Gracias a todos los que me habéis mostrado vuestro apoyo tras el ruin y cobarde liberticidio que he padecido en los últimos días. ¿Quién me iba a decir que sufriría semejante ataque a la libertad de expresión? Una agresión taimada, artera, desde el anonimato y por la vía facilona de darle al botón de denunciar que ofrece Blogger. Como ya peino canas, puedo asegurar que disfrutamos hoy de menos libertad que en tiempos pasados. ¡Sin lugar a dudas! Pero no es el momento de plantar cara a las bellaquerías. Todo llegará.
Gracias a mis lectores de la Universidad Complutense, profesores y alumnos, que allí también cuecen habas. En especial a Clara, siempre atenta a la última publicación, que ha tenido a bien endulzar las amarguras de la injusticia con el deleite de la pastelería refinada de Casas-Ibáñez. Tengo para mí una teoría no demostrada —y seguramente indemostrable— de que el grado de civilización de un pueblo se puede medir por el número de pastelerías por habitante.
Gracias también a los seguidores de la Universidad de Alcalá y en especial a mis antiguos alumnos. A Pablo, que se ofreció a ayudarme a trasladar el blog a un dominio propio. Ya lo haremos. El liberticidio ha demostrado que es necesario seguir denunciando, porque la universidad pública ha de estar al servicio de la sociedad, de los alumnos, no de una secta que pretende servirse de ella.