Es indudable el consenso de la opinión pública acerca de que la educación en España es un desastre. Así lo indican los estudios comúnmente aceptados y la impresión generalizada. Otra cosa es como tratar el problema, pero ahí no hay tanto consenso. Y, finalmente, está la falta de voluntad política para abordarlo.
Como muestra cuantitativa podemos exponer el informe del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes. Los datos de la gráfica siguiente están sacados del PISA 2022 y no dejan lugar a dudas.
No obstante, además de los sesudos informes técnicos, hay otras señales perceptibles en el día a día que son tan elocuentes como las de la figura. Por ejemplo, la manera de expresarse del común de los mortales.
¿Se ha percatado, amable lector, del descarado abuso del adjetivo increíble? Habría que promulgar alguna ley que protegiera a estas pobres palabras. Ahora todo es increíble, hasta lo más probable.
En las pasadas olimpiadas, por ejemplo, el apoyo del público fue increíble. ¡Hombre! También pudo ser incondicional, entregado, caluroso. absoluto, devoto, vivo, ardiente, entusiasta, vehemente... Pero no: sólo fue increíble. ¡Vaya! ¿Qué ha hecho increíble para que se le inflija el castigo de cargar con la responsabilidad del resto de calificativos?
¿Y qué decir del tiempo complicado? Ahora los fenómenos atmosféricos pueden ser complicados, aunque, curiosamente, nunca llegan a ser sencillos. Mañana el tiempo será complicado en vez de lluvioso, frío, ventoso, tórrido, desapacible, gélido, riguroso, sofocante, destemplado, húmedo... Mira que tenemos nombres, adjetivos y verbos para todos los meteoros y sus gradaciones, pero el hombre del tiempo nos pronostica un tiempo complicado. ¡Qué simpleza!
Brutal. Este es otro adjetivo con pluriempleo. Cuando nos ponen en la radio una canción buena es un temazo brutal. A mí me da hasta un poco de miedo, aunque, luego llega otro temazo y este resulta ser brutalísimo, y ya no sé a qué carta quedarme.
Esto que describo no es cuestión de modas o consecuencia de la natural evolución de la lengua. ¡No! Es pobreza cultural. Nuestros mayores, incluso sin estudios, manifiestan una riqueza lingüística muy superior a la de los jóvenes (y no tan jóvenes).
Para poder pensar bien hace falta un lenguaje suficientemente amplio, preciso y versátil, porque de lo contrario nos será muy difícil expresar la realidad y alcanzar juicios verdaderos. Al final, estaremos a expensas de los eslóganes publicitarios. ¿Se ha fijado que la comunicación de los políticos se basa en consignas repetitivas ayunas de conceptos? ¡Por algo será!
Mutatis mutandis, es lo que sucede en un computador. Si queremos que la máquina trabaje con una buena precisión, es indispensable que su sistema de codificación sea lo más amplio posible.
Otra muestra de la indigencia cultural que vivimos está en las nuevas unidades de medida que han desbancado al sistema internacional. Ahora calculamos el área en campos de fútbol, la capacidad en piscinas olímpicas y la altura en torres Eiffel. No sé si es para reír o para llorar...
Lo que sí sé es que mi generación ha traicionado a los jóvenes privándoles del verdadero conocimiento y conculcando su derecho a estar bien formados.