“[…] hubo un tiempo en el para decir tonterías
no se necesitaba haber pasado por la universidad.”
Prohibido repetir, Gregorio Luri
Para convencerse de que el castellano es un idioma lleno de luz, feracidad y sabor basta con paladear alguna de esas locuciones llenas de sabiduría que tanto dicen en pocas palabras. Vaya un ejemplo muy a propósito de lo que acontece estos días con el cosmos y la Universidad de Alcalá. Según la RAE, "vender humo" es "tratar de convencer con palabras o argumentos carentes de sentido".
Los vendehúmos se adornan de los méritos de otros en beneficio propio con el fin de obtener algo para lo que no están capacitados. En el caso que nos ocupa, es la NASA el banderín de enganche, el espejuelo que atrae nuestra atención.
Todos sabemos que la National Aeronautics and Space Administration goza de ese halo de prestigio a prueba de bomba que cumple a la perfección la misión de señuelo. Precisamente esta semana, el diario El Mundo publicaba una noticia acerca del submarino S-80, desarrollado por España, en la que se afirma que cuenta con tecnología de la NASA. ¡Ahí es nada! Es como si la tecnología de la agencia americana fuera de carácter iniciático, reservada a unos pocos elegidos.
Pues bien, en la UAH tenemos la dicha de contar con el Space Research Group (SRG), el célebre grupo de investigación espacial, compuesto de españolitos, en el que la NASA tiene depositadas todas sus ilusiones, esperanzas, sueños, anhelos y más elevadas aspiraciones.
Dicen las malas lenguas que, a pesar de su cacareada excelencia, andan bastante flojos de proyectos financiados —no sé si será verdad, pero la misión Proba-3, liderada por España no ha contado con ellos— y como se necesitan muchos becarios para escribir los artículos de los que se adornan los jefes, se han inventado la Bienal Internacional del Espacio con el fin de hacerse notar. Como habrá comprobado, amable lector, la página web es vacua y la ausencia de contenidos evidencia la insípida realidad.
Con todo, no podemos perdernos el hall de la fama, que no tiene desperdicio y cuya imagen copio a continuación.
Quitando a los convidados de piedra, vemos que el SRG tiene dos coordinadores o, siendo precisos, un coordinador y un co-coordinador, un "co-co", para simplificar. Pero también tiene un IP o investigador principal del instrumento Energetic Particle Detector (EPD) de la misión espacial Solar Orbiter, que a su vez es miembro... ¡A ver! Que me pierdo. El IP, catedrático de Astrofísica, no es coordinador sino miembro... Y entonces, ¿qué pintan dos catedráticos de Arquitectura de Computadores? ¿Qué coordinan, si el especialista es el de Astrofísica?
Lo mejor viene cuando rascas un poco. Si no me he despistado en el enredo, del EDP solamente han diseñado el Instrument Control Unit (ICU), que está basado en otro previo de 1995 y que supone menos de un 10% del detector de partículas, y que, para colmo, no veo que aporte nada en el campo de la Arquitectura de Computadores.
Es muy elocuente la siguiente fotografía. Observen al público, todos ellos sesudos tecnólogos de la NASA, atentos al cohete que sostiene el Rector Magnífico mientras el coordinador del SRG, extasiado, desplaza la maqueta en el aire emulando —parece— el rugido de sus motores con unas graciosas pedorretas. Y, entre tanto, el "co-co" mira arrobado la divertida explicación de su hijo putativo.
Ridículo. Estos farsantes vendehúmos, que firman artículos que trabajan otros y que se han apoderado de la universidad pública, necesitan de estos saraos para sentirse alguien, pues en su fuero interno saben que son la nada.
No parece que estemos en una universidad seria y se entiende lo del platillo y los Teleñecos. Estos "investigadores" tan sabios sólo están a gusto entre niños, muñecos, maquetas y sus palmeros, ya que si tuvieran que responder ante la NASA de verdad, escurrirían el bulto medrosos. No cogen una tiza ni en sueños. Se adornan con el trabajo de los demás, pero sus aportaciones concretas están por ver. ¿Qué méritos en Arquitectura de Computadores tiene el coordinador del SRG, Sebastián Sánchez Prieto? ¿Y el "co-co"? Yo no los encuentro. Recuerdan tanto al catedrático Portilla, que, en su tierna inocencia, confiesa que el grupo de investigación se lo lleva otra persona.
El efecto Dunning-Kruger es un conocido sesgo psicológico según el cual aquellas personas con capacidades limitadas tienden a sobreestimar su rendimiento, mientras las de alto rendimiento manifiestan la tendencia opuesta, esto es, subestiman sus facultades. Esto se cumple a la letra en el caso que nos ocupa.
Raúl lo expresa de una manera muy gráfica... y muy geométrica. Cuando sabes muy poco, el contorno con lo desconocido es tan pequeño que te crees un erudito. Solamente el estudio y el trabajo constantes amplían el volumen de lo conocido y con él, el contorno con lo ignorado ayudándote a comprender aquello de "sólo sé que no sé nada".
Dicho de otro modo, la ignorancia es atrevida y estos zoquetes, que no están dispuestos a abrir un libro se creen doctos, pero, como mucho, se engañan a sí mismos. Ahí tenemos al SRG buscando el santo grial del determinismo en máquinas no deterministas, sin haberse enterado de que ese problema está resuelto desde hace más de 30 años. Estudian tan poco, que aún no han llegado a ese tema, y no creo que lleguen antes de jubilarse, pues están muy ocupados en fingir lo que no son.
Termino. El "co-co" merecería una entrada en exclusiva, o quizá, una serie, como fenómeno digno de análisis. Su conocimiento espacial se limita a poco más de un segundo luz y le viene por parte de madre. Está jubilado desde el Pleistoceno y, aunque dice que es emérito, no figura en el censo oficial de la UAH. Su patológico afán de protagonismo se manifiesta ahora, en los minutos (segundos en su triste caso) de la basura, con la pretensión de maquillar su paupérrima trayectoria profesional. Daría pena si no fuera porque todo el mal que ha hecho, copando la institución de inútiles a su medida, va a ser muy difícil de remediar.
P.D.: Saludo a mis nuevos lectores de la UCM y les animo a denunciar, allí también, todas las trapacerías que se perpetran en las universidades públicas, revestidas de diverso pelaje, pero siempre con el mismo fin: apropiarse de una institución llamada a servir a la sociedad para lucrarse de ella en beneficio propio.
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