domingo, 17 de junio de 2018

Los exámenes de "no-septiembre"

Me recordaba Salva hace unos días que tengo abandonado el blog. Y como tiene razón y siempre es bueno sobreponerse a las excusas, aquí voy con una nueva entrada. El tema fue parte de nuestra conversación: los exámenes de “no-septiembre”.
En opinión de todos los profesores con los que he hablado, sean de secundaria o de universidad, el adelanto a junio de los exámenes de septiembre no beneficia ni a profesores ni a alumnos.
A los alumnos no les resulta de ninguna ayuda que no les demos tiempo para volver a prepararse (o prepararse por primera vez) una asignatura. Salvo en aquellos casos en los que el alumno ha rozado el aprobado es muy difícil conseguir en poco tiempo aprender lo necesario para superar una materia pendiente. Es cierto que las estadísticas nos dicen que mayoritariamente los chicos llegan a septiembre sin haber estudiado pero eso no es razón para dar la batalla por perdida y montar este paripé de las pruebas extraordinarias en junio-julio. Da la sensación de que se hacen por aquello de que nadie diga que no se han hecho, por cubrir el expediente pero sin fe en el fondo pedagógico que tienen.
A los profesores tampoco nos beneficia. Trabajamos lo mismo y cosechamos menos aprobados. Este curso, en secundaria, se ha obligado al profesorado a duplicar la programación de junio para atender a los chicos ya aprobados y a los que deben prepararse asignaturas para la convocatoria extraordinaria. Pretender mantener a estas alturas del año dos grupos bien diferenciados de alumnos en la misma aula es una locura. ¿Qué puede hacer el docente para motivar a quien ha hecho ya su trabajo y no tiene que dar cuenta de él?
Entonces, ¿a quien beneficia el adelanto? El sentir general es que beneficia a la Administración, es decir, a la burocracia. Los burócratas se van de vacaciones con el trabajo hecho y todos los plazos cumplidos: plazos de reclamaciones, plazos de solicitudes, plazos de matriculaciones, plazos de traslados, etc... De nuevo se trata de poner al procedimiento por encima del ser humano, en la (falsa) convicción de que los sistemas hacen bueno al hombre.
También puede beneficiar a aquellos padres que se evitan el mal trago de propiciar el estudio estival de sus hijos suspensos pero creo que esta categoría de padres irresponsables no es abundante.
El problema planteado ha saltado a la palestra informativa. El diario EL MUNDO se hacía eco a primeros de junio. Allí se nos cuenta, entre otras cosas, como los alumnos aprobados se ven perjudicados por un sistema que les resta horas lectivas y que les tiene sin hacer nada durante muchos días.
Creo que este nuevo cambio en nuestro sistema educativo vuelve a ser un cambio a peor. Si dejamos de formar a aquellos que van bien reduciendo el tiempo real de clase estamos haciendo un flaco favor a la sociedad en su conjunto.


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