miércoles, 20 de octubre de 2021

Pago por uso

Ya llevábamos unos meses con los “globos sonda”, pero ayer se confirmó la noticia de que el Gobierno nos va a cobrar por usar las carreteras. Eso sí, no es un “peaje” sino un “sistema de tarificación”. Esto me ha dejado más tranquilo, porque un “sistema” siempre suena mejor que un “peaje”. Según el Secretario General de Infraestructuras del ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Sergio Vázquez, la diferencia está en que nos va a salir muy baratito: solamente 1 céntimo por kilómetro… Eso será para empezar, que luego, cuando le cojan gusto, ya irá subiendo. Parece que la medida entrará en vigor a principios de 2024. Veremos si se llenan las calles de manifestantes. Tengo para mí que no. La luz ha batido todos los registros y no veo acampados en la Puerta del Sol, así que, total, por 1 céntimo al kilómetro tampoco llegará la sangre al río.

Además de la natural indignación que me produce constatar como nos meten mano en el bolsillo mientras despilfarran el dinero en asesores, ocurrencias improductivas y chorradas variadas, la medida anunciada me trae a la mente un par de asuntos.

En primer lugar, si tan justo es el pago por uso, la conclusión es que habrá de aplicarse también a la sanidad y a la educación. Todos sabemos que las tasas en la universidad pública no cubren nada más que una pequeña parte del coste total de cada plaza. ¿Por qué las pagamos todos, las usemos o no? Seguramente, el estudiante que pague el coste completo de su plaza universitaria hará un aprovechamiento mucho mayor de la misma y exigirá más calidad, lo cual redundará en un beneficio colectivo.

Por otra parte, y esto es lo que más me asusta, ¿cómo se va a implantar este sistema de tarificación? Me temo que será como en las autopistas de peaje portuguesas: una sucesión de cámaras dispuestas en intervalos de varias decenas de kilómetros, captan la matrícula del vehículo y cobran gracias a un emparejamiento previo de la misma con una cuenta corriente. Este método supone añadir un nuevo “ojo” al Gran Hermano que ya nos vigila a través de las tarjetas de crédito, los móviles, las cámaras de seguridad, etc., etc.

No cabe duda de que George Orwell se quedó corto en su novela 1984. En ella la existencia de Big Brother es misteriosa, opresiva y omnipresente, invade la intimidad de los ciudadanos y limita la libertad imponiendo una línea de pensamiento ajustada a la verdad del partido único y un modo de actuación basado en lo políticamente correcto. Creo que el paralelismo con nuestra sociedad salta a la vista: las leyes de memoria histórica, el lenguaje inclusivo, el neopedagogismo, el mantra climático, los objetivos de desarrollo sostenible, etc. Totalitarismo escondido so capa de buenas intenciones.



miércoles, 6 de octubre de 2021

Huelgas de estudiantes o el fomento de la irresponsabilidad

Hace unos días, el Sindicato de Estudiantes convocaba una huelga general para, según sus propias palabras, mostrar el “rechazo a la catástrofe ecológica que destruye nuestro planeta y la necesidad de ponerle fin.

Ya resulta extraño que se convoque (y se autorice) una huelga con este fin, cuando lo lógico sería que los estudiantes dejaran de hacer botellones o, al menos, que se llevaran, por coherencia ecológica, la basura que generan en ellos. Sin embargo, lo más sorprendente es que este sindicato piense que, para poner fin a la catástrofe ecológica, hay que dejar de estudiar un día. ¡Todo lo contrario! Hay que estudiar más para saber más y disponer del conocimiento suficiente para abordar los cambios necesarios.

Con todo, lo que me parece más preocupante es el disparatado ambiente de irresponsabilidad que se respira en las huelgas de estudiantes. Otra ocasión para fomentar la insensatez entre los más jóvenes.

En días de huelga, muchos estudiantes faltan a clase por sistema, sin saber siquiera de qué va la huelga, mientras que sus padres asumen el hecho sin preguntar ni promover una cierta reflexión en sus retoños que avive un beneficioso espíritu crítico. Por otra parte, sus profesores no dan clase a los pocos que se han quedado en el aula para no avanzar materia y “proteger” a los huelguistas, haciendo perder el tiempo a los que se quedaron.

En definitiva, la huelga no es más que un día de fiesta sin efectos en la reivindicación ni rendimiento académico, que, además, alimenta la idea de que nada tiene consecuencias porque ya me explicarán mañana lo que estaba planificado para hoy.

Si las huelgas de los adultos fueran igual, estaríamos protestando todos los días, pero no es así porque el derecho a huelga lleva asociado la privación del sueldo. Es decir, si dejo de trabajar asumo la responsabilidad de perder algo.

Así las cosas, nuestros jóvenes perciben un mundo que parece Jauja. Lo malo vendrá después, cuando más creciditos y con pocos recursos en la cabeza, hayan de enfrentarse a la realidad, menos benigna en general. Creo que es evidente lo perverso de educar personas con tantos derechos y tan pocas responsabilidades, que ni siquiera asumen el compromiso de conducir su propia vida… quién sabe si a mayor ganancia de esas minorías que manejan nuestra sociedad entre bambalinas, que prefieren ciudadanos mansos a ciudadanos espabilados.