jueves, 8 de diciembre de 2016

“El PowerPoint nos hace imbéciles” (Perro Loco)

Se ha anunciado que el Secretario de Defensa (in pectore) de los Estados Unidos es el general retirado James Mattis, Perro Loco para los amigos.
Sin meterme en disquisiciones políticas que no vienen al caso, lo que sí es cierto es que la personalidad y la carrera de este militar parecen sacadas de una película. Una de las facetas más llamativas que se le atribuyen es su capacidad para producir frases célebres “en plan Churchill” que diría un muchacho (o muchacha, siendo inclusivos) de la E.S.O.… (suponiendo que supieran quien es Churchill, ¡claro!).
Yo me quedo con esta: “El PowerPoint nos hace imbéciles”. Puede que afirmar que nos hace imbéciles sea un poco drástico, tajante y hasta franquista… pero estoy de acuerdo en que no termina de favorecer el discurso racional ni la abstracción ni la verdadera adquisición de conocimientos.
En la universidad se ha extendido el uso del PowerPoint (o similares) para hacer colecciones de diapositivas con las que impartir clases magistrales (sí, ¡lo confieso!, clases magistrales… nada innovadoras) y la cosa es que los alumnos exigen las dispositivas para estudiar la asignatura. Si no se las facilitas eres un mal profesor, una mala persona, no ayudas, no sabes enseñar, no tienes corazón, no tienes vocación, no innovas, no usas las TICs, eres un carca, un… O sea, ¡lo peor de lo peor! Tus encuestas caen por debajo de la valoración de Rajoy y te miran de reojo con saña… Como no es fácil aguantar tanta presión lo habitual es colgar las colecciones de diapositivas en algún servidor y dejarlas a disposición del alumnado.
Esta claudicación más bien generalizada tiene varios efectos perversos. En primer lugar ya nadie estudia los textos académicos de las materias: libros trabajados, revisados, basados en la experiencia de autores de reconocido prestigio y que ofrecen una visión global de la asignatura. Los alumnos se estudian unas notas más o menos elaboradas pero siempre limitadas, imprecisas, sin desarrollo, puntuales y a las que les falta el alma de lo que el profesor transmite de palabra.
Y en segundo lugar y todavía peor, ya casi nadie toma apuntes. Los alumnos (y las alumnas, siendo inclusivos) son simples espectadores de una disertación más o menos aburrida a la que no dedican más que algunas neuronas de retén. Aquello de que tomar apuntes favorecía una primera sedimentación de los conocimientos en el cerebro, ayudaba a abstraer y a memorizar pasó a la historia… dentro de poco no será más que uno de esos neuromitos a desterrar.
Es, en este sentido, en el que estoy de acuerdo con la afirmación de Perro Loco.

Infografía Miguel R.

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