viernes, 27 de octubre de 2023

Proyeccionistas

Poco a poco vamos cambiando profesores por proyeccionistas, es decir, personas que manejan un proyector de cine o, para ser precisos, un reproductor de vídeo. Bonita manera de ejercer el trabajo docente. Descansada, a lo menos. E innovadora, que todo hay que decirlo.

Ayer vino Miguel de la universidad, de tercer curso en la UCM, absolutamente decepcionado: la clase de una profesora había consistido en ponerles una película. Sin comentar nada, sin explicación, tal y como si vas a ver la última de Dwayne Johnson a los multicines del centro comercial. Como bien dice él: "para eso la veo en casa y me ahorro el viaje". En su opinión, esa profesora no tiene nivel y no debería estar en la universidad. Le creo, lo compruebo a diario. Ya lo denunció hace un año Daniel Arias Aranda, y lo ha hecho ahora de nuevo en su magnífico libro, "Querido alumno: te estamos engañando". Pero esto sólo lo pueden remediar los principales afectados, los alumnos, que deberían protestar y reclamar lo que es suyo.

La plaga de proyeccionistas está mucho más extendida en los institutos. Almudena sale a uno o dos vídeos por día lectivo. Al final, es una manera burda de pasar las clases sin dar un palo al agua. Evidentemente, son pocos los padres que protestan y menos aún los estudiantes, pero es que el profesor tiene una responsabilidad social y moral, que nadie tendría que recordarle.

La educación basada en imágenes es un auténtico desastre. Lo he comentado en otras ocasiones, pero ya nos lo dijo en el año 1953 Ray Bradbury en Fahrenhet 451. En esta novela, en la que se nos muestra un mundo distópico, los libros están prohibidos y los bomberos se encargan de quemarlos. La educación de los niños se realiza a base de películas y programas de televisión.

A continuación, copio algunos párrafos que me parecen muy elocuentes. No perdamos de vista que están escritos hace 70 años... ¿aprenderemos antes de que el mundo descrito en la ficción se haga realidad?

Sobre la falta de exigencia y la enseñanza orientada a producir ciudadanos que no piensan:

"Una hora de clase por televisión, una hora de baloncesto o de béisbol o de carreras, otra hora de documentación sobre historia o pintura, y más deportes, pero ¿sabe?, nunca hacemos preguntas, o por lo menos la mayoría no las hace; sólo te dan respuestas, pum, pum, pum, y nosotros sentados ante el televisor durante cuatro horas más recibiendo clases grabadas."

“–Se acorta la escolarización, se relaja la disciplina, se abandona la Filosofía, la Historia, poco a poco la Gramática y la Ortografía se descuidan y finalmente se ignoran casi por completo. La vida es inmediata, el trabajo es lo único que cuenta, y el placer lo ocupa todo después del trabajo. ¿Para qué aprender algo que no sea apretar botones, mover interruptores, ajustar tuercas y pernos.”

“Organiza concursos que se puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares o los nombres de las capitales de los estados o cuánto maíz produjo lowa el año pasado. Llénalos de datos incombustibles, abrúmalos con información hasta que se sientan atiborrados pero «inteligentes». Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un panel de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no se dejará cuantificar ni medir sin hacer que nos sintamos primitivos y solos.”

Sobre la metodología basada en imágenes, que nos ofrece las ideas ya "pensadas", listas para incorporarlas a nuestro ser sin discusión:

“El televisor es «real». Es inmediato, está ahí y tiene dimensión. Te dice lo que debes pensar y te lo dice a gritos. Debe de tener razón. Parece tenerla. Te hostiga de forma tan apremiante para que aceptes tus propias conclusiones que tu mente no tiene tiempo para protestar, para gritar: «¡Qué tontería!»".

“Pero ¿quién consigue soltarse de la garra que lo sujeta una vez se ha instalado en un salón con televisor? ¡Lo moldea a uno a su antojo! Es un medio ambiente tan auténtico como el mundo. Se convierte en la verdad y es la verdad. Los libros pueden ser combatidos con argumentos.”



lunes, 2 de octubre de 2023

Reduflación educativa

En estos tiempos de desbocada inflación, los telediarios nos han familiarizado con un nuevo término: la reduflación. No es más que vender menos cantidad al mismo precio, y no hay nada que objetar siempre que el etiquetado sea correcto. Otro tema es que el consumidor no se pare a examinar el importe por unidad (kilo, litro, etc.) antes de echar el producto al carro de la compra, pero de todo se aprende, espero.

La pillería viene cuando el envase es el mismo que tenía la mercancía cuando contenía más cantidad. Ahí sí veo fraude, por muy bien etiquetado que esté el artículo. No pondré ejemplos, pero creo que todos tenemos en la cabeza algún caso flagrante.

Pues bien, en educación hace mucho que estamos sufriendo la reduflación educativa, con el agravante de mantener el tamaño del "envase". Los padres en particular y la sociedad en general pensamos que nuestros jóvenes están recibiendo la formación debida en extensión y profundidad, pero nos están timando a lo grande. El año académico dura más o menos lo mismo de siempre y cada día ofrece aproximadamente las mismas horas lectivas que antaño, pero, ¿qué hay dentro de ese "envase"?

Pensemos en el curso que acaba de comenzar. ¿Cuántos días se pierden al principio de curso en presentaciones, a mitad de trimestre en celebraciones, al llegar las navidades en festivales, etc.? ¿Cuántos días falta tal o cual profesor y viene el de guardia? De cada hora de clase, ¿cuántos minutos se dedican a transmitir conocimientos? De los temas del libro, ¿cuántos se imparten?

Tiene mi hija un profesor que da clase con cuentagotas, pero como es muy enrollado suele animar a los chicos a que le cuenten algo y se monta tertulias súper chulas. Todos sabemos que se define feminista, ecologista y anticapitalista lo cual me parece muy respetable, pero de su asignatura sabemos bastante menos. Otra profesora dedica un importante porcentaje del tiempo lectivo a poner vídeos de YouTube, lo que me trae a la memoria Fahrenheit 451 donde Ray Bradbury auguró una educación sin profesores gracias a la televisión. (Por cierto, creo que esa profesora no ha leído esta novela porque sino velaría más por su propio futuro laboral.)

En la universidad no estamos mejor. Empezamos con el consabido "prima non datur, et ultima dispensatur", para seguir con clases de 2 horas que se convierten en clases de 75 minutos, optativas que se resuelven con un trabajo presentado a final de curso, laboratorios semanales que trocan en quincenales y exámenes realizados en horario lectivo. Al final, las 30 horas de teoría se quedan en 20 con mucha suerte.

Parece ser que algunas universidades están implantando sistemas electrónicos de control de presencia en las aulas para registrar automáticamente si los profesores bajan a clase o no. Esto me lo ha contado una mente maliciosa que sospecha que se están traspasando demasiados límites, pero yo no creo que sea por eso, sino por dar un mejor servicio.

Reduflación educativa