miércoles, 27 de septiembre de 2017

Coger bien el lápiz

Hasta las facultades más espirituales del ser humano dependen de un abanico de destrezas materiales para expresarse. Así, por ejemplo, alguien que disfrute de la capacidad de componer música necesita tocar un instrumento o saber escribir partituras para que las obras que imagina puedan llegar a los demás.
Lo mismo sucede con la facultad de conocer, pensar, discurrir y solucionar problemas. Hay que dominar el lenguaje: leer y escribir. Lo de leer no tiene discusión y es un tópico recurrente en las campañas publicitarias con las que los organismos públicos consumen parte de su presupuesto.
Escribir también es necesario pero no me refiero sólo a la aptitud para redactar correctamente sino a algo más material aún: hablo de coger bien el lápiz.
Me he fijado que muchos de mis alumnos cogen el lápiz de una manera complicada y nada funcional de manera que la unión mano-lápiz da la impresión de un feo muñón. Ese tipo de acople no permite la velocidad y es fatigoso. Los chicos se dejan las palabras sin terminar ya que su destreza (falta de ella, más bien) no es capaz de seguir a su cerebro.
Para más inri, no sólo cogen mal el lápiz sino que también escriben mal. No digo que escriban con mala letra sino que lo hacen con una letra muy trabajosa de hacer e ilegible al fin. No saben escribir sin levantar el lápiz del papel. ¡Vamos! Que no son capaces de hacer lo que siempre hemos llamado letra enlazada o "cogida de la mano". Dibujar palabras levantando el lápiz del papel a cada paso hace imposible escribir rápido.
El origen de esta falta de destreza escritora puede ser variado pero subyace una filosofía que pretende primar la creatividad y la espontaneidad sobre los hábitos. Evidentemente, adquirir hábitos implica un esfuerzo y una disciplina... y eso no se lleva hoy. Parece ser que si imponemos al niño una manera de escribir le estamos coartando su personalidad. Sin embargo, este modo de pensar es falaz... aunque suene democrático, participativo y “enrollado”.
Si no obligamos al niño a adquirir buenos hábitos de escritura no favorecemos sus capacidades innatas sino que le condenamos a no poder expresarlas ni compartirlas ni hacerlas crecer.
Algunos objetarán que esto que digo es una simpleza (otra más) y que hay premios Nobel que escriben fatal y no saben coger el lápiz. ¡Vale! Aunque no conozco personalmente a ninguno de esos genios, estoy seguro de que eso es cierto. Pero no pensemos en los talentosos que, sean cuales sean sus circunstancias, son capaces de sobresalir. Pensemos en la gran mayoría, en los que somos del montón y necesitamos de la ayuda de los hábitos buenos.
No creo que sea un simpleza señalar las carencias de una educación que se autodefine pomposamente como “creativa, participativa y práctica” mientras nos roba las herramientas que necesitamos para crecer libremente.

cartilla Rubio
Contraportada de las cartillas Rubio

La imagen está tomada de la contraportada de las cartillas Rubio que hacíamos de pequeños para aprender caligrafía. Se siguen vendiendo y yo las he usado con alguno de mis chicos para ayudarle a mejorar la letra. Por cierto, creo que esta empresa es todo un ejemplo de capacidad de adaptación a los nuevos tiempos ya que han sabido ofrecer un servicio valioso usando los medios actuales: innovación con peso específico. ¡Nada de vender humo!

viernes, 22 de septiembre de 2017

Diálogo

Tengo abandonado el blog. Es un hecho. No sé si caben o no excusas pero da igual. Tengo el propósito firme de retomar esta tarea y lo conseguiré.
Ahora no he podido dejar de buscar esta herramienta para desahogarme. Diálogo y más diálogo. Es la palabra clave estos días. Parece que el diálogo es el bálsamo de Fierabrás que curará mágicamente las enfermedades que padece nuestra sociedad y cuyos síntomas se manifiestan estos días con virulencia.
Dicen "sentémonos a hablar, a dialogar" o "hay que hacer política"... ¿Hablar? ¡Vale! ¡Hablemos! Pero, ¿de qué? ¿para qué?
Lo que falta no es diálogo. Lo que falta, sobre todas las cosas, es PENSAR. Antes de sentarse a hablar habrá que darse un paseo y saber qué pasa, por qué, dónde está el origen y cómo podemos encauzar esta lamentable situación.
Un vez más comprobamos que nuestra sociedad está ayuna de saber. No sabemos lo que queremos. No sabemos a dónde queremos ir... y por eso no vamos a ninguna parte. Otra prueba del desastre de nuestra educación.
Lo del diálogo es igual que lo de la libertad de expresión. Para ser libre expresándose no basta con que te den la palabra sino que hace falta ser capaz de pensar libremente, no usando píldoras de "pensamiento correcto" de usar y tirar.
Luego, cuando el bálsamo del diálogo demuestre su ineficacia, diremos, como don Quijote a Sancho, que la culpa es del escudero por no ser caballero andante.