Se ve que con el advenimiento del Estado del Bienestar, los derechos de los niños se ha extendido a todas las piezas de leche y el trabajo del pequeño roedor no acaba hasta bien entrados los 13 años con el recambio del último molar. Se supone, evidentemente, que la partida presupuestaria con la que se ha dotado este derecho se habrá ido incrementando adecuadamente para evitar disfunciones, falta de equidad y discriminaciones.
No obstante, creo que no está de más reflexionar un poco. ¿No parece anacrónico hacer trabajar al Pérez tanto tiempo? Al mismo tiempo que a estos niños se les hace vivir en el mundo onírico del comprador de dientes, se les permite ver en televisión cualquier cosa, reciben en el instituto información sexual “avanzada” y participan del mundo de los adultos con muchas otras experiencias que no voy a enumerar. O son niños pequeños o no... pero no vale tratarlos de dos maneras diferentes según nos convenga... ¡¡¡porque les volvemos locos!!!
Los papás y mamás de mi entorno lo hemos hablado muchas veces: parece que hay una esquizofrenia rampante en nuestra sociedad. Por un lado, tenemos la sensación de que en cuanto los niños llegan al instituto, sus familias dan por concluido el acompañamiento necesario en la infancia, desconectan de sus hijos y los obligan a navegar solos como si fueran adultos. Y por otro, se sustituye la atención y el cariño por una malentendida extensión de derechos que les proporciona una vida acolchada llena de ratoncitos Pérez, dispositivos electrónicos, diversión, permisividad y... ¡falta de control!
Por un lado se otorga a los chicos todos los derechos de los adultos pero por otro lado se les evitan todas las responsabilidades y deberes que conlleva la madurez. Parece que la atención y el cariño consisten en llevar a la familia el Estado del Bienestar satisfaciendo una cartera de beneficios cada vez más amplia. Sin embargo, la primera manifestación del cariño, que es la educación en la virtud y en la responsabilidad, brilla por su ausencia. Los chicos necesitan saber que existen reglas y límites, que hay derechos y deberes. La señal más cierta de que les queremos es saber decir “no” cuando es debido.
Se habla de la “primarización de la secundaria” como uno de los problemas de la educación en España. El proceso de aprendizaje requiere esfuerzo, responsabilidad en los deberes. Ahora bien, si los padres fomentamos los derechos de los chicos y les hacemos creer que no existen deberes, es inmediato deslizarse hacía esa “primarización”.
Y me pregunto, ¿se está hablando en la subcomisión del Congreso de los Diputados por el pacto educativo de las obligaciones de los alumnos? Porque igual que necesitamos mejores profesores también necesitamos mejores alumnos.
No obstante, creo que no está de más reflexionar un poco. ¿No parece anacrónico hacer trabajar al Pérez tanto tiempo? Al mismo tiempo que a estos niños se les hace vivir en el mundo onírico del comprador de dientes, se les permite ver en televisión cualquier cosa, reciben en el instituto información sexual “avanzada” y participan del mundo de los adultos con muchas otras experiencias que no voy a enumerar. O son niños pequeños o no... pero no vale tratarlos de dos maneras diferentes según nos convenga... ¡¡¡porque les volvemos locos!!!
Los papás y mamás de mi entorno lo hemos hablado muchas veces: parece que hay una esquizofrenia rampante en nuestra sociedad. Por un lado, tenemos la sensación de que en cuanto los niños llegan al instituto, sus familias dan por concluido el acompañamiento necesario en la infancia, desconectan de sus hijos y los obligan a navegar solos como si fueran adultos. Y por otro, se sustituye la atención y el cariño por una malentendida extensión de derechos que les proporciona una vida acolchada llena de ratoncitos Pérez, dispositivos electrónicos, diversión, permisividad y... ¡falta de control!
Por un lado se otorga a los chicos todos los derechos de los adultos pero por otro lado se les evitan todas las responsabilidades y deberes que conlleva la madurez. Parece que la atención y el cariño consisten en llevar a la familia el Estado del Bienestar satisfaciendo una cartera de beneficios cada vez más amplia. Sin embargo, la primera manifestación del cariño, que es la educación en la virtud y en la responsabilidad, brilla por su ausencia. Los chicos necesitan saber que existen reglas y límites, que hay derechos y deberes. La señal más cierta de que les queremos es saber decir “no” cuando es debido.
Se habla de la “primarización de la secundaria” como uno de los problemas de la educación en España. El proceso de aprendizaje requiere esfuerzo, responsabilidad en los deberes. Ahora bien, si los padres fomentamos los derechos de los chicos y les hacemos creer que no existen deberes, es inmediato deslizarse hacía esa “primarización”.
Y me pregunto, ¿se está hablando en la subcomisión del Congreso de los Diputados por el pacto educativo de las obligaciones de los alumnos? Porque igual que necesitamos mejores profesores también necesitamos mejores alumnos.
Infografía Miguel R.
En mi casa no viene Papá Noel, y mi hija pequeña me cuenta que es la única de su clase que no cree en él porque a ella no le traen regalos, a ella le traen los Reyes Magos, y les ha explicado mechas veces a sus amigos que no, que no, pero ellos dicen que sí, tan sólo porque les traen montañas de regalos. Y yo les preguntó a mis hijos y de dónde nace , cuál ha sido su vida, qué ha hecho hasta llegar a viejo..., porque creo que son las historias vividas con realismo, con luchas que valen la pena, las que de verdad valen la pena, y las que nos creemos porque nos ayudan a crecer en la vida, Y los niños no son tontos, y necesitan de verdaderas historias vividas con sangre, para crecer con fuerza y ser ellos los protagonistas de sus vidas. El Ratoncito Pérez, o Papa Noél, son vidas muy superficiales para ellos y no les llenan, si son listos¡GJC
ResponderEliminarGracias Anónimo por tu comentario. Estoy totalmente de acuerdo en que son las luchas que valen la pena las que nos ayudan a crecer en la vida. No hay más que ver a tanta gente joven que se comporta como viejos, sin ilusión, sin ganas de comerse el mundo... y eso porque se lo dan todo hecho, porque les complacen en todo, porque nadie les dice "no".
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