sábado, 21 de noviembre de 2020

Sinecuras universitarias

El término sinecura viene del mundillo eclesiástico y hace referencia al trabajo de un clérigo sin atención de almas. Viene del latín: “sine”, sin y “cura”, atención (de almas). Se asume que exonerar a un sacerdote de la atención a las personas, que es el fin de su vocación, debe tener una causa proporcionada que lo justifique, pero la realidad es que a menudo estos empleos sin servicio religioso se convierten en chollos muy apetecibles.
Por eso, la Real Academia de la Lengua, lo define como “empleo o cargo retribuido que ocasiona poco o ningún trabajo”, haciéndolo extensivo al ámbito civil. Todos sabemos que este tipo de beneficios se dan con demasiada frecuencia en la cosa pública en forma de asesores, coordinadores, directores y toda esa fauna parasitaria que vive traficando enchufes por favores políticos. Con todo, el afán de bicocas civiles se puede entender como la natural inclinación del ser humano a vivir ventajosamente, mientras que las poltronas clericales me parece que chocan con la llamada vocacional del que se ha hecho cura para servir a los demás.
En el entorno universitario cada vez hay más sinecuras. Por un lado, la disminución de horas lectivas de los grados y la escasez de alumnos favorece un cierto excedente de mano de obra, y por otro, la necesidad de alimentar las urnas con votos amigos, están impulsando una proliferación de poltronas con justificaciones de lo más peregrino: “oficinas”, “unidades”, “institutos”, “centros de apoyo” que se encargan de la “diversidad”, “empleabilidad”, “internacionalización”, “innovación”, "ecologismo", etc. Gangas sin trascendencia que de vez en cuando molestan un poco a los demás solicitando u ofreciendo algo para que se note que existen.
Lo mejor de todo, es que los beneficiarios de las prebendas proclaman a los cuatro vientos su vocación docente, en un lamentable paralelismo con los curas que huyen de la atención a las almas. Es evidente que el fin de la universidad es enseñar pero todos estos amantes del momio y la bagatela evitan dar clase como quien escapa de la peste. ¡Algo falla!
Una institución que hace un uso abusivo de los medios que se le han proporcionado, esquivando su razón de ser, está más muerta que viva.

Sinecura universitaria


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