viernes, 19 de diciembre de 2025

La inquisidora del chiringuito

Escuecen mis opiniones. No gusta que diga en voz alta que el rey va desnudo. Prefieren a los indignados de cafetería, que protestan airadamente ante el fraude en el que ha devenido la universidad, pero luego callan y votan como corderos "lo que tienen que votar" en los órganos colegiados.

La universidad, que debería promover el debate de ideas, se ha convertido en la asamblea de Kim Jong-un, en la que el primero que deja de aplaudir se pasa una temporada en el campo de reeducación. Los órganos colegiados, aquellos diseñados para la discusión, son congregaciones mudas que aprueban por asentimiento todo lo que se les presenta: un día esto y al mes su contrario. Sin pestañear.

La consigna es "ver, oír y callar"... y esperar a ver si cae la cátedra de promoción interna con los artículos que escriben los becarios y los precarizados. El que se mueve, no sale en la foto. El que, solamente una vez y por despiste, osó manifestar un pensamiento libre, se queda sin premio o tendrá que hacer penitencia durante años hasta conseguir su acreditada cátedra.

Esta semana me escribía un alumno para preguntarme si no me dan miedo estos enemigos que quieren quitarme de en medio. No, claro que no, pero este es el ambiente en el que se desarrolla mi trabajo. Y en este ambiente hay que entender el siguiente comentario:

Una reprimenda en toda regla por dar mi opinión. ¡Asombroso! ¿Quizá es que  los "momentos huelga" son de obligado acatamiento? Cerrar líneas, adhesión incondicional, anatema sea el disidente... ¿Pero dónde estamos?

Analicemos el discurso, que no tiene desperdicio. El verbo "denostar": los gestores son intocables, no se equivocan nunca, su labor es incuestionable, gozan del privilegio papal de la infalibilidad y si les criticas, es que les injurias. El uso del verbo se califica solo.

La "comunidad gestora": si cambiamos "comunidad" por "chiringuito" se hace la luz. Los que manejan el cotarro se ven atacados. Obvio, la institución es suya.

Los "claros diagnósticos" no gustan. La costumbre es trapichear en los despachos, repartir prebendas y atornillar los votos. Cuando se prefiere urdir en la sombra a dar la cara es por algo.

"Remar en la dirección correcta" suena a las galeras de Ben-Hur. Imaginemos la suave brisa marina acariciando los rostros (de cemento) de la comunidad gestora, mientras los remeros empujan la nave a ritmo de tamboril. Se me vienen a la cabeza los magníficos cuadros de Ulpiano Checa que, dicho sea de paso, podemos contemplar en el interesante pueblo de Colmenar de Oreja.

"Arrastrar la institución por el suelo" es lo que hacen los que se han apoderado de ella, se aprovechan de ella y defraudan a los alumnos con una pésima formación, más preocupados por la tasa de aprobados y de encontrar becarios que les hagan los artículos que por una verdadera "formación de calidad". ¡Ay! La palabra "calidad", ese comodín tan vacío de significado.

Fiódor Dostoyevski escribió el famoso capítulo "El Gran Inquisidor", dentro de la novela "Los hermanos Karamázov", como una disquisición entre pan o libertad. Recomiendo vivamente su lectura. Es muy corto. Yo me quedo con la LIBERTAD. El pan (la cátedra de promoción interna) se la dejo a mi inquisidora particular. ¡Basta de censura!

Todo esto nos demuestra que los órganos colegiados, las asambleas, la aparente democracia se pervierte si no hay honestidad. Al final, lo que falla no son los sistemas, son los valores.

*    *    *

Aprovecho la ocasión para desear una feliz Navidad a todos mis lectores, incluidos los enemigos, y especialmente a los que tan amablemente me hacen llegar dulces.




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