viernes, 28 de junio de 2024

¿Se autocensura "El Puerta"?

Charlaba hace unos días con un profesional de las tecnologías digitales en el mundo de la prensa y me decía que muchos medios subsisten malamente o están quebrados, y achacaba la pésima situación a la nefasta gestión y al "pasteleo" con el poder. Me decía que la gente no está por comprar periódicos que reproducen noticias enlatadas y mal escritas, y que la publicidad programática, esa que aparece en los medios digitales, no da para vivir.

Me acordé entonces de que mandé en diciembre de 2023 un artículo al semanario El Puerta de Alcalá de Henares. Un medio que todavía se distribuye físicamente, además de tener su correspondiente página web. El Puerta vivió momentos mejores, pero aún hay gente que lo recuerda con cariño.

Pregunté si les podía mandar un escrito y ante su buena disposición me animé a redactar unos párrafos sobre la celebración del 25º aniversario de la declaración de Alcalá de Henares como Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Mi colaboración nunca se publicó y cuando, pasado algún tiempo, les pregunté el motivo no obtuve ni una evasiva por respuesta.

Ciertamente, mis comentarios no eran elogiosos hacía los gestores de la institución universitaria, pero creo que la autocensura no es buena. Todos estamos de acuerdo en que la prensa tiene un importante papel de control en la sociedad y, sin lugar a dudas, la Universidad de Alcalá está fuera de control.

El proceder de El Puerta es idéntico en otros medios: Alcalá Hoy, Dream! Alcalá o GuadaNews se han hecho eco de la falacia de los 8 alumnos por profesor sin molestarse en contrastar el trasfondo de la noticia. En realidad, lo único que hacen es reproducir lo que les manda prensa de la UAH, pero esto no es un servicio a la sociedad, sino un modo facilón de hacinar contenidos para canalizar una mezquina publicidad de magro provecho.

Reproduzco a continuación el artículo que no quiso publicar El Puerta. Que cada cual juzgue lo que considere oportuno.

La Universidad de Alcalá ahogada en diletantismo

El pasado 2 de diciembre se cumplía el vigésimo quinto aniversario de la declaración de Alcalá de Henares como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, efeméride íntimamente unida a la Universidad fundada por el cardenal Cisneros en 1499. No en vano, el reconocido conjunto histórico de la ciudad es consecuencia del modelo universitario creado por su fundador, en el que todo, incluido el urbanismo, gira alrededor de la institución académica: “Ciudad de Dios como Ciudad del Saber”, que podemos leer en la documentación valorada por la UNESCO.

Como merece la ocasión, tanto el ayuntamiento como la universidad han organizado diferentes actividades con el fin de conmemorar fecha tan señalada: conferencias, visitas guiadas, conciertos, concursos, premios… Todo un derroche que los dirigentes de la universidad han hecho girar en torno a la palabra “VIVA”, podría ser que traicionados en su subconsciente por la triste percepción de que la organización que gestionan languidece, sin que su mezquino talento sea capaz de enderezar el rumbo.

Paradigmático me parece el vídeo mapping del pasado 14 de diciembre, proyectado sobre la primorosa fachada plateresca del Colegio de San Ildefonso, sede de la Universidad. El montaje explicativo cumplió su función a la perfección con un despliegue de luz y color impresionante, pero no olvidemos que ese dispendio es efímero. El Rector, José Vicente Saz Pérez, parece muy ocupado en juegos de luces, mientras este mismo año la Universidad de Alcalá ha caído al último tramo en el ranking de Shanghai, el listado mundial que mide la calidad de las instituciones universitarias.

Estoy de acuerdo en que los listados no son la piedra de toque de la calidad, pero andar rozando el puesto 1.000 no es un buen síntoma. Ciertamente hay otros tan preocupantes o más que este. Ante la  grave pérdida de alumnos que sufrimos, a nuestros mandameses no se les ha ocurrido mejor idea que promocionar los estudios superiores con un par de títeres, que ha tenido a bien presentar Sebastián Sánchez Prieto, vicerrector, para más señas. La majadería no parecer haber tenido gran repercusión, aunque es muy ilustrativa de que el equipo de gobierno no sabe qué es una universidad.

Más alarmante aún que las marionetas y la pérdida de prestigio internacional es la composición de la plantilla docente. Menos del 30% de los profesores somos funcionarios de carrera. El resto se cubre con una variedad de figuras que, o bien tienen otro trabajo como dedicación principal (es el caso del 30% de profesores asociados), o bien son altamente dependientes en su promoción de la voluntad de los que gobiernan el cotarro, esto es, son títeres de carne y hueso. Esta política de personal tiene un doble objetivo. Por una parte, el profesorado precario ha de trabajar duro, haciendo crecer el curriculum investigador de sus superiores, si quiere consolidarse y, por otra, se impide que llegue a la institución nadie que haga sombra a la caterva de aficionados que la gobiernan.

La dirección de la institución está más ocupada en afianzar su grupo de adeptos que de alentar la “ciudad del saber”. Así, en los últimos 9 años, se han convocando unas 200 plazas de catedráticos de promoción interna, con el objetivo de asegurar en el poder a la banda que se ha apoderado de la cisneriana. Esta manera de cubrir los puestos docentes evita la llegada de talento externo, consume la institución y empobrece el esperado servicio a la sociedad. Particularmente escandaloso es que tanto el rector, José Vicente Saz Pérez, como el antes citado Sebastián Sánchez Prieto, hayan accedido a la cátedra de promoción interna ostentando ellos mismos el cargo de vicerrector de personal docente e investigador en diferentes momentos. Será legal, pero no es estético.

Sin el más mínimo rubor, han convertido la universidad en una sociedad de bombos mutuos, en la que se elogian, se premian y se autoconceden medallas de plata de la universidad, de las que luego alardean como si tuvieran algún valor. Eso sí, muy dignos, se abstienen de votar el día que el Consejo de Gobierno aprueba el galardón que ellos mismos se otorgan.

Es verdad que la universidad en general y la española en particular están en crisis, fundamentalmente porque se ha pervertido el fin de la misma, desviándolo de la búsqueda de la verdad y su difusión, valorando únicamente la “investigación”, entendiéndose por ella la publicación de artículos en revistas científicas. Es decir, se menosprecia el estudio y la docencia, para poner el foco en algo superfluo y altamente proclive a la corrupción. Recordemos que los abundantes escándalos de los que se ha hecho eco la prensa, han conducido a que las agencias de evaluación a modificar ligeramente sus criterios, en un tímido intento de evitar tanta picaresca. No obstante, la patología de la Universidad de Alcalá viene agravada por el diletantismo de nuestros gestores, unos aficionados jugando al monopoly universitario con el mezquino objetivo de que nadie destaque por encima de ellos.

Una manifestación propia de la enfermedad que padece nuestra universidad es la política de descargas docentes. Existe un extenso reglamento en el que se detallan mil motivos por los que se le concede al profesorado una rebaja en las horas de clase que ha de impartir. En realidad, es un juego de suma cero, ya que la institución no cubre esas horas con personal adicional, sino que la reducción de unos la asumen los demás. Sin embargo, se ha conseguido que el claustro de profesores compita entre sí para lograr descargas, en una loca carrera que no lleva a ningún sitio. Este artefacto consigue que la gente procure no salirse del carrilito establecido por el poder, intentando gustar a los que mandan. Puede resultar insólito que aquel cuyo trabajo es la docencia, procure con todas sus fuerzas no dar clase, pero a este grado de descomposición hemos llegado.

Permítame el lector que termine describiendo la penosa situación de la Escuela Politécnica Superior, centro al que estoy adscrito desde hace más de 30 años. Para no aburrir, daré solo unos datos. Este curso tenemos unos 1.500 alumnos de grado, de los cerca de 7.000 que tuvimos en tiempos mejores. Entre los 4 grados de ingeniería en Telecomunicaciones que ofertamos, sumamos unos 300 alumnos, esto es, unos 75 por grado. Habida cuenta de que entran 50 en primero, quedan 25 estudiantes “flotando” en los 3 cursos superiores. Como se puede concluir, no tenemos la más mínima capacidad de convocatoria ni reconocimiento social, tal y como evidencia esta sobrecogedora tasa de abandono.

Los gestores de la Escuela llevan 5 lustros promoviendo la rebaja del nivel académico en la creencia de que si aprueban muchos, llenaremos las aulas. El acoso al profesorado ha conseguido su objetivo y, valga de muestra, el curso pasado, el 50% de las asignaturas de cierto grado se saldaron con aprobado general. Esta errada política académica nos está pasando factura: aulas vacías, descrédito social, desánimo y deserción. Los planes de estudios son un simple hacinamiento de asignaturas sin objetivo académico, cuyos contenidos, en muchos casos, difieren notablemente de su título. Para colmo, los cuatrimestres se convierten en trimestres, escamoteando a los estudiantes 3 o 4 semanas de docencia y las clases de 2 horas se reducen sin que nadie vigile. ¿Cómo va a velar el Director de la Escuela por el debido cumplimiento de las obligaciones académicas, si ha sido puesto por la panda que controla el poder? ¿Cómo va a acometer la modificación de los planes de estudios, si es deudor de los que prefieren no cambiar nada?

Particularmente ilustrativo es el caso de los másteres. Entre los dos “profesionalizantes” que ofertamos, juntamos unos 40 alumnos, mientras que el claustro de la EPS cuenta con casi 90 catedráticos (muchos de promoción interna). ¡Nunca tantos catedráticos concitaron tan poco interés por su sabiduría!

Aburrimos y desmotivamos a nuestros estudiantes. La gente joven se crece ante los retos, quiere aprender y que le enseñen. Si no es así, sencillamente se va. ¿Para qué perder el tiempo? Hay otros sitios más interesantes y, como dicen muchos, se aprende más en Formación Profesional. La universidad pública debería consagrarse al servicio de la sociedad en la elevada tarea de difundir el saber, pero, muy lamentablemente, ocurre lo contrario: una partida de mediocres se ha apoderado de ella para vivir de la impostura.

Si Cisneros levantara la cabeza...


jueves, 6 de junio de 2024

¿Acaso la UAH nos quiere engañar?

Hablaba en la entrada precedente del cartón piedra como imagen de la universidad impostada en la que nos movemos y. lamentablemente, tengo que volver al mismo tema porque me subleva que me quieran engañar.

Proclama hoy la Universidad de Alcalá que es la mejor de España en ratio de alumnos por profesor según el reputado escalafón mundial de universidades QS Rankings 2025. Ya que el ranking de Shanghai no nos es favorable, nos buscamos otro más amigable. De acuerdo, el que no se consuela es porque no quiere.

Pues bien, el dato es que la UAH tiene 8 alumnos por profesor. ¡A ver! Repítemelo José Vicente Saz Pérez, Magnífico Rector. Repítemelo Sebastián Sánchez Prieto, Vicerrector de Planificación Académica y Profesorado. ¿Cómo es posible que yo tenga 269 alumnos recién contados?

¿Dónde está el truco? Sencillo: la ratio que les sale es la razón de los 17.756 alumnos a los 2.213 profesores. Pero, querido lector, este dato estadístico no cuenta la verdad, es un trampantojo.

La docencia no se organiza como un discipulado, en el que cada maestro atiende a un reducido conjunto de alumnos. ¡No! Cada estudiante recibe (o debería recibir) unas 600 horas de clase por curso, mientras que cada profesor titular imparte (o debería impartir) unas 240 horas por curso. Esto significa que son necesarios 2.5 profesores para atender a 1 alumno. Según esto, los 2.213 profesores de la UAH solamente pueden dar clase a 885 alumnos, pero como hay 17.756 estudiantes, entonces tocamos a 20 alumnos por profesor. O sea, que no son 8... pero es que esto de los 20 tampoco es cierto. Les recuerdo que yo doy clase a 269 alumnos.

¿Y por qué los 20 alumnos por profesor tampoco se corresponde con la verdad? Porque, según el Portal de la Transparencia de la propia UAH, solamente el 52% del profesorado trabaja a tiempo completo, porque no somos 2.213 profesores, sino 1.850... y porque la UAH tiene establecido un perverso sistema de descargas docentes con el que muchos imparten menos horas de las que deberían.

En conclusión, si tiene que elegir universidad para el curso que viene, no se deje seducir por los 8 alumnos por profesor de la UAH, ya que no es cierto, aunque todo se andará, que cada curso tenemos menos gente gracias a que estamos convirtiendo la universidad en un jardín de infancia.

La UAH jardín de infancia

Según la RAE, seducir a alguien con halagos y mentiras es engañar. Hay quien dice que los datos estadísticos son objetivos y no es cierto. La estadística es matemática, es cuantificable, pero no es objetiva per se. Todo depende de cómo se cocine. Los 8 alumnos por profesor son un dato numérico, que esconde una trampa. Es lo que hace el ilusionista, te lleva por donde quiere. ¡Cuidado!

Si el fin de la universidad es la búsqueda de la verdad y su difusión, ¿nos podremos fiar de una que pregone esta clase de estadísticas?

La universidad pública está para servir a la sociedad, no para que algunos particulares se sirvan de ella. ¡Basta ya de mentir!