sábado, 28 de noviembre de 2020

El conocimiento humano

No soy experto en gnoseología, pero después de 32 años de labor docente creo poder decir algo sobre el particular.

Si queremos construir un edificio, no lo haremos colocando ladrillos de acuerdo a cierta idea más o menos bella o ingeniosa. Lo primero que necesitamos en un plan, un proyecto. Luego habremos de cimentar y elevar una estructura que será el soporte de todo lo demás.

Con el conocimiento humano pasa igual. No consiste en la adquisición de una colección de lecciones que habiliten para el desempeño de una tarea, lo que ahora se llaman competencias. Requiere de cimientos y estructura.

El conocimiento humano es discursivo, es decir, descubre la verdad enlazando unos juicios con otros en un mecanismo secuencial y ciertamente fatigoso. El conocimiento humano no es intuitivo, por mucho que algunos se empeñen en proclamarlo así. Ni siquiera con la ayuda de las nuevas tecnologías, conseguiremos alcanzar la verdad por intuición. Me refiero a la verdad de verdad, no a la que se proporciona en las redes sociales para consumo de mentes indolentes.

El conocimiento humano, además, relaciona unos temas con otros de acuerdo a la subjetividad de cada cual, de manera que cada persona construye el edificio del saber individual sobre un entramado que tiene que ver con su personalidad, su experiencia, su entorno, sus intereses, sus conocimientos previos, etc.

Y, de la misma manera que el ojo humano percibe contrastes, el conocimiento humano relaciona cada nuevo tema con los ya adquiridos y los ubica dentro de ese entramado de acuerdo a unas reglas de similitud-disparidad. Cada "ladrillo" del edificio tiene su lugar, no es un bloque suelto.

Por eso, es muy conveniente que el entramado o urdimbre del conocimiento humano tenga un poco de todo, para poder alojar en su sitio todo lo que irá llegando a lo largo de la vida. Naturalmente que nos tenemos que especializar, pero no nos irá bien amontonando ladrillos sueltos en un rincón o, peor aún, despreciándolos por inútiles.

Esa urdimbre debe tener hilos en un sentido y en otro. Ciencias y letras, matemáticas y filosofía, historia y química... Por favor, basta ya de tanto deslumbramiento con la robótica* y las TIC. Los chicos necesitan sentar las bases de su futura libertad, no saber manejar un cacharro electrónico. Lamentablemente, hoy no saben ni redactar porque no saben ni leer.

Y cuando crecen y van a la universidad, necesitan unos sólidos conocimientos de los que dan la base de su materia, los vayan a usar o no en el futuro, porque, de lo contrario, el resto de saberes se volatilizará.

En mi Escuela vivimos tiempos de ladrillos sueltos y construcción de edificios sin plan ni proyecto. Algunos dicen, ¿para qué enseñar a derivar a un ingeniero informático si nunca va a derivar en el ejercicio de su profesión? Y quitamos el cálculo matemático. ¿Para qué enseñar Electrónica si nunca va a diseñar un circuito? Y quitamos la Electrónica. ¿Para qué enseñar Física si no tiene que usarla cuando programe? Y quitamos la Física. Y es verdad que lo más probable es que un ingeniero informático no tenga que derivar, ni diseñar un circuito, ni hacer un estudio cinemático, pero le hemos dejado sin entramado o urdimbre en la que ubicar sus conocimientos y relacionar unos con otros. Le hemos hecho un triste favor facilitándole el título universitario. En el futuro, le faltarán herramientas para adaptarse, para progresar... y no será LIBRE.

Aconsejo a mis alumnos que no dejen de leer buena literatura porque eso también contribuye a su formación como ingenieros y me miran con ojos como platos. Algunos pensarán: "este viejo chochea". Antes se decía eso de tener la cabeza bien amueblada. ¡Será por algo!

estructura
El conocimiento humano es una estructura o entramado de saberes.

____________
* La robótica del instituto es la madre de todas las falacias. No es robótica sino jugar al LEGO. La robótica de verdad, con su física y sus matemáticas, no es un tema baladí, que se despache en dos tardes.


sábado, 21 de noviembre de 2020

Sinecuras universitarias

El término sinecura viene del mundillo eclesiástico y hace referencia al trabajo de un clérigo sin atención de almas. Viene del latín: “sine”, sin y “cura”, atención (de almas). Se asume que exonerar a un sacerdote de la atención a las personas, que es el fin de su vocación, debe tener una causa proporcionada que lo justifique, pero la realidad es que a menudo estos empleos sin servicio religioso se convierten en chollos muy apetecibles.
Por eso, la Real Academia de la Lengua, lo define como “empleo o cargo retribuido que ocasiona poco o ningún trabajo”, haciéndolo extensivo al ámbito civil. Todos sabemos que este tipo de beneficios se dan con demasiada frecuencia en la cosa pública en forma de asesores, coordinadores, directores y toda esa fauna parasitaria que vive traficando enchufes por favores políticos. Con todo, el afán de bicocas civiles se puede entender como la natural inclinación del ser humano a vivir ventajosamente, mientras que las poltronas clericales me parece que chocan con la llamada vocacional del que se ha hecho cura para servir a los demás.
En el entorno universitario cada vez hay más sinecuras. Por un lado, la disminución de horas lectivas de los grados y la escasez de alumnos favorece un cierto excedente de mano de obra, y por otro, la necesidad de alimentar las urnas con votos amigos, están impulsando una proliferación de poltronas con justificaciones de lo más peregrino: “oficinas”, “unidades”, “institutos”, “centros de apoyo” que se encargan de la “diversidad”, “empleabilidad”, “internacionalización”, “innovación”, "ecologismo", etc. Gangas sin trascendencia que de vez en cuando molestan un poco a los demás solicitando u ofreciendo algo para que se note que existen.
Lo mejor de todo, es que los beneficiarios de las prebendas proclaman a los cuatro vientos su vocación docente, en un lamentable paralelismo con los curas que huyen de la atención a las almas. Es evidente que el fin de la universidad es enseñar pero todos estos amantes del momio y la bagatela evitan dar clase como quien escapa de la peste. ¡Algo falla!
Una institución que hace un uso abusivo de los medios que se le han proporcionado, esquivando su razón de ser, está más muerta que viva.

Sinecura universitaria


martes, 10 de noviembre de 2020

La administración electrónica, ¿una utopía bienintencionada?

Autopistas de la información, sedes electrónicas, carpetas ciudadanas, certificados digitales, DNIs 4.0: todo un mundo de servicios digitales que pone la Administración al alcance de los ciudadanos con el fin (presuntamente) de facilitarles la vida.

La pandemia, presunta también y no soy negacionista, nos ha empujado a utilizar estos servicios sí o sí dado que muchos funcionarios están teletrabajando o, si esa no es la razón, porque alguien ha decidido que los usemos y punto. En mi caso, fiado de la bondad de los avances modernos, opté por solicitar los certificados digitales para todos los que dependen de mí y así estar en disposición de sostener una relación de igual a igual con las administraciones estatal, autonómica, municipal, etc.

Lamentablemente, la relación no ha sido como ingenuamente esperaba sino más bien como la de don Quijote con los molinos de viento. Para empezar, la carpeta ciudadana de mi hija mayor no registra ninguno de sus títulos y ofrece como excusa que "se han encontrado registros duplicados", un mensaje tan críptico como autoexculpatorio. ¿Qué significa eso de que están duplicados? Y si lo están, ¿a qué se debe? ¿Quién es responsable del error? De alguna forma, el mensaje parece señalar al ciudadano como culpable último del fallo, como si un simple mortal pudiera acercarse al computador central del ministerio X y duplicar sus registros.

Con todo, esto no es lo peor ya que todavía podemos esgrimir los títulos en papel, firmados y visados materialmente y cuyos números identificadores pueden ser comprobados. Lo peor viene cuando te requieren un papel en el plazo de 10 días hábiles que puedes presentar en la sede electrónica estatal, o en la autonómica, o en los registros físicos de "ventanilla única", etc. La oferta es enorme pero la realidad es que ninguno funciona. La sede electrónica estatal (https://rec.redsara.es/) está colapsada y no funciona, la autonómica requiere que el papel esté cumplimentado en un pdf especial que, evidentemente, el ciudadano ni tiene ni puede encontrar, la "ventanilla única" solamente atiende con cita previa por Internet pero el portal web que da las citas no funciona o da citas para después del los 10 días hábiles... Al final, te toca ir a correos y mandarlo certificado. Es decir, te toca usar los medios tradicionales.

Podríamos pensar que faltan medios o que hay ciertas deficiencias que se resolverán en el futuro pero no. Voy a pensar mal y ACERTARÉ. ¿Por qué el único acceso digital que funciona bien es el de la Agencia Tributaria? Porque con el dinero no se juega. Si las cosas "de comer" funcionan, las demás podrían funcionar.

Se dice que el gobierno por escrito fue obra de Felipe II. El rey se dio cuenta de que muchos de sus servidores públicos no le obedecían amparados en que las órdenes no llegaban con claridad o se interpretaban incorrectamente. Para solucionarlo, inventó los Registros. Toda disposición real era registrada por escrito con lugar y fecha de entrada y se remitía al destinatario una copia. De esta sencilla manera, el receptor no tenía excusa para eludir su responsabilidad.

Ahora, con la administración electrónica, quien elude la responsabilidad es la propia Administración. Vamos camino de un "Matrix" global bajo una gobernanza mundial. ¿Qué será de nosotros si esa gobernanza decide que no existimos? No nos quedará otra que huir a bordo de la nave Logos. No tendremos títulos, no podremos reclamar nada, sencillamente no existiremos.

Pondré otro ejemplo. A la vez que vivimos una gran incertidumbre sanitaria, los centros de salud se han vuelto inaccesibles, como si no hubiera más dolencia que el COVID-19. Si necesitas los servicios de tu enfermera o de tu médico habituales, te encuentras un personal atrincherado en la puerta del edificio que te impide un uso normal de las instalaciones. Si el servicio era necesario antes ahora lo sigue siendo, ¿no? ¿Qué está pasando?

Vamos camino de un mundo deshumanizado, sin contacto y dónde la existencia digital pende de la voluntad de alguien remoto, desconocido e inaccesible. ¡Esto es diabólico!


NOTA: Ya sé que son vehículos individuales y que la Domenica del Corriere no predijo en 1962 la crisis del COVID-19. No creo en Nostradamus ni soy un "conspiranoico"... aunque sí que existen intereses que alinean voluntades. La ilustración me sirve para evocar ese mundo deshumanizado sin contacto al que parece que nos hemos encaminado.


domingo, 1 de noviembre de 2020

El beso

No suelo leer poesía pero me he topado con este poema de Miguel Hernández cuya belleza me ha deslumbrado y he decidido hacerle un hueco en el blog

                        Te me mueres de casta y de sencilla:
                        estoy convicto, amor, estoy confeso
                        de que, raptor intrépido de un beso,
                        yo te libé la flor de la mejilla.

                        Yo te libé la flor de la mejilla,
                        y desde aquella gloria, aquel suceso,
                        tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
                        se te cae deshojada y amarilla.

                        El fantasma del beso delincuente
                        el pómulo te tiene perseguido,
                        cada vez más potente, negro y grande.

                        Y sin dormir estás, celosamente,
                        vigilando mi boca ¡con qué cuido!
                        para que no se vicie y se desmande.

                                        

Miguel dedica el poema a Josefina.

jueves, 29 de octubre de 2020

La obsesión de la señora Celaá por regalar títulos

Lo de esta señora, ministra para más señas, raya con lo patológico. ¡Qué manía con regalar títulos!

La verdad es que no me entra en la cabeza que sea catedrática de bachillerato. ¿Cómo puede alguien, que se ha dedicado a la enseñanza, poner tanto empeño en destruir su propia labor docente? Podría entender que una persona, presa de una cierta ideología, no fuera capaz de confrontar la realidad con su mundo profesado, pero una profesora a la que se supone experiencia contrastada en las aulas... ¡No lo entiendo!

Publica hoy EL MUNDO la noticia de que un profesor jubilado de Física y Química de 62 años es el hombre que ha logrado cercar a Isabel Celaá consiguiendo que la Fiscalía investigue a la ministra por forzar la LOMCE para dejar pasar de curso sin límite de suspensos.

Como ya he dicho muchas veces, aprender requiere esfuerzo. La ciencia infusa no llega ni utilizando las nuevas tecnologías ni por más "motivador" que sea el docente ni por mucho que se empeñe ningún ministro.

Si el profesor no exige lo que consigue es desmotivar, precisamente lo contrario de lo que debería ser su objetivo. Poner las asignaturas de saldo no contribuye al proceso de enseñanza-aprendizaje. Los seres humanos somos así: lo que obtenemos con esfuerzo nos provoca más satisfacción que lo que nos regalan.

Como dice, Jesús Luis Domínguez, nuestro David contra Goliat Celaá, "regalar las notas genera jóvenes dóciles, acríticos y manipulables". ¿Será eso lo que busca nuestra ministra? No puedo conocer las intenciones de doña Isabel pero me da la sensación de que muchos de estos políticos que nos gobiernan no están interesados en que la educación cumpla su función de ascensor social sino más bien de que todo esté tranquilo mientras ellos prosperan... cosa, que en el caso de nuestra titular de educación, es un hecho pues vive en Neguri, una de las zonas más caras de España.

"El docente que suspende está mal visto y no es infrecuente observar a profesores que aprueban a alumnos de los que dicen que no saben nada" afirma nuestro profesor de Física y Química. Lamentablemente, esto es absolutamente cierto y lo hemos comentado aquí en otras ocasiones. No es nada fácil aguantar la presión cuando el sistema no hace más que atacar al profesor que enseña.



sábado, 17 de octubre de 2020

Miguel Delibes

Miguel Delibes (1920-2010)

Anoche comencé a leer La mortaja, una recopilación de cuentos de Miguel Delibes que compré este verano en una librería de viejo de Urueña, y me he levantado con la conmemoración del centenario del nacimiento del autor resonando en todos los medios. ¡Bendita casualidad!
Delibes es el autor del que más obras he leído desde que algún profesor me mandó El Camino cuando tenía 13 o 14 años. Siempre me engancha, siempre me enseña, siempre consigue despertar mi admiración. En mi opinión, no solamente escribe bien sino que conoce en profundidad el corazón humano y por eso son tan buenas sus novelas.
¿Cómo no recordar a sus personajes? A Daniel, el Mochuelo, en El Camino; a Menchu en Cinco horas con Mario; a Quico en El príncipe destronado; a Pacífico Pérez en Las guerras de nuestros antepasados; a Gervasio en 377A, madera de héroe… Algunos de ellos basados en ciudadanos reales de carne y hueso como Marcos, el Listezas, con cuyo hijo he tenido el honor de trabajar muchos años.
No soy ningún experto, pero me atrevería a decir que en las historias de Miguel Delibes subyace un fondo de optimismo en la Humanidad. Por muy sórdido que sea lo que nos cuente siempre hay un destello que señala el camino de la esperanza. Nos presenta un hombre con capacidad de redención y eso hace atractivas sus historias. Un rasgo que diría que comparte con Cervantes.
Según he podido leer hoy, se inició en la carrera literaria por impulso de su mujer, Ángeles de Castro, cuya muerte en 1974 le marcó profundamente y a la que dedicó el titulo Señora de rojo sobre fondo gris publicado en 1991.
Me viene a la memoria y no quiero dejar de citar la representación teatral de Cinco horas con Mario de Lola Herrera que tuvimos la suerte de poder disfrutar en Zaragoza el pasado 16 de febrero. ¡Magnífica! Menos mal que nos animamos a ir ya que el COVID frustró el resto de la gira.
Termino con Urueña, la Villa del Libro, ese bonito pueblo amurallado de Valladolid que con menos de 200 habitantes cuenta con 10 librerías y el centro cultural Miguel Delibes.

Urueña (Valladolid), la Villa del Libro


domingo, 9 de agosto de 2020

Quintín Racionero

Dedico esta entrada al filósofo y catedrático de la UNED Quintín Racionero (1948 - 2012) cuya figura me presentó uno de los alumnos con los que mantengo debates epistolares acerca de los temas de este blog. Tengo que agradecer a Andrei el dichoso descubrimiento de este profesor del que no había tenido noticia anteriormente.

Quintín era (es) un fantástico comunicador. Da gusto oírle hablar y también da un poquito de envidia (de la buena) desde un punto de vista profesional. Dejo aquí el vídeo que me ofreció Andrei: Los 3 grandes errores de la universidad; y animo a mis lectores a saborear otros materiales suyos (vídeos, audios o textos) igualmente interesantes que podemos encontrar por decenas en la red.

No puedo estar más de acuerdo con el diagnóstico que el profesor Racionero exponía en 2012 con la salvedad de que 8 años después las cosas están aún peor.

El primer error tiene que ver con la falsa promesa del aprendizaje sin esfuerzo. La enseñanza blandita, mullida, cómoda, acolchada, de eterno jardín de infancia... No cabe duda de que la educación en general se ha "maternizado" hasta extremos delirantes. Me resultan disparatados algunos comentarios que dejan mis alumnos en las encuestas refiriéndose a mis clases en términos que evocan escenarios castrenses como los de La chaqueta metálicaEl sargento de hierro, quejándose amargamente de que no entienden... ¿Prefieren acaso, que por el dinero que pagan, les junte la "m" con la "a" para leer "mamá"? No lo creo.

En el vídeo se denuncia que ahora el alumno no tiene que hacer nada para aprender. Es más, se irrita si se le pide que haga algo. Hemos pasado de fomentar la autonomía intelectual (la libertad en definitiva) a facilitar para incapacitar. La falacia de la ciencia infusa de la que tanto hemos hablado.

También sale Bolonia y su utilización como excusa para degradar el sistema y, esto lo digo yo, incrementar el coste mediante el ancestral mecanismo de dar menos por el mismo precio en los grados y ofrecer humo de colores triplicando el precio en los máster.

El protagonista del vídeo señala a los pedagogos (véase a partir del minuto 6:40) como una de las causas principales del colapso del sistema educativo en base a una errónea concepción de la naturaleza humana. Son nuestros comisarios políticos. Ellos y los que se erigen en expertos en innovación pedagógica. Yo tengo un compañero que hace esa labor de agente encubierto desde el "anonimato" de la comisión DOCENTIA y le agradezco mucho sus paternales consejos en los que me anima a seguir las recomendaciones de mis alumnos con el objetivo de hacerles la vida más llevadera... ¡Vamos! lo de la "m" con la "a". Gracias querido A. pero tengo conciencia y no estoy para engañar a nadie. Seguro que en la próxima evaluación me propone pasar un tiempo en un campo de reeducación en vista de mi nula voluntad de cambio.

En segundo lugar, se denuncia el desastre de la selección del profesorado. Las plazas se convocan con "nombre", están dadas. Esto es contrario de los principios constitucionales de publicidad, mérito y capacidad, y al más elemental sentido común que aconseja un cierto grado de competencia si queremos tener a los mejores dando clase.

En truco del almendruco consiste en convocar plazas con perfil docente y perfil investigador. La intersección de ambos perfiles suele dar como resultado el conjunto unitario con el nombre y dos apellidos del elemento previamente designado. Así, el chico que le escribe los papers al catedrático suele conseguir su plaza. Evidentemente, no será una plaza que le permita continuar su carrera por libre. Será lo suficientemente precaria como para tener que seguir escribiéndole los artículos a quien corresponde.

Para colmo, ese catedrático, que configura su "equipo de colaboradores" en función de estrictos intereses personales, ni siquiera obtuvo la plaza de manera competitiva demostrando su valía en concurso público sino que alcanzó el Olimpo universitario mediante promoción interna para mayor gloria (y control) del Rector y su aparato de intereses.

El lector ya habrá caído en la cuenta de que en este escenario es natural que nuestras universidades se hallen dónde se hallan en las clasificaciones internacionales y no deja de ser milagroso encontrar a alguien que sepa un poco y que quiera enseñarlo.

¡Vean el vídeo!

sábado, 13 de junio de 2020

La clase presencial

En las últimas entradas he defendido la superioridad de las clases presenciales frente a las “online” ya sea celebrando la carta de Luis Ramón Núñez Rivas ya sea compartiendo mis reflexiones con los alumnos. Mi tesis es que las clases “online” son un mal sucedáneo de las presenciales y que no deben considerarse un sustituto de éstas ni siquiera como mal menor. En todo caso, el verdadero sustituto debería ser un plan de lecturas, ejercicios y trabajos debidamente apoyado por tutorías personalizadas.
Soy consciente de que mi tesis no es compartida por la mayoría ya que muchos piensan que es igual asistir a una clase presencial que ver la retransmisión de la misma por Internet, tal y como sucede con un partido de fútbol, por ejemplo. Ahora bien, el verdadero aficionado sí que me dará la razón: no es lo mismo estar en un partido, una obra de teatro o una ópera en directo a ver su versión televisada. ¡Nada que ver!
Sea como fuere, los planes que están haciendo nuestros “gestores” van camino de fomentar el modelo telemático aprovechando que ya hemos “aprendido” a manejarlo: esto cuenta EL PAÍS y esto AS. Sorprende que en las aulas se imponga una separación de 1,5 metros entre alumnos si fuera de ellas no se va a cumplir esta restricción, como vemos ahora en nuestras calles. Sorprende que no haya restricciones en las cafeterías. Sorprende que haya que rotar por semanas alternado clases presenciales y clases retransmitidas. Sorprende que no se haya aceptado la razonable solicitud de los estudiantes de que los alumnos de primeros cursos reciban clases presenciales. Sorprenden muchas cosas…
En cualquier caso, voy a intentar argumentar mi posición dándole algunas vueltas al concepto de clase presencial y, para empezar, le voy a cambiar el nombre: clase magistral. Sí, la denostada por la neopedagogía clase magistral, que no significa que sea conducida con maestría sino que es relativa al maestro, es decir, al que enseña una ciencia, arte u oficio.
En la clase magistral el profesor explica una lección a los alumnos y, para que aquello funcione, tienen que darse dos condiciones previas: que haya uno que sabe, el profesor, y otros que quieren aprender, los alumnos. Esto es cierto incluso cuando los alumnos son pequeños, pues en ese caso son los padres los que ponen el fin (aprender).


La actitud activa del alumno se manifiesta en su interés, en su compostura, en sus preguntas pero, sobre todo, en tomar apuntes. De esto hablaré otro día, pero asistir a clase sin tomar apuntes es una pérdida de tiempo. Ya sé que la nueva pedagogía aboga por escuchar al profesor para “entenderle” pero tampoco en eso estoy de acuerdo. Habrá veces que se le entienda y otras que no pero tomar apuntes es esencial. A los profesores que quieren “ser escuchados” les aconsejaría que se buscaran otro tipo de audiencia: un amigo, una novia, un psiquiatra… Su función es mostrar un tema dentro de una materia, estableciendo sus relaciones, señalando los aspectos sobre los que los alumnos deben profundizar. No se trata de contar un truco o describir un procedimiento, eso es muy poco.
Hoy en día, parece que la clase magistral consiste en explicar lo que entra en el examen y así nos encontramos con la protesta del alumno indolente que clama: “profe, no lo entiendo”. Como si la misión del profesor fuera conseguir que el estudiante salga de clase entendiendo lo que le va a caer en el examen. De ahí al concepto de profesor que “ayuda” hay un paso: ¡El profesor ONG!
No. El profesor no "ayuda" porque si obra de esa manera elimina la responsabilidad del alumno que se convierte en sujeto pasivo, indolente, un lastre al que hay que buscar las cosquillas para que reaccione y aprenda. Pobre materia si salimos de clase con todo entendido. Hay que estudiar. Hay que leer ya que el conocimiento siempre se transmite por escrito. Hay que profundizar. No se trata de recopilar datos sino de formar la cabeza y eso es tarea individual.
En la clase magistral, el profesor es como un director de orquesta, que imprime su aíre a la interpretación, pero los que tocan son los músicos y si el director deja la batuta la música no cesa ya que todos tienen por escrito qué es lo que deben hacer. La misión del profesor es iluminar el camino pero no agotar el conocimiento. Por eso, cada maestro enseña de manera diferente.
Y para que la labor del profesor sea eficaz necesita de la interacción con sus estudiantes. De ahí que la videoconferencia no sirva ya que deja ciego al profesor. Dar clase es una especie de representación teatral, con sus emociones y originalidad en cada actuación. Eso solamente se consigue con la presencia: somos alma pero también cuerpo, materia. Necesitamos sentirnos. Lo más trascendente viene de la mano de lo más humano. Incluso para transmitir lo más racional necesitamos de relaciones.


Claro que muchas de las clases de hoy en día no son así. Profesores que no saben la materia ni la quieren saber y que se dedican a leer dispositivas, alumnos que no toman apuntes y que vienen mal preparados con el único objetivo de aprobar… En ese escenario, sí que la clase “online” sustituye a la presencial. Pero merced a su baja calidad. Si las clases virtuales fueran realmente útiles no habría universidades presenciales.
La influencia de la neopedagogía hace estragos. Para esta nueva pedagogía lo importante son los medios (las TIC) de manera que lo esencial no es saber la materia sino dominar las “nuevas tecnologías”. Hay una pléyade de profesores que no se saben la materia pero que brillan (o lo pretenden) mediante el uso efectista de vídeos, móviles, clases invertidas, “gamificación”, etc. Lo mejor de todo es que son ellos mismos los que aseguran que sus métodos funcionan mientras se niegan a que sus alumnos sean evaluados en pruebas externas.
Estos neopedagogos desprecian a los profesores de verdad, a los que honradamente se esfuerzan por dominar su área de conocimiento, y nos intentan convencer de que lo importante es la técnica de enseñanza y no el contenido. Por eso reniegan de la clase magistral y venden ciencia infusa cual charlatán de feria.
Termino con una cita del profesor Francisco Mora, experto en neurociencia: “La presencialidad del profesor seguirá siendo esencial en una buena enseñanza. Un gran profesor es aquel que deja huella utilizando toda y su entera personalidad humana ante los alumnos. Solo en presencia física ante el alumno se desenvuelve bien el gran profesor, aquel capaz de convertir cualquier cosa, incluso lo soso, en algo siempre interesante. En abrir los ojos de quien escucha. En que lo que dice cale, deje huella. Eso es la emoción con las que tiñe sus palabras y les da profundo sentido.”

He encontrado este interesante artículo de José Aguilar Jurado sobre la clase magistral que puede leerse aquí.

lunes, 8 de junio de 2020

Ecos del confinamiento

Tres meses llevamos entre confinamientos y “desescaladas” camino de la “nueva normalidad”. Obsérvese la importancia que le conceden nuestros políticos a usar palabrejas raras. ¿Por qué será? Miedo me da la normalidad “nueva”. Prefiero la normalidad de siempre. ¿Será que soy un reaccionario?
En este tiempo han pasado muchas cosas que me han llamado la atención. Aunque no sea la más importante, quería referirme ahora a la carta de Luis Ramón Núñez Rivas, Director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales de la Universidad Politécnica de Madrid, fechada el 3 de abril pasado y que reproduzco a continuación.


Entiendo que la misiva iba dirigida a los miembros de la Escuela y que su difusión pública solamente de debió a intereses más bien ideológicos. Lo cierto es que durante unos días se armó un buen revuelo. Véase la información de EL ESPAÑOL, OKDIARIO, LA RAZÓN o EuropaPress.
No entraré en debates feministas ya que no veo por ningún sitio la ofensa en ese sentido. Por eso digo que parte del alboroto proviene de intereses ideológicos que nada tienen que ver con lo escrito.
Tampoco me parece relevante que Luis Ramón Núñez Rivas calificara al Ministro de Universidades, Manuel Castells, de pseudoministro. No en vano, tradicionalmente las universidades han estado incluidas en la cartera de educación o bien dentro de ciencia y tecnología. El hecho de que este gobierno cuente con una cartera específica de universidades se debe más a la necesidad de incluir en el gabinete a muchos ministros que a la relevancia de su gestión. La realidad es que las competencias están transferidas a las comunidades autónomas y el Estado tan sólo cuenta con una universidad, la UNED, que no parece muy contenta con los “ninguneos” del ministro.
Lo que sí me parece importante y encomiable es la defensa que hace el Director de la Escuela de Navales de la UPM de lo que debe ser una escuela seria y de calidad (de la de verdad, no de la que se lleva ahora basada en la burocracia): la enseñanza debe terminar de manera presencial y los exámenes han de ser presenciales “y si para ello es necesario prorrogar [el curso] hasta el 31 de diciembre, que se haga”.
Estoy de acuerdo con el planteamiento del Dr. Núñez Rivas: seriedad, calidad, rigor… presencialidad y si no se puede terminar ahora ya se terminará.
Lamentablemente, la riada nos ha llevado por delante en sentido contrario. Se nos ha obligado, sin estar preparados, a usar medios “online” para dar clase y para examinar. Y, para mayor escarnio, alabando nuestro esfuerzo con palabras tan grandilocuentes como falsas. Muchos de nuestros mandamases han visto el cielo abierto con esto de las clases “online”. Apoyados en esa nueva normalidad de la que hablan, lo que desean es gestionar estudios sin presencialidad. Salen más baratos, no requieren espacio físico, los medios pueden estar grabados y, total, si enseñar y que la gente aprenda ya da lo mismo. Lo único importante es regalar títulos y cobrar.
Las noticias sobre educación en época de confinamiento no pueden ser más desalentadoras: se podrá hacer la EBAU con suspensos o se presiona a los docentes para que aprueben a los alumnos son dos ejemplos de que han llegado las rebajas a la educación. Y no sólo es un mal patrio sino que de Italia llegaban noticias similares.
Decía una muchacha: “Siento que estoy siendo evaluada constantemente pero no estoy aprendiendo nada”. Paradigma de lo que es hoy nuestra educación: procedimiento sin alma.
Todo esto me parece muestra evidente de decadencia. La sociedad no valora el conocimiento por mucho que hable de ciencia y de I+D+i… y nuestros políticos menos.



miércoles, 15 de abril de 2020

A mis alumnos confinados por COVID-19

Estimados alumnos confinados por COVID-19:

La intranquilidad y angustia que experimentáis respecto a los procedimientos de evaluación es comprensible dada la falta de certezas que padecemos en estos días. Me gustaría subrayar que la zozobra no se sufre sólo por vuestro lado sino también por el lado del profesorado. No obstante, en vez de alentar las emociones negativas, es mucho más sano ver la situación como una oportunidad y planificarse el aprendizaje de la manera más cómoda y eficiente posible. Dado que disponemos de más tiempo, ya que nos estamos ahorrando los desplazamientos, vamos a dedicar ese tiempo adicional a preparar las asignaturas haciéndonos unos buenos apuntes y resolviendo los ejercicios propuestos. Si tenéis preparadas las asignaturas, ¿qué más da cómo se evalúen? Pensemos en aprender, no en aprobar.
Planteáis un panorama dantesco: gran variedad y cantidad de dificultades, falta de claridad ante los temas, imposibilidad de seguir la asignatura con los recursos disponibles en Internet, dudas imposibles de resolver por correo electrónico... Y proponéis una solución que viene a ser el Bálsamo de Fierabrás (léase el Quijote), que disolverá todas las dificultades como por ensalmo, a saber, los vídeos.
Los vídeos educativos se han convertido en la punta de lanza de la neopedagogía y se nos presentan como lo más próximo a la ciencia infusa. Esa ciencia que se adquiere sin esfuerzo, de ahí lo de infusa, concedida por arte de magia. Como en Matrix, ¿recordáis? Si hace falta, me puedo bajar al cerebro el manual de pilotaje del último ingenio volador. Se nos vende la idea con diferentes nombres: píldoras educativas, vídeo cápsulase-learning, etc. Y ha cundido la fe en ellos como puede cundir en la eficacia de un crecepelos revolucionario. La idea es evocadora pero nada más.
Siento desilusionaros, pero el conocimiento se formaliza y se transmite a través de la lectura y el trabajo intelectual. En la vida real, el gobierno es por escrito, los contratos son por escrito, las especificaciones de un proyecto son por escrito, los pliegos de condiciones son por escrito, los manuales son por escrito... y así todo. Hay que aprender a escribir bien y hay que adquirir la destreza de leer bien. El uso de vídeos para transmitir conocimiento, como ya os expliqué un día, es una vuelta a la Edad Media, una época en la que la gente normal no sabía ni leer ni escribir y tenía que aprender a través de las imágenes de los templos y las actuaciones de los trovadores. ¡Por favor! No vayamos para atrás.
Tenéis material abundante para preparar cada uno de los temas de la asignatura: una colección de diapositivas que representan el equivalente a la clase presencial, una documentación complementaria que equivale a la bibliografía, una colección de problemas y sus correspondientes soluciones. Además, las prácticas de laboratorio para las que contáis con las herramientas de desarrollo, las colecciones de dispositivas, las prácticas a realizar y las soluciones a las mismas.
No entiendo qué aporta la "clase telemática" o los "vídeos pregrabados". Tenéis las presentaciones para que las estudiéis cuando consideréis oportuno y os hagáis unos apuntes con ellas y la bibliografía complementaria. Y para las dudas, me tenéis a vuestra disposición en el correo electrónico, que en el presente estado de confinamiento es como estar de guardia las 24 horas del día.
Solamente en problemas resueltos creo que hay más de medio centenar. Editados de una manera clara, detallada y con ilustraciones. Una “currada” como diríais vosotros. Todo un arsenal de medios online con los que trabajar la materia. Y ahí está el secreto: en la palabra TRABAJAR. Hay que organizarse, leer las presentaciones y la documentación, confeccionar unos apuntes, intentar resolver los problemas, contrastar las soluciones... Es decir, ser sujetos activos del aprendizaje, porque sin esa disposición nada se puede conseguir, ni con clases presenciales ni sin ellas.
Vivimos unos días en los que es muy fácil caer en el temible "déficit de atención". Un síndrome derivado de la incertidumbre y del compulsivo deseo de consumir noticias. Os aconsejo esconder el móvil durante varias horas cada día porque este cacharro nos roba el tiempo y la vida: no podemos atender a todos los vídeos que nos mandan, ni ver todos los memes que recibimos. Las noticias son reiterativas y no aportan nada más que creciente incertidumbre. Poned un poco de orden y a ESTUDIAR. Y seguro que ese panorama dantesco que describís se transforma.
Convenceos, la ciencia infusa no existe. Es un concepto religioso que el propio libro del Génesis presenta como un don malogrado, que no se va a hacer realidad por muchos vídeos que veáis. Que nadie os engañe. No pongáis en los demás la responsabilidad que solamente a cada uno atañe.
Espero haber contribuido con mis reflexiones a que no perdamos de vista lo importante. Tranquilidad, calma, estudio, trabajo.
Saludos cordiales.

Vuestro profesor



martes, 24 de marzo de 2020

Cuarentena y enseñanza online

Estamos en cuarentena. ¿Quién nos lo iba a decir? Nosotros, que nos habíamos propuesto revertir el cambio climático, nos vemos obligados a confinarnos y aparcar rutinas y proyectos. ¡Ay! Nos creíamos tan poderosos y un “bichito” hace tambalear nuestro engreimiento.
Nos decían que nuestro sistema sanitario era el mejor del mundo y que todo estaba previsto. ¡Jaja! ¿Todo, todo…? Bueno. No todo. Es que esto no había pasado antes, nos dicen. ¡Ah! Ya. Tenemos previsto lo que ya ha pasado, vamos, que lo tenemos “postvisto” pero no previsto. Digo yo.
Mientras mueren a centenas cada día, los que aún estamos operativos teletrabajamos a destajo para mantener la enseñanza online. O eso pretenden nuestros líderes, empeñados en su petulancia.
Una imagen típica que evoca el término enseñanza es la del venerable sabio rodeado de atentos discípulos. Es decir, lo normal de la enseñanza es que sea presencial. De la misma forma que lo normal de una relación sentimental es que sea presencial… De hecho, la enseñanza no presencial siempre ha tenido adjetivo (enseñanza a distancia, enseñanza online) porque resulta evidente que no es lo mismo que la presencial.
El deseo de que lo virtual sustituya a lo real me parece que se encuadra en el moderno anhelo de autoconstrucción en el que resuena el “seréis como dioses” de Satanás en el Génesis. La idea de tocar un botón y disponer de un bien es muy atractiva y la costumbre de comprar por Internet nos ha hecho olvidar que no es un proceso sencillo. Al final, alguien te empaqueta el pedido, alguien te lo trae y alguien lo habrá tenido que fabricar… En estas dramáticas circunstancias comprobamos que no todo es ideal ya que ante la avalancha de solicitudes algunas empresas han cancelado el reparto a domicilio.
La enseñanza online tiene muchas facetas. No es lo mismo proponer la lectura de unos contenidos, ejercicios o prácticas que “dar clase” o evaluar. La evaluación siempre se ha hecho de manera presencial. Al menos si está en juego un título que valga para algo.
Lo de dar clase por videoconferencia o por youtube es un sucedáneo. Parece que es pero no es. Es una imagen de la enseñanza real pero no es real. Tal y como sucede en las películas, es una ficción. Lo que vemos en una película es una representación en dos dimensiones que nos cuenta, con más o menos acierto, una historia prescindiendo de la interacción. La historia es presa del sentido de la vista y del oído. Vemos y oímos lo que está grabado, sin más. En cambio, si la historia nos la dan por escrito, cada cual “ve” y “oye” escenas diferentes, abstrae y asciende a un universo propio. Esa información, modela, crea, se plasma en conocimientos. La lectura forma la inteligencia mientras que el vídeo excita las emociones.
La clase presencial está en otro plano, estimula la voluntad de los alumnos a buscar la verdad. La exposición del profesor señala el camino a seguir desvelando su ciencia al ritmo que precisen los discípulos, unas veces pausado otras exigente, en un ejercicio que solamente la experiencia y la interacción pueden hacer eficaces.
Las clases "enlatadas" de poco sirven. Suelen ser cuestiones triviales en las que pierdes 10 minutos para enterarte de algo que podías haber leído en 2. La estética acostumbra a ser atractiva pero el contenido no pasa muchas veces de la calificación de "truco", mera cuestión procedimental que poco aporta al verdadero conocimiento.
Llevemos la enseñanza online al extremo. Vamos a grabar nuestras clases y las repetimos cada curso hasta la jubilación mientras cobramos nuestro sueldo viviendo plácidamente. Yo contrataría un buen actor y un montador y ¡a vivir! Es absurdo, ¿no? El profesor habla a sus alumnos y los alumnos preguntan a su profesor y lo demás son sucedáneos. Y, en general, la gente no quiere sucedáneos.
Con todo, parece que la locura online se extiende más que el virus. Hasta el Papa y los obispos se han apuntado a las misas online. Me viene a la cabeza aquello que me enseñaron cuando era joven de que los sacramentos tienen (o tenían) materia y forma… ¿Dónde queda la materia por Internet? ¿Habrá que pensar una nueva teología online?
Lo cierto es que el pan online no alimenta. Creo que eso está claro.