforzados hombres orquesta (los mismos proyectos con nombres diferentes). De esta forma, la privada cubre las expectativas en este aspecto sin tener que invertir casi nada y los "investigadores" consiguen nuevos becarios que les hagan el trabajo duro. Otro win-win.

c) Los pillos

La excepción que contemplaba la LOU para que los profesores funcionarios pudieran compatibilizar el ejercicio privado con el público era que participaran en empresas de base tecnológica promovidas por su universidad y participadas por ésta. Sin embargo, algunos de los pluriempleados de esta categoría incumplían el que sus empresas hubieran sido promovidas y participadas debidamente. Ahora, la LOSU sólo prevé solicitar la excedencia, pero no siempre se hace. Los hay que tienen en la pública un colchón económico mullido y seguro, mientras mejoran sus ingresos en otros negocios, operando a menudo desde el propio despacho de la institución docente. No es raro encontrar sonrientes fotografías de estos pillos en webs corporativas de empresas privadas.

El siguiente enlace explica muy bien por qué estas conductas son lesivas para lo público, aunque el artículo se centre en el caso de los profesores de derecho.

*    *    *

"Zapatero, a tus zapatos" que dice el refranero español. No se puede garantizar la calidad si no se garantiza la dedicación. Mientras no se limiten los profesores pluriempleados en la universidad pública, ya pueden cacarear lo que quieran los rectores, que de nada servirá, pues no es más que un hipócrita rasgado de vestiduras. Y las privadas a lo suyo.


martes, 17 de junio de 2025

Y el catedrático alumbró un libro

Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a promocionar desde esta tribuna el feliz alumbramiento de un libro escrito por un compañero. Vaya por delante, que no es un compañero cualquiera. Es el catedrático de Ingeniería de Sistemas y Automática más influyente a este lado del río Misisipi. Al menos eso es lo que él dice de sí mismo.

Muchos estarán elucubrando acerca del contenido y la editorial, y algún malicioso ya habrá torcido el gesto imaginando páginas llenas de fórmulas y alambicados planteamientos sobre control de procesos. Pero no. Se han equivocado de medio a medio. Nuestro ínclito catedrático ha publicado un libro de viajes, emulando a Marco Polo, John Steinbeck, Vicente Blasco Ibáñez, Rudyard Kipling o Jack London.


Iluso de mí, pensaba que alguien que ha alcanzado tales cotas del saber, que posee tantas patentes y que ha dirigido tantas tesis y trabajos de investigación, tendría a bien desasnarnos y procurar que nuestras romas mentes pudieran rozarse, siquiera levemente, con los principios de los sistemas de control. Me equivoqué una vez más. ¿Ciencia? ¿Para qué?

La gente malévola se pregunta si esa pasión por los viajes y la vida internacional que "lo ha llevado a visitar más de 100 países en todos los continentes y a volar una cantidad de kilómetros equivalente a más de 50 vueltas al mundo" no habrá sido pagada con dinero público. No en vano ha sido subdirector de centro, vicerrector de relaciones internacionales y gerente en la Universidad de Alcalá, entre otros momios.

Pensemos que, a día de hoy, los proyectos de investigación y los artículos, con los que se adornan muchos profesores en la universidad, son pagados con dinero público. Dinero público con muy escaso retorno social, pues poco se enseña, y que casi sólo sirve para que medre una casta casposilla de gente mediocre. Si, al menos, publicaran sus conocimientos científicos... aunque para eso hay que tenerlos.

Miguel Ángel Sotelo es el típico "catedrático del siglo XXI", concepto acuñado hace algunos años en un Consejo de Departamento en el que denuncié la proliferación de cátedras de promoción interna y a los llamados "catedráticos de optativas". Allí se me aclaró que un catedrático moderno no tiene que dominar la materia de su especialidad, ni responsabilizarse de la dirección académica de la misma, sino que es, sencillamente, un gestor que "trae dinero".

Visto lo visto, yo diría que DETRAE dinero público en beneficio personal, que es muy diferente.


domingo, 15 de junio de 2025

Los expertos

“Se toman y se pronuncian palabras jóvenes
Hasta dejarlas pulidas y uniformes
Y nadie recuerda
Qué forma tenían y qué significado.”

(Mientras estemos a tiempo)
El tercer sacramento, Ana Blandiana


Hoy en día, hay expertos para todo. De la óptica cuántica a las lenguas precolombinas, y de los gusanos abisales a los tratamientos dermatológicos, cada día se publican noticias en las que algún rutilante perito nos ilustra acerca de cualquier materia, habitualmente para enmendar lo que creíamos saber. ¡Qué zoquetes somos!

Me sorprende mucho que, a estas alturas de la película, haya expertas en trucos de limpieza. Nos hablan de las típicas recetas a base de bicarbonato y vinagre, sin un ápice de rubor por aquello de la sexualización de las tareas. Parece que más vale ser experto en algo que anónimo defensor de la justicia social.

El auge de la "expertez" es proporcional a la devaluación de las tradicionales acreditaciones de diplomado, licenciado, doctorado, graduado o maestro en áreas concretas de conocimiento. Habida cuenta de que la universidad pública se dedica a repartir títulos que de nada valen, pues es bien poco lo que se enseña y menos aún lo que se exige, se multiplican los autoproclamados expertos, buscadores de fama y de dinero, vendedores de humo y milagrosos jarabes.

Ayer, sin ir más lejos, leía lo siguiente en la revista de ISSN: 2952-4075: "[Fulanita de Tal] es periodista, escritora y experta en cultura pop. Esta última etiqueta se la ha puesto ella misma, pero no le avergüenza presumir de titulaciones inventadas." Más claro el agua. Por cierto, en lo de titulaciones inventadas y en la falta de vergüenza coincide con nuestros políticos.

En este tema hay que reconocerlo la Universidad de Alcalá fue pionera. Allá por 2003 publicó su primera (y última) Guía de Expertos. Fue una iniciativa personal del rector Virgilio Zapatero, político del PSOE, defenestrado posteriormente por el (eventualmente) muy afligido Pedro Sánchez. ¡Qué tiempos aquellos en que la universidad era cementerio de elefantes de políticos de renombre! Ahora prefieren recalar en los consejos de administración. ¿Por qué será?

Guía de expertos UAH

La guía, conservada por alguno como un tesoro, es un monumento a la impostura, un testimonio notable de la enfermedad académica, un indicio esclarecedor de la estulticia larvada, que ha eclosionado en nuestros tiempos en toda su inmunda podredumbre. Ya no tenemos sabios, tenemos expertos.

Gracias a las páginas que nos regaló el inefable rector-político descubrimos que él, catedrático de Filosofía del Derecho era experto en Filosofía del Derecho, o que José Blázquez Galaup, un pésimo vicerrector, se declaraba perito en Gestión Universitaria. Podríamos seguir, pero no merece la pena aburrir al lector con la casposa relación de méritos inventados.

La confección del vademécum se realizó por el sencillo expediente de remitir un cuestionario a 755 profesores, de los que contestaron 444, intuyo que algunos por pura indulgencia. Puede que los trescientos que se abstuvieron de participar en semejante chorrada no se consideraban dignos de la "expertez" de la UAH. Por cierto, el listado da fe de la altísima proporción de profesores Titulares de Escuela Universitaria, esto es, sin doctorado, que había hace 22 años, de los que un porcentaje enorme es ahora catedrático (¿de promoción interna?). ¡Qué talento! ¡Qué capacidad de trabajo!

Como nos alerta Ana Blandiana (Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024), de tanto manosear las palabras, terminamos por olvidar su significado original.