lunes, 30 de octubre de 2017

Las hojas del rábano

Escuchaba hace unos días a alguien que declaraba la absoluta importancia que debe tener la “internacionalización” en la universidad. Palabra tan larga como vacía pero evocadora al fin y de sonido muy innovador.
¿Qué es eso de la internacionalización? Quizá que los alumnos vayan de Erasmus, que los profesores vayamos a congresos a las islas griegas o... ¡vaya usted a saber! Por cierto, es lamentable la tontada de valorar un congreso en el extranjero más que uno dentro de nuestras fronteras cuando todo el mundo sabe que hay empresas especializadas en el turismo de congresos. Habrá que ver cada caso, ¿no?
Vivimos un auge epidémico de la impartición en la universidad de asignaturas en inglés sin importar los contenidos y menos aún si tanto el profesor como los asistentes sólo chapurrean el idioma de Shakespeare.
Sorprende que a la vez que se promueve esa internacionalización sea realmente difícil (en la práctica imposible) la movilidad del profesorado entre las universidades españolas.
También está de moda fomentar las competencias para el trabajo en equipo, la capacidad de liderazgo, el ranking ecológico y cosas similares… mientras una cantidad alarmante de alumnos son palmariamente incompetentes en el cálculo infinitesimal.
Ciertamente todo eso está muy bien pero es como las hojas al rábano. El conocido refrán español alerta contra la tentación de quedarse en la superficie olvidando lo importante. Y lo importante en la universidad es el conocimiento, el conocimiento superior y no otro. Que para eso se inventó la universidad y no para la “empleabilidad” (otra palabra vacía).
Nos hemos cambiado el título y ahora somos el EEES (Espacio Europeo de Educación Superior) pero estamos más interesados en las hojas que en el bulbo olvidando lo esencial para quedarnos con la apariencia. En la práctica vamos de cabeza a convertir la educación superior en educación de andar por casa.
Y lo mismo podríamos decir de la escuela. Esta debe ser inclusiva, integradora, abierta, plural, laica, fuente de felicidad y atenta a las emociones… pero del conocimiento ni una palabra… ¡eso puede esperar!


miércoles, 27 de septiembre de 2017

Coger bien el lápiz

Hasta las facultades más espirituales del ser humano dependen de un abanico de destrezas materiales para expresarse. Así, por ejemplo, alguien que disfrute de la capacidad de componer música necesita tocar un instrumento o saber escribir partituras para que las obras que imagina puedan llegar a los demás.
Lo mismo sucede con la facultad de conocer, pensar, discurrir y solucionar problemas. Hay que dominar el lenguaje: leer y escribir. Lo de leer no tiene discusión y es un tópico recurrente en las campañas publicitarias con las que los organismos públicos consumen parte de su presupuesto.
Escribir también es necesario pero no me refiero sólo a la aptitud para redactar correctamente sino a algo más material aún: hablo de coger bien el lápiz.
Me he fijado que muchos de mis alumnos cogen el lápiz de una manera complicada y nada funcional de manera que la unión mano-lápiz da la impresión de un feo muñón. Ese tipo de acople no permite la velocidad y es fatigoso. Los chicos se dejan las palabras sin terminar ya que su destreza (falta de ella, más bien) no es capaz de seguir a su cerebro.
Para más inri, no sólo cogen mal el lápiz sino que también escriben mal. No digo que escriban con mala letra sino que lo hacen con una letra muy trabajosa de hacer e ilegible al fin. No saben escribir sin levantar el lápiz del papel. ¡Vamos! Que no son capaces de hacer lo que siempre hemos llamado letra enlazada o "cogida de la mano". Dibujar palabras levantando el lápiz del papel a cada paso hace imposible escribir rápido.
El origen de esta falta de destreza escritora puede ser variado pero subyace una filosofía que pretende primar la creatividad y la espontaneidad sobre los hábitos. Evidentemente, adquirir hábitos implica un esfuerzo y una disciplina... y eso no se lleva hoy. Parece ser que si imponemos al niño una manera de escribir le estamos coartando su personalidad. Sin embargo, este modo de pensar es falaz... aunque suene democrático, participativo y “enrollado”.
Si no obligamos al niño a adquirir buenos hábitos de escritura no favorecemos sus capacidades innatas sino que le condenamos a no poder expresarlas ni compartirlas ni hacerlas crecer.
Algunos objetarán que esto que digo es una simpleza (otra más) y que hay premios Nobel que escriben fatal y no saben coger el lápiz. ¡Vale! Aunque no conozco personalmente a ninguno de esos genios, estoy seguro de que eso es cierto. Pero no pensemos en los talentosos que, sean cuales sean sus circunstancias, son capaces de sobresalir. Pensemos en la gran mayoría, en los que somos del montón y necesitamos de la ayuda de los hábitos buenos.
No creo que sea un simpleza señalar las carencias de una educación que se autodefine pomposamente como “creativa, participativa y práctica” mientras nos roba las herramientas que necesitamos para crecer libremente.

cartilla Rubio
Contraportada de las cartillas Rubio

La imagen está tomada de la contraportada de las cartillas Rubio que hacíamos de pequeños para aprender caligrafía. Se siguen vendiendo y yo las he usado con alguno de mis chicos para ayudarle a mejorar la letra. Por cierto, creo que esta empresa es todo un ejemplo de capacidad de adaptación a los nuevos tiempos ya que han sabido ofrecer un servicio valioso usando los medios actuales: innovación con peso específico. ¡Nada de vender humo!

viernes, 22 de septiembre de 2017

Diálogo

Tengo abandonado el blog. Es un hecho. No sé si caben o no excusas pero da igual. Tengo el propósito firme de retomar esta tarea y lo conseguiré.
Ahora no he podido dejar de buscar esta herramienta para desahogarme. Diálogo y más diálogo. Es la palabra clave estos días. Parece que el diálogo es el bálsamo de Fierabrás que curará mágicamente las enfermedades que padece nuestra sociedad y cuyos síntomas se manifiestan estos días con virulencia.
Dicen "sentémonos a hablar, a dialogar" o "hay que hacer política"... ¿Hablar? ¡Vale! ¡Hablemos! Pero, ¿de qué? ¿para qué?
Lo que falta no es diálogo. Lo que falta, sobre todas las cosas, es PENSAR. Antes de sentarse a hablar habrá que darse un paseo y saber qué pasa, por qué, dónde está el origen y cómo podemos encauzar esta lamentable situación.
Un vez más comprobamos que nuestra sociedad está ayuna de saber. No sabemos lo que queremos. No sabemos a dónde queremos ir... y por eso no vamos a ninguna parte. Otra prueba del desastre de nuestra educación.
Lo del diálogo es igual que lo de la libertad de expresión. Para ser libre expresándose no basta con que te den la palabra sino que hace falta ser capaz de pensar libremente, no usando píldoras de "pensamiento correcto" de usar y tirar.
Luego, cuando el bálsamo del diálogo demuestre su ineficacia, diremos, como don Quijote a Sancho, que la culpa es del escudero por no ser caballero andante.


miércoles, 7 de junio de 2017

Vídeo-cápsulas educativas, ¿majadería o subterfugio?

Ayer escuché por primera vez esto de las “vídeo-cápsulas educativas” y me vino a la cabeza el libro de Ricardo Moreno Castillo titulado La conjura de los ignorantes en el que alerta del lenguaje hueco de la pedagogía como causa de los pésimos niveles de conocimiento de nuestros alumnos así como del fomento de su irresponsabilidad y mal comportamiento.
Nos advierte el autor de que las citas de los pedagogos que comenta en su libro pueden parecer de risa pero lamentablemente no lo son. Pues lo mismo digo yo: aunque lo de las vídeo cápsulas educativas puede parecer de risa no lo es. ¡Hay alguien que lo dice en serio!
¿Qué es una vídeo cápsula educativa? Por lo que he investigado, es un vídeo corto en el que se explica algo. Por ejemplo, aparece un gachó presentando a Albert Einstein como físico alemán de origen judío con una foto de fondo y un letrero sobreimpresionado en el que pone “teoría de la relatividad general”. A continuación, el gachó en cuestión lee de wikipedia lo que es dicha teoría y se despide de nosotros deseando que nos haya sido útil y pidiendo que le demos al “like”. ¡Vamos!¡El colmo de la innovación educativa!
Todo esto demuestra mi tesis de que poco a poco apartamos de nosotros la fastidiosa tarea de leer para pasar a formarnos a través del vídeo como ya comenté en la entrada “¿Volvemos a la Edad Media?”.
De la misma manera que para alimentar a nuestros hijos les damos alimentos variados y nutritivos y no píldoras, no entiendo por qué renunciamos a los buenos libros y confiamos en vídeos para formar a nuestros jóvenes. Creo que con los Teleñecos es más que suficiente.
Lo peor es que la propuesta de las vídeo-cápsulas se promueve en un departamento universitario que no es de un área de conocimiento relacionada con la pedagogía sino con la ingeniería. Y no sé cómo vamos a confiar en ingenieros formados a base de cápsulas educativas. Para más inri, todo esto ocurre mientras que, en el colmo de la cursilería, hemos empezado a llamar a la universidad espacio de educación superior. No parece muy “superior” ver como leen wikipedia en un vídeo cuando se puede estudiar un libro con la materia bien desarrollada y consultar a un profesor que domine la materia.
La verdad es que todas las patologías de la secundaria que describe Ricardo Moreno en su último libro empiezan a colonizar la universidad a velocidad de vértigo. Se nos han llenado los departamentos de expertos educativos y expertos en calidad... que, para colmo de males, nos imponen sus majaderías ante el estupor, la incredulidad e incluso el cabreo de los legos en el lenguaje hueco de la pedagogía.
¿Y cuál es la causa de esta rápida infección? En mi opinión, parte del problema está en que ser experto en tu área de conocimiento es arduo y requiere años de trabajo mientras que decirse experto en calidad educativa sólo requiere tener la cara dura. No en vano, existe una coincidencia  casi plena entre los que no se saben su asignatura y estos expertos... que descaradamente utilizan para sus cápsulas aquellos trabajos desarrollados por otros.

vídeo-cápsulas educativas

domingo, 4 de junio de 2017

Sobre la exigencia en la enseñanza

Acabo de leer la última entrada en el blog de Alberto Royo y no he podido reprimir la idea de copiar y pegar un párrafo completo. Ahí va:

"Quienes nos dedicamos a la enseñanza sabemos bien que la exigencia es esencial. Todos, profesores y no profesores, deberíamos saberlo. Pero no se trata de una exigencia caprichosa sino procedente de la experiencia y del convencimiento de que solo con una actitud adecuada, con interés y perseverancia, uno puede progresar en el aprendizaje. Es momento de decir las cosas claras, de olvidarnos de eufemismos y frases políticamente correctas y de oponernos a quienes pretenden comerciar con el futuro de nuestros alumnos y nuestros hijos, vendiendo pócimas mágicas y soluciones milagrosas. Y de replicar a quienes se arrogan la exclusiva de conceptos que son inherentes al conocimiento, como belleza o emoción (la emoción está en el conocimiento y es a través de este como aprendemos a apreciar la belleza). Se puede encontrar deleite en el aprendizaje, pero no todo aprendizaje puede ser divertido ni del gusto de los estudiantes. Precisamente lo que un buen profesor ha de hacer es abrir los ojos de sus alumnos a un mundo desconocido."

El enlace a la entrada de Alberto está aquí.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Adelaida, La Prejuiciosa

Según la RAE, un prejuicio es una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
Estos días hemos conocido la sentencia del Tribunal Supremo según la cual los colegios que siguen el método de educación diferenciada tienen derecho a ser subvencionados con fondos públicos porque no incurren en ningún tipo de discriminación. Textualmente dice el alto tribunal: “no se puede asociar la enseñanza separada con la discriminación por razón de sexo”
En consecuencia, la Junta de Andalucía deberá restablecer el concierto que eliminó alegando que agrupar en aulas distintas a niños y niñas es una práctica discriminatoria.
Al conocerse la noticia, Adelaida de la Calle, Consejera de Educación de la Junta, declaraba, según escuché en un programa de radio, que acatarían la sentencia (¡memos mal!) pero que la coeducación (colegios mixtos) es la única educación que garantiza la igualdad y previene la violencia de género.
Me llama la atención esta afirmación rotunda que no es más que una opinión personal sin sustento científico. ¿Qué tiene que ver que los niños y niñas compartan o no aula con la igualdad y la violencia? La experiencia no demuestra lo que afirma esta señora: después de 40 años de coeducación mayoritaria en España comprobamos como la violencia de género, lejos de atajarse, es un problema en crecimiento.
Tanto la coeducación como la educación diferenciada tienen, según estudios de especialistas de todo el mundo, ventajas e inconvenientes. En mi opinión, el trabajo de Alan Smithers y Pamela Robinson de la Universidad de Buckingham titulado The paradox of single-sex and co-educational schooling me parece especialmente interesante por su neutralidad y rigor. El análisis se aborda desde múltiples puntos de vista: el rendimiento académico, la distribución de estudios superiores seguidos, el desarrollo emocional, las preferencias de profesores y alumnos, la opinión de los padres, etc. Después de 30 páginas de un concienzudo y documentado análisis de todos y cada uno de estos aspectos, los autores concluyen que no es mejor ninguno de los 2 sistemas. Con cierta ironía señalan que la gente “sabe” que su sistema favorito es el mejor pero no puede probarlo… (“the beliefs are so strong and the evidence is so weak”).
Me parece grave que un político se arrogue el derecho a imponer sus opiniones en el ejercicio de su actividad ya que es un servidor público no un ingeniero social. En este caso, la elección del tipo de educación es un derecho de los padres y, le guste o no a la señora Consejera de Educación, su función es garantizar el derecho de los padres no poner cortapisas.
Quizá lo que debería hacer Adelaida de la Calle es fomentar una educación basada en el esfuerzo y en el conocimiento que garantizara a los más desfavorecidos el ascenso social. Y, puestos a vigilar los conciertos educativos, ¿por qué no impiden la doble financiación de algunos colegios concertados que reciben dinero de la Administración a la vez que exigen de manera encubierta cuotas a los padres?

Adelaida de la Calle


NOTA (9 de junio de 2017):
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ha cesado a la titular de Educación, Adelaida de la Calle, según informa hoy la prensa, como consecuencia de la remodelación de su gabinete.

martes, 2 de mayo de 2017

Vocación docente y prevención de riesgos laborales

El pasado 28 de abril se celebró el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo auspiciado desde 2003 por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) con el fin de promover la prevención de riesgos laborales.
La prevención de riesgos laborales engloba todas aquellas disciplinas y acciones destinadas a conseguir unas condiciones adecuadas de vida y de trabajo que eviten los accidentes y las enfermedades profesionales. Es decir, hoy en día no se trata sólo de producir sino de hacerlo en un entorno digno que evite los riesgos y fomente un estilo de vida saludable.
Pues bien, a veces pienso que el profesor es el único profesional al que la sociedad empuja a trabajar en unas condiciones inadecuadas sin ningún atisbo de remordimiento colectivo. Sobre el papel, el trabajo del profesor es enseñar pero en la práctica es muy habitual que no se le permita hacer esta labor ya que el ambiente en clase no es el adecuado: los alumnos no prestan atención, no se respeta la autoridad del profesor, no se hacen las tareas encomendadas, no se puede expulsar a un alumno díscolo, las familias no apoyan al profesor, los padres atacan al profesor por cualquier causa, etc.
Es evidente que las condiciones en las que desarrolla el trabajo del profesor no son las oportunas pero en lugar de fomentar que sí lo sean sucede todo lo contrario: se le exige al docente que cuente con dotes especiales para “motivar” a los alumnos, que consiga mantener el orden y el silencio en clase sin el debido respaldo de los padres de los chicos, que mande la cantidad de deberes suficiente para que hagan algo en casa sin “agobiarse” y sin “molestar” a sus progenitores... y todo ello sin autoritarismo, con talante dialogante y “enrollado”.
Todas esas dotes especiales (que no figuran entre los atributos esenciales del profesor) se envuelven en la hermosa exigencia de que el docente ha de tener “vocación”. Así, para nuestra sociedad, si quieres ser profesor has que tener vocación docente... que es tanto como decir, “tienes que hacer que mi hijo aprenda aunque yo no lo haya educado, ni le exija, ni le obligue a portarse bien”.
¡Vamos! Que ser profesor es algo así como ser cura o misionero. Pero eso es una falacia de dimensiones galácticas. Pongamos el caso de un cura como arquetipo de vida de servicio. Se supone que tiene vocación pero si cuando se dispone a celebrar misa encuentra que sus feligreses, en lugar de guardar un comportamiento digno, se dedican a hablar y a tirarse pelotitas hechas con estampas de santos, todos comprenderemos que dé por finalizado el servicio y desaloje el templo de maleducados.
En nuestra sociedad, tener vocación de profesor no es equivalente, entonces, a sentir la llamada a enseñar sino que es equivalente a que dejarse humillar y faltar al respeto aunque no te permitan enseñar nada.
Que nuestra educación va mal es un hecho incontestable. Que la causa está en una sociedad enferma creo que es bastante verosímil.


viernes, 7 de abril de 2017

Pacto educativo: hablamos pero... ¿quién piensa?

El pasado lunes día 27 de marzo se celebró en el Senado una reunión por el pacto educativo que congregó a todos los consejeros autonómicos del ramo con el ministro Mendez de Vigo. En la prensa podemos leer detallada información acerca del encuentro (EL CONFIDENCIAL, ABC, EL MUNDO, LA VANGUARDIA y más).
Evidentemente no está mal que hablen nuestros políticos. De hecho no pararon de hablar. Intervinieron todos y cada uno de los consejeros además del ministro. Imagino que a la hora de comer estarían más que cansados de escuchar 17 discursos...
Hablaron pero, ¿qué dijeron? Por citar algunos, la consejera de Educación del País Vasco, Cristina Uriarte, pidió respeto al autogobierno afirmando que «se habla de pacto pero se obvia nuestro ámbito competencial» y se quejó de que Lomce no respetó «la singularidad». La consejera andaluza, Adelaida de la Calle, dijo que lo más importante es la vertiente "social y territorial", ya que sin ella el pacto estaría "descafeinado". Si no recuerdo mal lo que vi en el telediario, otro habló de evitar la segregación en las aulas, otro de respetar la voluntad de elección de los padres, etc. Y así podríamos ir sacando un entrecomillado a cada cual.
Y yo me pregunto, si el objetivo es proporcionar una buena educación a los ciudadanos, ¿qué trascendencia tiene el respeto al autogobierno? Me parece que el autogobierno es muy importante en cuanto a la organización política pero, ¿qué impacto puede tener en la enseñanza de las Matemáticas? ¿Y en la enseñanza de la Historia? Malo será que la Historia sea diferente según quien la cuente. Y respecto a la vertiente social, no encuentro nada más "social" que una buena educación basada en el mérito y el esfuerzo.
En lugar de salir a decir aquello del "y qué hay de lo mío", ¿no sería mejor pensar en los requisitos exigibles para ofrecer una buena educación a la sociedad y plasmarlos en una ley sencilla y comprensible?
Pues bien, la conclusión de la reunión fue que se van a crear tres nuevos foros de debate:
  • un grupo de trabajo en el seno de la Conferencia Sectorial para que las autonomías estén presentes en la negociación del pacto; 
  • la participación en el debate de los representantes del sector en el Consejo Escolar; y 
  • una ponencia en la Comisión General de las Comunidades Autónomas. 
Todo esto además de la Subcomisión para el Pacto Educativo del Congreso de los Diputados por la que no dejan de desfilar (y hablar) todo tipo de expertos y representantes de lobbies.
Hablar y hablar. Dialogar y dialogar. No sé si escuchar y escuchar... Pero, ¿alguien piensa?




martes, 28 de marzo de 2017

Algo de teoría

Me pidió Bea que escribiera “algo teórico”. Se lo debo desde hace tiempo pero de hoy no pasa. ¡Va por su cumple!
Se habla mucho de educación pero, ¿qué es eso de aprender? No soy un experto en el tema pero me lo he currado. Ojalá me lleguen comentarios que me ayuden a saber más.
El aprendizaje es el proceso a través del cual se adquieren conocimientos, destrezas, valores y actitudes. Esa adquisición es el resultado de la contribución de una variedad de actividades tales como la observación, la experiencia, el estudio, el entrenamiento, el razonamiento, la emulación, la curiosidad… Asumimos que es dinámico, supone cambio constante y no tiene conclusión ya que abarca toda la vida de una persona.
El aprendizaje, en su acepción más general, puede verse como un mecanismo de adaptación al medio y, en este sentido, es común al ser humano, a los animales e incluso a sistemas artificiales. No obstante, en el caso del ser humano el aprendizaje faculta a la persona para guiar su conducta adecuadamente como resultado de una óptima evaluación de cada situación. A diferencia de animales y sistema artificiales, en el ser humano existe intencionalidad, es decir, capacidad de darse el fin y por tanto libertad. Tanto animales como sistema artificiales están programados, no son libres. Los primeros están programados por el instinto mientras que los segundos siguen secuencias de instrucciones cuya traza está marcada por bifurcaciones preestablecidas. No se puede entender el aprendizaje humano si se separa de su libertad.
El objeto del aprendizaje es tan extenso, profundo y complejo como la realidad de cada persona. Incluye tanto destrezas elementales como usar los cubiertos hasta facultades tan espirituales como las relacionadas con la sensibilidad artística. Engloba desde aspectos prosaicos como el modo de vestir a principios morales a los que se atiene cada cual. El resultado del aprendizaje es singular en cada persona como consecuencia de las circunstancias de su propio proceso, de sus gustos e inclinaciones, su modo de ser y su libertad. En consecuencia, a pesar de que existen factores culturales comunes, cada persona es única e insondable.
El aprendizaje humano es social y se desarrolla de manera paralela en diferentes entornos: la familia, los amigos, los centros de estudio... La célula básica de la sociedad es la familia y constituye el núcleo central del aprendizaje. Un entorno en el que las relaciones deberían estar presididas por el cariño y la seguridad. Según la persona crece, el proceso de aprendizaje progresa en un ámbito social cada vez más extenso y presumiblemente enriquecedor. Con el paso de los siglos, se ha establecido la enseñanza intencional (escuela, universidad) con el fin de formar a las personas en todas aquellas disciplinas que facultan a los seres humanos para alcanzar sus objetivos y que difícilmente se pueden conseguir en la familia. Esta enseñanza intencional se articula en niveles por edades y agrupa los conocimientos en asignaturas.
Si el aprendizaje es social, estaremos de acuerdo en que la comunicación es un pilar fundamental. Por eso, en los primeros niveles de la enseñanza intencional hemos de esforzarnos por proporcionar las mejores destrezas relativas a la comunicación ya que un déficit de las mismas será un lastre en el futuro. Sin embargo, según subimos de nivel cuesta más ponerse de acuerdo en los contenidos que deben ser incluidos en los planes de estudio seguramente como consecuencia de la disparidad de criterio a la hora de identificar los objetivos del ser humano.
Lo que está claro es que los conocimientos contenidos en las asignaturas, sean las que sean, se han alcanzado con el esfuerzo de muchos hombres y mujeres a lo largo de mucho tiempo. Por poner un ejemplo, la geometría es una disciplina en la que encontramos contribuciones desde hace más de 3.000 años hasta nuestros días. La enseñanza intencional consigue presentar en muy poco tiempo lo que a la Humanidad le ha llevado siglos. Muchas veces perdemos de vista el extraordinario avance que supone contar con un profesor que te ahorra el aprendizaje por descubrimiento. En este sentido, podríamos diferenciar dentro del objeto del aprendizaje, aquellos elementos que representan conocimientos acumulativos de aquellos que no lo son. Respecto a los conocimientos acumulativos nunca nos situamos en la línea de salida: hoy sabemos más geometría, más física o más biología que generaciones pasadas.
No obstante, una cosa es que los conocimientos estén ahí, en libros o en Internet, y otra cosa es que los hayamos interiorizado. Saber que puedo encontrar información sobre geometría en Internet no significa que yo sepa geometría. El proceso de aprendizaje de la geometría supone memorizar unos conocimientos, ser capaz de relacionarlos y poder aplicarlos. Y este proceso supone un trabajo. Es consustancial al proceso de aprendizaje el esfuerzo que lleva emparejado. Evidentemente, este esfuerzo depende del objeto, de las circunstancias y de la personalidad... pero es insoslayable. Negar que hay que esforzarse para aprender es tanto como negar la naturaleza humana. Si existiera un modo automático para aprender –aunque sea desconocido hoy por hoy– entonces seríamos omniscientes, acto puro en cuanto al conocimiento, dioses al fin y al cabo... Pero, afortunadamente, ¡la ciencia infusa no existe!
Evidentemente, el interés, la motivación, la experiencia y la inteligencia son factores que ayudan a aprender minimizando el trabajo o dándole sentido. Y, por contra, la desatención, las deficiencias cognitivas o la falta de expectativas acrecientan el coste del aprendizaje. Sin embargo, tanto con viento a favor como con viento en contra, es necesario que exista voluntad de aprender. La persona debe empeñar su voluntad de manera que para aprender hay que querer aprender. Y negar esto es negar la libertad del ser humano pues es negar la intencionalidad de nuestros actos y nuestra capacidad de darnos el fin.
Ya he dicho que cada ser humano es único e insondable. Los resultados del proceso de aprendizaje en cada persona dependen de tantos factores que es un misterio conocer el impacto de cada uno de ellos. Por eso me suena ridículo oír hablar a los charlatanes de la pseudopedagogía de recetas uniformizadoras como si la educación fuera igual a montar una fábrica de lavadoras. Viktor Frankl, que estuvo en varios campos de concentración nazis, se admiraba de que hombres sometidos a las mismas crueldades reaccionaran de manera absolutamente diferente. Afortunadamente, ¡no todos somos iguales!
La enseñanza intencional es sólo una parte del proceso de aprendizaje y debe ser respetuosa con el resto de ámbitos en los que se desarrolla la personalidad de cada uno sin invadir lo que no le compete. De lo contrario corre el riesgo de faltar a la libertad. Y, a la vez, debe favorecer el mérito y el esfuerzo como elementos de impulso social... pero esto lo dejo para otra entrada porque ya me he alargado más de lo que quería.




lunes, 13 de marzo de 2017

El Ratoncito Pérez

Me cuenta mi hija Cris que el Ratoncito Pérez sigue visitando a sus compañeras de clase en 1º de ESO y, la verdad, es que me he quedado un poco asombrado. Cuando yo era pequeño, si no recuerdo mal, el ratoncito sólo te visitaba con la caída del primer diente de leche. Claro que, como soy muy mayor, eran otros tiempos: achuchados, oscuros, llenos de restricciones y, sobre todo, predemocráticos...
Se ve que con el advenimiento del Estado del Bienestar, los derechos de los niños se ha extendido a todas las piezas de leche y el trabajo del pequeño roedor no acaba hasta bien entrados los 13 años con el recambio del último molar. Se supone, evidentemente, que la partida presupuestaria con la que se ha dotado este derecho se habrá ido incrementando adecuadamente para evitar disfunciones, falta de equidad y discriminaciones.
No obstante, creo que no está de más reflexionar un poco. ¿No parece anacrónico hacer trabajar al Pérez tanto tiempo? Al mismo tiempo que a estos niños se les hace vivir en el mundo onírico del comprador de dientes, se les permite ver en televisión cualquier cosa, reciben en el instituto información sexual “avanzada” y participan del mundo de los adultos con muchas otras experiencias que no voy a enumerar. O son niños pequeños o no... pero no vale tratarlos de dos maneras diferentes según nos convenga... ¡¡¡porque les volvemos locos!!!
Los papás y mamás de mi entorno lo hemos hablado muchas veces: parece que hay una esquizofrenia rampante en nuestra sociedad. Por un lado, tenemos la sensación de que en cuanto los niños llegan al instituto, sus familias dan por concluido el acompañamiento necesario en la infancia, desconectan de sus hijos y los obligan a navegar solos como si fueran adultos. Y por otro, se sustituye la atención y el cariño por una malentendida extensión de derechos que les proporciona una vida acolchada llena de ratoncitos Pérez, dispositivos electrónicos, diversión, permisividad y... ¡falta de control!
Por un lado se otorga a los chicos todos los derechos de los adultos pero por otro lado se les evitan todas las responsabilidades y deberes que conlleva la madurez. Parece que la atención y el cariño consisten en llevar a la familia el Estado del Bienestar satisfaciendo una cartera de beneficios cada vez más amplia. Sin embargo, la primera manifestación del cariño, que es la educación en la virtud y en la responsabilidad, brilla por su ausencia. Los chicos necesitan saber que existen reglas y límites, que hay derechos y deberes. La señal más cierta de que les queremos es saber decir “no” cuando es debido.
Se habla de la “primarización de la secundaria” como uno de los problemas de la educación en España. El proceso de aprendizaje requiere esfuerzo, responsabilidad en los deberes. Ahora bien, si los padres fomentamos los derechos de los chicos y les hacemos creer que no existen deberes, es inmediato deslizarse hacía esa “primarización”.
Y me pregunto, ¿se está hablando en la subcomisión del Congreso de los Diputados por el pacto educativo de las obligaciones de los alumnos? Porque igual que necesitamos mejores profesores también necesitamos mejores alumnos.

Infografía Miguel R.

jueves, 2 de febrero de 2017

Innova y haz lo que quieras

El título de esta entrada parafrasea el “ama y haz lo que quieras” de Agustín de Hipona. La célebre sentencia resume un principio moral que ha dado muchos quebraderos de cabeza a moralistas de todas las épocas por su propensión a servir de excusa a cualquier actitud licenciosa.
Lo cierto es que la innovación, como el amor de Agustín, se convierte con frecuencia en coartada perfecta para los caraduras de la educación: “innova y haz lo que quieras”. Hago lo que me da la real gana y que nadie me critique, ¡que estoy innovando!
La innovación es una actitud que tiene buena prensa. Igual que invocar el amor siempre suena bien, proponer algo novedoso siempre tiene aceptación, despierta la curiosidad y evoca un panorama positivo. Hasta aquí todo es natural... El problema es que en educación (como en casi cualquier cosa) tras la propuesta innovadora tiene que haber un proceso de evaluación de resultados que ratifique la bondad de la idea o que la destierre porque no contribuye a los fines de la educación. Digamos que la innovación tiene que venir acompañada de una gran dosis de honradez intelectual y humildad profesional que permita dilucidar su eficacia.
Lamentablemente, lo más habitual hoy en día es que se tome por bueno todo lo que es nuevo sin cuestionar los resultados. Es más, mostrando una resistencia numantina a que se contrasten los resultados. De ahí viene parte del rechazo a las reválidas y pruebas similares.
Permítame, paciente lector, que encasquete aquí algo relacionado con la Arquitectura de Computadores, mi asignatura. William Kahan, matemático especializado en ciencias de la computación, dijo hace ya tiempo que “lo rápido expulsa a lo lento aun cuando lo rápido sea erróneo”. Pues bien, podríamos parafrasear también a Kahan diciendo que en educación “lo nuevo expulsa a lo viejo aunque no sirva para nada”... y prometo no parafrasear a nadie más, ¡de verdad!
Ya no sirve aprender nada de memoria, la clase magistral está proscrita, el mérito y el esfuerzo son carcas (y he leído que hasta neoliberales)... Ahora lo que mola es el FC (Flipped Classroom), el e-learning (aprendizaje electrónico), el coaching, las TIC y toda una colección de anglicismos, siglas y acrónimos que quedan muy bien en boca del experto educativo pero que no sé si resistirían la prueba del algodón de un examen en condiciones.
Esto de la innovación también es un filón para ciertas empresas. Muchas veces el fervor por la innovación no es más que búsqueda de negocio. El pasado mes de diciembre publicaba LA VANGUARDIA un artículo titulado “El móvil entra pisando fuerte en las aulas” en el que se nos cuenta como la administración educativa catalana no ve más que ventajas al uso de los smartphones en clase. Por supuesto que el artículo desliza varios nombres de proveedores de contenidos. Tampoco resulta extraño que la Fundación Telefónica esté detrás del proyecto educativo XLDesafío que tiene como fin fomentar el uso de las nuevas tecnologías en la educación, según publicaba XL Semanal en noviembre. Y en esta misma línea tenemos empresas de creación de contenidos para tabletas ligadas a cadenas de colegios concertados/privados. Evidentemente, todo es lícito pero que cada cual saque sus propias conclusiones.
No quiero terminar sin volver a Agustín de Hipona. Recuerdo la alegría que me llevé leyendo su autobiografía Confesiones, cuando relata lo que anhelaba ir a Roma a ejercer su carrera de profesor de retórica con la esperanza de encontrar buenos alumnos, harto ya de los que tenía en Cartago. ¡Y estamos hablando del año 354! Por mucho que innovemos el hombre no cambia.




miércoles, 25 de enero de 2017

De Moncloa a la negación de la naturaleza

¡Ya estoy aquí de nuevo! Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada pero la cuesta de enero es más empinada de lo que parece: hay que confeccionar los exámenes de final de cuatrimestre para todas las asignaturas (tres en mi caso) y versiones (evaluación final, continua, conjunta, extraordinaria y... ¡vete tú a saber qué más ocurrencias surgirán!), hay que terminar de evaluar trabajos, calificar, revisar, rellenar actas... Además hay que asistir a las reuniones que pretenden organizar el futuro y a aquellas que pretenden evaluar el pasado, sin olvidar las que tienen carácter reivindicativo.
Lo cierto es que la llamada del blog no ha sido sigilosa. No diré que tan fuerte como el influjo del anillo para Frodo pero ahí estaba... cual hidra de múltiples cabezas. En primer lugar mi conciencia que me recordaba la importancia de la constancia en las tareas que uno acomete. En segundo lugar mi hijos en general y las chicas mayores en particular que no dejan de plantearme temas sobre los que escribir. Mis amigas de la valla del cole en tercer lugar, que no sólo me han recordado el tiempo que llevo sin nueva entrada sino que además me exigen que les dedique una a ellas...
Y para colmo, me encuentro con Dani en Moncloa y me habla del blog. Tengo que reconocer que esto no me lo esperaba y ha sido el desencadenante de que, por fin, me siente a escribir. Dani fue compañero de estudios en la Complutense y hacía unos 2 años que no le veía. Gracias a Juan, que reunió a la promoción cuando cumplimos 25 años de licenciados, nos vemos con más frecuencia y siempre es un auténtico placer compartir un rato con mis antiguos compañeros.
Con cierto grado de socarronería, se sorprendió Dani de que haya gente con tiempo de reflexionar en un blog. Y no le falta razón. No obstante, aparcando las urgencias de mis tareas académicas regreso con el ánimo de publicar a los cuatro vientos la importancia de reflexionar sobre lo que hacemos y lo que experimentamos... No vaya a ser que terminemos siendo como esas algas del fondo marino que se mueven a un lado u otro según marca la corriente... o, peor aún, como nuestros políticos que son “seguidores de encuestas” en lugar de auténticos líderes que guían la sociedad buscando su bien.
Claro que para buscar el bien hay que saber. Y para saber hay que estudiar y pensar. Y estudiar y pensar cuesta esfuerzo. ¡Así es por naturaleza!
¡Vaya! Con la naturaleza hemos topado. Mi hija Nieves, que está cursando una asignatura de filosofía, me decía hace unos días que ella cree que la forma de ser de las cosas se debe a su naturaleza pero que hay gente que lo niega. En opinión de Nieves la experiencia corrobora que cada ser se manifiesta según su modo y no le cabe en la cabeza que se niegue la evidencia.
Lo primero que tengo que decir es que estoy contentísimo de que mi hija (y espero que sus compañeros) tengan la oportunidad de reflexionar acerca de cuestiones filosóficas. Hoy en día, las materias antropológicas han sido relegadas en los planes de estudio a favor de materias de orden tecnológico con la mezquina intención de que los chicos adquieran unas destrezas que puede que les faciliten la “empleabilidad” pero no les van a propiciar ser más libres. Es la filosofía, la historia, el dominio del lenguaje, el amor por la lectura, la capacidad de estudio y la sana curiosidad lo que les garantiza la libertad. El acceso a las “autopistas del conocimiento”, la conexión a Internet o el último modelo de móvil no nos hacen más libres. ¡Ni siquiera más informados!
Que los seres obran según su naturaleza ya lo dijo Tomás de Aquino si no recuerdo mal y que nuestro conocimiento debe basarse en la abstracción a partir de la experiencia creo que es más antiguo aún ya que lo predicaba Aristóteles. Sin embargo, la hipótesis de que no existe la naturaleza de los seres es más moderno y “mola mazo” ya que si no hay naturaleza todo se hace cómo a mí me interese en cada caso. La negación de la naturaleza es una idea respetable pero tanto como la idea que defiende Nieves de que sí existe.
En el tema de la educación, la naturaleza de las personas es tal que adquirir conocimiento está asociado al esfuerzo. Negar esto “mola” porque así cambiamos esfuerzo por motivación y la responsabilidad del aprendizaje se la colgamos al docente... ¡que para eso le pagan!