miércoles, 23 de noviembre de 2022

La sociología como fuente de (no) verdad

No descubro nada nuevo si afirmo que la sociología está de moda. Cada día los medios de comunicación nos presentan los resultados de una nueva encuesta: la intención de voto, los hábitos de consumo, si gastaremos más o menos en Navidad… Los nombres de las empresas que hacen estos trabajos también nos resultan familiares: GAD3, Kantar, SIGMADOS, etc. o los mismísimos servicios públicos CIS y EUROSTAT.

Lamentablemente se han hecho habituales las invitaciones a participar en sondeos relacionados con proyectos de investigación de sesgo tecnológico. Dudo mucho de que tengan un verdadero interés técnico, pero comprendo que es más sencillo guisar un artículo “científico” en la cocina estadística de rutinas de uso y opiniones, que ponerse a hacer ingeniería de verdad.

Con todo, lo que más me llama la atención es la veneración que algunos profesan a estos datos. Dicen, sin rubor, que son objetivos, cuando su naturaleza es absolutamente subjetiva: son, sin duda, opiniones o hábitos de sujetos individuales.

Otra cosa es que la presentación que se nos ofrece sea cuantificable y, normalmente, muy sugerente en impactantes gráficas. Estos devotos de la demoscopia llaman objetivo a lo numérico, pero su razonamiento es falaz, puesto que la “objetividad” de las cifras sólo sirve para compilar lo subjetivo, no para convertirlo en verdad. ¡Seamos cautos!

Pondré un ejemplo que me parece absolutamente elocuente. En época de Galileo, muchos opinaban que la Tierra era el centro del Universo, pero eso no era cierto. La verdad era y es que la Tierra gira alrededor del Sol. Así, ya hubieran podido defender el geocentrismo el CIS, Kantar y el sursum corda, todos juntos, que no por eso hubieran tenido razón ni hubieran sido objetivos. Sus conclusiones serían cuantificables, pero no verdaderas.

Lo mismo podríamos decir respecto al terraplanismo o respecto a alguna apresurada deducción alumbrada observando el gusto de las moscas por posarse en los excrementos. No en vano, las conclusiones sociológicas son muy volátiles: hoy la gente opina esto y mañana opina lo contrario.

Creo que queda definitivamente demostrado que la sociología no es fuente de verdad ni de objetividad, por mucho que sus corolarios se cuantifiquen numéricamente. Para colmo, las conclusiones dependen mucho de qué se pregunte y cómo se pregunte, de cómo se cocine y de qué manera se dibujen las gráficas. Demasiadas variables como para fiarse.

Nuestros líderes, gestores y administradores deberían tener claro a dónde nos quieren llevar en lugar de quedarse rezagados observando encuestas. Líder es el que va delante, abriendo camino en pos de un fin animado de verdad, y no el que se queda detrás, mirando qué hace el grupo para decirle lo que desea oír.


El programa DOCENTIA

En cada universidad, la preceptiva evaluación de la calidad de la actividad docente, se enmarca en los respectivos programas DOCENTIA. Pues bien, en el caso de mi universidad, la medida de la calidad viene dada por lo que digan las encuestas de satisfacción que rellenan los alumnos, unos pocos, por cierto.

Evidentemente, por mucha estadística que le pongamos, las opiniones de los estudiantes son subjetivas y, naturalmente, sujetas a cómo le haya ido la fiesta a cada cual. No son fuente de verdad.

Un verdadero profesional de la enseñanza no debería verse supeditado a tales opiniones, porque el que conoce la asignatura y lo que necesitan sus alumnos es él y no la suma de opiniones subjetivas. En la enseñanza, el cliente no siempre tiene razón. Flaco favor le hacemos a la universidad si relegamos la calidad a la opinión de quien viene a ser formado. El líder va delante tirando del conjunto, no sigue el volátil deseo del alumnado.



Una colaboración

Un muy estimado lector me hace llegar un enlace que abunda en lo expresado en esta entrada. Dejo aquí la referencia y animo a su lectura ya que es muy elocuente y ofrece datos interesantes.

¿Contento con mi clase, estimado cliente?” por Luis Luque







jueves, 10 de noviembre de 2022

Monos, hormigas, corales y alguna confesión sonrojante

El pasado martes 18 de octubre, dentro de las jornadas de la Mobile Week de Alcalá de Henares, tuvo lugar la intervención del Director de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Alcalá, Dr. José Antonio Portilla Figueras, titulada "Monos, hormigas, corales y alguna espada: la naturaleza y los problemas complejos".


La celebración del evento en el Corral de Comedias presagiaba lo peor, ya que nadie podía saber si aquello iba en serio o en broma. Afortunadamente, la organización, mostrando un gran sentido común, situó a nuestro personaje de telonero, de forma que el nivel de las intervenciones fuera creciente y no se notaran tanto las evidentes carencias de nuestro orador.

En el vídeo de YouTube, cuyo enlace dejo aquí, podemos comprobar lo que cuento. Advierto de que estas imágenes pueden herir la sensibilidad.

Nuestro protagonista comienza (minuto 4) confesando que se siente un simple profesor que intenta hacer las cosas medianamente bien. ¡Menos mal! Si has conseguido hundir la Escuela intentando hacer las cosas bien, no sé lo que hubiera sido de otra manera.

Ya en el minuto 5 confunde problemas complejos con problemas complicados. Parece desconocer que existe una Teoría de la Complejidad, cuya métrica permite clasificar los problemas en atención a diferentes aspectos. Ni una palabra en toda la charla acerca de los problemas NP o NP-completos. ¡Pfff! Demasiado complicado.

Para Portilla los problemas complejos son mandar un cohete a la Luna, trabajar con el ADN o construir un rascacielos, ya que si te caes desde arriba tardas dos horas en darte la bofetada con el suelo (sic). Según nos explica, los problemas son complicados porque son un follón (sic). No se sabe si "follón" es equivalente a "o grande de exponencial", pero pronto saldremos de dudas.

Minuto 6. La nueva métrica que propone Portilla para cuantificar la "complicación" es el matrimonio. Más concretamente, el banquete de bodas (sic). Como lo oyes, querido lector. Y dice que es catedrático de Teoría de la Señal y Comunicaciones...

Pues eso, a partir de ahora no hay problemas NP-completos, sino problemas "o grande de matrimonio". ¡Hombre! Innovador es, no cabe duda.

Después de unos consejos de coaching de pareja, continúa con los problemas que resuelve la Naturaleza, con la intención de presentar los algoritmos bioinspirados, pero no sin antes volver a tropezarse con la "complicación", el tiempo finito para solucionar un problema, etc., evidenciando que no ha oído hablar del halting problem de Alan Turing.

Después de conseguir superar la charleta sobre las hormigas y los elfos, haciendo un enorme esfuerzo para no sucumbir al insufrible sentimiento de vergüenza ajena, llegamos a la traca final. ¡Atención!

Minuto 18. Portilla confiesa que tiene subcontratado el grupo de investigación, que se lo lleva otra persona. Pero, ¿no eres tú el catedrático de universidad? ¿No diriges tú la investigación? Pues no. Resulta que se lo dirige otro catedrático. ¿Otro? Sí, ¿cómo no? En la Escuela Politécnica Superior de la UAH uno de cada 4 doctores es catedrático. ¡Surgen como hongos! Nunca un centro universitario contó con tantos catedráticos y tan poco prestigio.

Esta hipertrofia de catedráticos es absolutamente patológica y sonrojante. ¿Cómo es posible? Esto se explica porque la producción científica no es personal, sino que hay grupos de investigación en los que trabajan unos pocos y firman muchos. Y firman artículos que no sólo no han hecho, sino que ni siquiera se han leído.

Portilla es catedrático de Teoría de la Señal y Comunicaciones, pero sus artículos son de computación, que es de lo que sabe su jefe de grupo de investigación. Artículos que él firma aunque parezca no haber oído hablar de la Teoría de la Complejidad ni parezca conocer qué es un problema NP-completo.

La actuación estelar termina con una foto de un artículo, firmado por ellos y fechado en 2006, (¡hace 16 años!), en el que proclaman tener la solución al problema del banquete nupcial. Lo mejor de todo es que idéntica temática se reproduce en multitud de artículos de otros grupos de investigación de la EPS. Da la sensación de que aquí hay un filón importante, que ha hecho catedráticos a un cerro de profesores.

Termino con la siguiente fotografía. Creo que es suficientemente elocuente como para que no sea necesario incluir el adjetivo con el que me la envió un compañero.



jueves, 13 de octubre de 2022

¡Neopedagogos! A ver si os enteráis: el hombre no ha cambiado

Estoy terminando de leer la autobiografía de Agustín de Hipona, nacido en Tagaste, cerca de Cartago, en 354, y considerado el máximo pensador del primer milenio, al que debemos importantes aportaciones sobre filosofía, ética, teología, el concepto del tiempo, la naturaleza de la memoria, etc. En su juventud fue maestro de gramática y retórica, y es aquí donde quiero detenerme.

Dice Agustín de sí mismo que cuando era niño “[…] no gustaba yo de las letras y odiaba el que me urgiesen a estudiarlas. Con todo, era urgido y me hacían gran bien. Quien no hacía bien era yo, que no estudiaba sino obligado […]” (Confesiones 1,12,19). Es decir, a nuestro famoso pensador hubo que forzarle a estudiar, porque no basta con tener talento.

Más tarde cuenta que, sintiéndose frustrado, decide ir a Roma, la Nueva York de la época, y explica sus motivos así: “[…] mi determinación de ir a Roma no fue por ganar más ni alcanzar mayor gloria, como me prometían los amigos que me aconsejaban tal cosa —aunque también estas cosas pesaban en mi ánimo entonces—, sino la mayor causa, y casi sola, era oír decir que los mancebos que estudiaban en Roma eran más quietos y más bien disciplinados, porque no entraban en tropel en la escuela de otros maestros, ni eran admitidos por ellos sin licencia del suyo. Todo lo contrario de lo que se hacia en Cartago, adonde los estudiantes son descorteses y mal criados, entran desvergonzada y furiosamente y turban la orden que los maestros tienen puesta a sus discípulos para que aprendan mejor; hacen mil agravios con poco seso, que por las leyes deberían ser castigados, si la costumbre no los excusase; la cual muestra que ellos son tanto más miserables cuanto, por costumbre, más se les permite lo que por vuestra eterna ley nunca les será lícito; y piensan que no hay castigo en lo que hacen, siendo su castigo la ceguedad con que lo hacen y, sin comparación, mayores son los males que padecen que no los que hacen. De manera que las costumbres que siendo yo estudiante no quise seguir, después siendo maestro era forzado a sufrirlas en los otros. Y por eso me agradaba el ir a parte donde todos los que lo sabían me decían que no había tales costumbres.” (Confesiones 5,8,14).

Agustín está harto de aguantar indisciplina y falta de respeto y, por eso, se traslada a Roma, con la esperanza de conseguir mejores estudiantes. La disciplina es fundamental a la hora de enseñar. Hoy, ayer y siempre. No me quiero olvidar de la advertencia a los insubordinados: mayores son los males que padecen que los que hacen.

Ya en Roma, nos cuenta “[…] al punto advertí con sorpresa que los estudiantes de Roma hacían otras travesuras que no había experimentado con los de Cartago. Porque si era verdad, como me habían asegurado, que aquí [Roma] no se practicaban aquellas trastadas de los jóvenes perdidos de allí [Cartago], también me aseguraban que aquí los estudiantes se concertaban mutuamente para dejar de repente de asistir a las clases y pasarse a otro maestro, con el fin de no pagar el salario debido, faltando así a su fe y teniendo en nada la justicia por amor del dinero.” (Confesiones 5,12,22).

Pensemos ahora que todo esto pasa alrededor del año 400, es decir, hace más de 1.600 años. Es evidente que el hombre no ha cambiado nada. Dejémonos de vender la innovación pedagógica como la poción mágica que promete aprender sin esforzarse. No, la ciencia infusa no existe: los profesores tenemos que dar clase y los alumnos tienen que estudiar, aunque lo odien. Y la indisciplina no es naturalidad, sino falta de respeto.

Otro día, quizá, me detenga a hablar de la idea de la memoria según Agustín de Hipona o sobre su concepto del espacio-tiempo, que, para Roger Penrose, se adelantó 1.500 años a Albert Einstein.


Bibliografía:

- San Agustín, Confesiones, Austral, 2017. Traducción de Pedro Ribadeneyra
- Traducción online de Ángel Custodio Vega Rodríguez, revisada por José Rodríguez Díez: https://www.augustinus.it/spagnolo/confessioni/index.htm




jueves, 26 de mayo de 2022

El "aseguramiento" de la calidad

¡Mal empezamos! Sí, es bueno comprometerse con la calidad —¿cómo no?—, pero el empeño no resulta muy creíble si comenzamos haciendo un uso tan presuntuoso del lenguaje. Eso de aseguramiento de la calidad, ¿no quedaría mejor si lo expresamos como garantía de la calidad?

La frasecita aparece en el encabezado del Real Decreto 822/2021, sobre la organización de las enseñanzas universitarias, y hay que reconocer que es usada en el mundillo leguleyo, aunque en otros ámbitos.

Aseguramiento es la acción y efecto de asegurar, y el verbo asegurar cuenta entre sus sinónimos con garantizar, pero me fío más de quien manifieste la intención de garantizarme algo que de aquel que me lo asegure mediante un procedimiento. Yo soy así.


En mi opinión, el quid de la cuestión está en si la calidad de las enseñanzas universitarias se puede garantizar mediante procedimientos o no. Es cierto que para fabricar ladrillos es conveniente que se aplique un procedimiento, y que este haya sido concebido para producir ladrillos perfectos, además, debería vigilarse que todos los ladrillos lleguen al consumidor sin tara. Lo mismo se puede aplicar a tuercas, camisetas, relojes o patatas fritas.

Sin embargo, allá donde hay personas, como pasa con la enseñanza, las cosas no se reducen a procedimientos y controles de calidad. Se trata más bien de querer hacer un buen trabajo, con atención al cumplimiento de los objetivos y a evitar posibles desvíos. No es cuestión, por tanto, de aplicar un mecanismo sino de esmerarse con prudencia en sacar lo mejor de cada estudiante. 

Si leemos lo que dice el Real Decreto 822/2021, nos encontraremos con los típicos términos "evaluación externa", "cultura de la calidad", "protocolos", "estadísticas", "verificación", "documentación", "agencias de calidad" y demás verborrea. Lamentablemente, al final, la "cultura de la calidad" se convierte en burocracia y la "estadística" en cocinado de datos.

¿Hasta qué punto las agencias de calidad son independientes? Los "expertos" que verifican las solicitudes de acreditación provienen de las propias universidades. Tienen, por tanto, intereses en ambos lados del sistema. No es difícil caer en aquello del "hoy por mí, mañana por ti". Por otro lado, el que quiera hacer su trabajo con diligencia se encontrará una hojarasca inabarcable de papeles, autoindexados, llenos de jerga, cuando no de mentirijillas, de manera que toca fiarse o pedir y pedir más papeles.

En aquello que conozco de primera mano, resulta hilarante cotejar los informes de autoevaluación, que manda confeccionar el protocolo de calidad, con la (triste) realidad. ¡Nada que ver! Allá dónde la mayor parte del claustro de profesores ve un currículo mal secuenciado, los "expertos" en calidad ven innovación, autoformación, participación y demás zarandajas.

Ahora estamos con las encuestas de satisfacción, otro invento de los protocolos de calidad. Te dan la brasa para que las completes, te dan créditos, te darán bocadillos... pero no sirven para nada. Nadie las lee, nadie las analiza, nadie pone remedio a los problemas. Sólo sirven para poner un check en la casilla correspondiente del protocolo de verificación.

¿Qué es la "cultura de la calidad"? Un concepto vacío si no hay un auténtico interés por hacer las cosas bien, con prudencia y recta intención.

lunes, 9 de mayo de 2022

Ancelotti dixit

Es evidente que el entrenador del Real Madrid es uno de los hombres del momento, con permiso, claro está, de Carlos Alcaraz, fantástico triunfador del MUTUA MADRID OPEN.

Alguien podría decir que la actualidad tiene muchos más protagonistas. Sin ir muy lejos, los implicados en los polémicos casos de espionaje, pero aquí pretendemos hablar de cosas serias y dejamos el sainete para otros foros.

No nos distraigamos. Las remontadas del Real Madrid este año en la Champions ante PSG en marzo con tres goles de Benzema y exhibición de Modrić—, frente al Chelsea en abril con gol de Rodrygo a pase de Modrić en el minuto 80 y de Benzema en el 96 y contra el Manchester City de Guardiola en mayo nuevamente con goles de Rodrygo y Benzema, en un emocionante final con prórroga incluida—, han convertido a Carlo Ancelotti en un héroe.

Es verdad que esto de las remontadas es marca de la casa y que, durante su brillante y dilatada historia, nuestro querido Real Madrid Club de Fútbol se ha empeñado en convencernos de que no hay nada imposible si hay fe y ganas de luchar. No obstante, algo tendrá que ver el entrenador. No creo en eso de la "flor en el culo" que ya antes se les atribuyó a Vicente del Bosque o Zidane. Para tener éxito hay que trabajar. No olvidemos que Carletto, dejando aparte las remontadas, se ha convertido en el primer entrenador en ganar las 5 grandes ligas.

Ancelotti es un héroe, un héroe tranquilo, sensato, reposado, educado. Su serenidad en el éxito me ha recordado unas palabras suyas a cuenta de un pequeño incidente con Ceballos el pasado mes de enero. Dijo (dixit en latín) entonces: "Esta generación tiene menos respeto a las autoridades".

Lamentablemente, creo que esto es un hecho. Nuestros jóvenes manifiestan, en general y con honrosas excepciones, menos respeto a sus mayores que en épocas pasadas. Lo podemos comprobar en la familia, en la calle y, sobre todo, en los centros educativos a todos los niveles. Y cuando afirmo que a todos los niveles es porque, sin dudarlo, incluyo la universidad.

Aquellos que trabajan en enseñanzas medias me dirán que la universidad es una balsa de aceite en comparación con sus centros, y no les faltará razón, pero en la educación superior también se vive este clima de falta de consideración.

Aunque el comportamiento es una responsabilidad personal, sí que hay cierta correlación sociológica en el sentido de que a menor nivel académico menor es la deferencia con el profesor y/o los compañeros.

Corregir la situación no es sencillo, ya que las causas del problema están enraizadas en etapas anteriores de la educación, pero también es verdad que los cargos académicos no hacen mucho por mejorar las cosas. Hoy en día, el alumno es la "gasolina" de la universidad y sin él todo se para, por lo que nuestros "dirigentes" entre comillas, puesto que no dirigen sino que se mueven a favor del viento más propicio a sus intereses personales—,  aplican la máxima de que el cliente siempre tiene razón.

Sorprendentemente, aquellos que muestran un peor comportamiento son los que más respeto reclaman. Hace poco me contaba un compañero, que sufre continuas afrentas en clase, que le habían puesto una queja por falta de respeto. Más que indignado estaba asombrado. Y este mismo blog da fe de lo que afirmo si se leen algunos comentarios, anónimos, eso sí.

Sin embargo, tengo la teoría de que la palabra respeto, en boca de algunos de estos alumnos, no tiene el significado común. Para ellos, pedir respeto es una manera de gritar que no llegan, que no tienen ni el talento suficiente ni la capacidad de trabajo necesaria para sacar adelante su trabajo. Cuando piden respeto, en realidad, imploran que les apruebes sin esforzarse.

Tengo otra teoría acerca de las causas. Por supuesto que no pretendo hacer un diagnóstico exacto, pero sí ofrecer una primera aproximación al asunto. Estaremos de acuerdo en que esto del respeto se aprende en casa, pero tengo para mí que el ambiente de los institutos es nocivo si queremos cultivar esta virtud.

Me explico. El profesorado ha perdido totalmente la autoridad, habida cuenta de que ni la sociedad ni los equipos directivos les respaldan. La consecuencia es que reina un ambiente de colegueo entre profesores y alumnos, en el que ellos se creen que son los amos. Para colmo, la enseñanza se ha maternizado hasta límites patológicos, como ya expliqué hace algún tiempo en la entrada "Demasiado espíritu maternal". El cóctel produce estudiantes engreídos y convencidos de que son el centro del mundo, inconscientes en muchos casos de que han sido aprobados para que el sistema siga funcionando aparentemente bien.

Está claro que los primeros perjudicados son los estudiantes, pero ellos no tienen recursos para sacudirse esta lacra. Para cuando se dan cuenta de que han sido engañados ya es demasiado tarde.

Carlo Ancelotti



viernes, 18 de marzo de 2022

Sociedad de bombos mutuos

Hay un vicerrector en mi curro que, desde que lo nombraron, no para de recibir galardones: que si el premio "Sin ciencia no hay futuro" que otorga un periódico digital de Castilla la Mancha, que, como todo el mundo sabe, es el Silicon Valley español, pero en meseta; que si premio a la transferencia de conocimiento del Consejo Social de la universidad (para la que trabaja); que si la medalla de plata de la universidad (para la que trabaja); que si la mejor patente de la universidad (para la que trabaja)...

Es todo un ejemplo para las jóvenes generaciones de dedicación y sacrificio por el bien de la ciencia, de la docencia y, como no, de la gestión, que para eso manda en la universidad (para la que trabaja).

No sé, no sé. A mí me da un poco de grima todo esto. Se nota mucho. Se ve el plumero. Esto suena a sociedad de bombos mutuos. Seamos claros —que existe el derecho a la libertad de expresión, y más zancadillas de las que me pone, no me va a poner— este chico parece que se aprovecha de su posición de poder para mover los hilos de la universidad (para la que trabaja) en su beneficio. No digo que lo haga, digo que lo parece. Lo parece, que luego venimos con el honor y nos cabreamos. Ya sabemos que la mujer del César, además de ser honesta, debe parecerlo. ¿O no?

Da la sensación de que "sin premios no hay ciencia", más que "sin ciencia no hay futuro". Si realmente hubiera ciencia, no haría falta nada de esto. Si echas un vistazo a la producción científica del laureado vicerrector, las cosas no son tan brillantes y, además, se observa cierta decadencia, a pesar de que no paramos de ampliar el "equipo". A buen entendedor...

Lo de la medalla de plata es de traca. Se la autoconceden los que forman el equipo de gobierno. ¡Con un par! Es algo así como decir, "como lo hacemos todo tan bien, nos damos un premio". Es absolutamente anti estético, pero con una cara suficientemente dura, ¿qué más da? Si les recuerdas la cantidad de cosas que están mal, te dirán que no es culpa de su gestión sino de los de abajo que no comprendemos sus directrices o estamos poco comprometidos.

No obstante, lo de la patente sí que es de premio. En mi modesta opinión profesional, la aportación de la patente es irrelevante e incluso infantil, pero ha sido gestionada gracias al impulso (a buen entendedor...) de la propia universidad (para la que trabaja). Así cualquiera. Y sé de lo que hablo, que yo también tengo una patente (irrelevante, pero no infantil) y me la curré yo solito.

Lamentablemente, este chico ha salido a la palestra mediática por un caso de "Intercambio de sillones", algo un poco oscuro, que seguro que es fruto de alguna mente malintencionada y rencorosa, porque él está deseando dar el dinero de investigación a los mejores, no a los que le pueda convenir. Estoy absolutamente convencido de ello viendo la cantidad de premios que tiene.

Como digo, todo es muy poco estético. Da la impresión de que la universidad (para la que debería trabajar) es su feudo, su coto, la teta nodriza de la que chupar, sin dejar que nadie más mame, que no hay para todos.

Espero que cuando crezca un poco, porque aún es joven, se dé cuenta de que es un producto, construido por otro peor que él, que lleva toda la vida usándole.



martes, 1 de marzo de 2022

Si vis pacem, para bellum

Lamentablemente, esta entrada ha de hacer referencia a la locura de la guerra que se ha desatado en el corazón de Europa. No existe justificación alguna a la invasión de Ucrania. Un sátrapa enardecido por sus propios delirios de grandeza y borracho de adulación ha decidido materializar su vacío existencial llenando de dolor millones de vidas.

El título de la entrada, "si vis pacem, para bellum", corresponde a la máxima latina que significa "si quieres paz, prepara la guerra". Y, contra lo que alguna mente simple pueda pensar, no estoy haciendo gala de militarismo.

Creo que lo que está pasando era previsible, pero Occidente ha preferido no darse cuenta. Hemos permitido que crezcan estos peligros libremente, mientras nosotros vivíamos inconscientemente en nuestro estado del bienestar.

Europa, tan pagada de sí misma, ha decidido embarcarse en una "transición ecológica" basada en la compra masiva de gas natural a Rusia. Haciendo gala de una estúpida superioridad moral, ha engordado al monstruo mientras algunos países cerraban sus centrales nucleares, quedándose a merced de potencias extranjeras. Potencias, por otra parte, cuyo compromiso ecológico es nulo.

Otro tanto hemos hecho con China. Durante decenios hemos confiado la fabricación de todo tipo de productos en esta dictadura, aún sabiendo que se explotaba a sus trabajadores. El fin era hacer ricos a unos cuantos. A la vez, hemos formado a miles de jóvenes chinos en las universidades americanas, ya que eso contribuía enormemente a la financiación de esos centros. Ahora que se han hecho con la tecnología y han comprado nuestra deuda, somos nosotros los que debemos plegarnos a los designios del partido comunista chino.

¿Nadie se daba cuenta de esto? Sabemos que sí, todo está escrito. Lo que pasa es que eso de "para bellum", preparar la guerra, no da votos, es arduo, no suena bien.

Y, repito, preparar la guerra no se refiere solamente a tener listo un buen ejército, que también, sino a promover una sociedad equilibrada, basada en valores, en la que los conceptos de mérito, esfuerzo, capacidad, etc. no sean solamente palabras huecas.

¿Qué vemos en nuestros políticos? Allá donde miremos el espectáculo es deprimente. Pensemos en la exministra de Educación, Isabel Celaá, empeñada en resolver el fracaso escolar repartiendo títulos a alumnos con asignaturas suspensas. A modo de premio, se le ha concedido un retiro dorado como embajadora de España ante la Santa Sede, aunque no pertenece a la Carrera Diplomática. Esta señora no tuvo ningún rubor en afirmar que repartir aprobados era fomentar la excelencia.

No podemos olvidar a Manuel Castells, exministro de Universidades, laureado profesor universitario famoso por su deprecio al conocimiento memorístico e indulgente con los alumnos que copian en los exámenes

Y terminaré con Pilar Alegría, la actual ministra de Educación, que nos lleva por el mismo camino, quitando los exámenes de recuperación y limitando las posibilidades de repetir curso.

Llevamos mucho tiempo rebajando la exigencia académica, adormilados, pensando que la vida muelle que nos hemos dado y nuestro pensamiento ingenuo nos van a librar del mal, y no es cierto. Y lo peor no es que nos engañemos como tontos. Lo peor es que engañamos a nuestros jóvenes.

Si vis pacem, ESTUDIA, no seas primo.